La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 29

Idris Missasar

—"Mil novecientos treinta y dos, noviembre, miércoles trece, Yo, Idris de la casa de Missasar, asesiné a Thuráb Deiskeser". "Mil novecientos cincuenta, enero, sábado dieciséis, Felixia Yude". "Mil novecientos noventa y siete, agosto, lunes tres, Kara y Des Simone"...

—No sigas leyendo eso —insisto con impaciencia.

—¿Por qué mi querido Idris? —Replica con chillona voz infantil— Ésta es tu bitácora de asesinatos, ¿acaso no te enseñé a registrar todos tus trabajos aquí? —Se burla de forma despreocupada. Estoy realmente acostumbrado a ello.

—Me enseñaste eso alegando que era un juego, pero ahora solo representa una lista de mis crimines con lo cuales me podrías condenar si quisieras.

—Exacto, hijo mío, pero sabes que jamás lo haría. Ahora bien, toma —me indica y me ofrece su pluma. Mi abuelo es una vieja víbora que calcula cada paso que dan las personas a su alrededor, y si ellas despliegan sus alas o caminan en diferente dirección, él se las ingenia para cortarles sus preciosas alas o sus ágiles piernas. Una política de vida tan simple: controla a los demás, antes que los demás te controlen a ti.

Me abstengo de aceptar su ofrecimiento y aguardo en mi posición observándolo con recelo.

—¡Vamos, Idris! —Anima— Si dices que has cumplido con mi pedido, entonces escribe el nombre de Boissever en esta libreta.

—No lo haga maestro —escucho mascullar a Abel.

— ¿Mi abuelo no puede confiar en mi palabra? —Cuestiono. En realidad, no me importa escribir el nombre de esa persona. Yo estoy más que condenado por mi descuidada vida monótona de antaño que fue dirigida solo por la voluntad de mi abuelo. Mi falta de amor a la vida me obligó a estar supeditado a los deseos egoístas de otros. Yo no anhelaba nada. No tenía algo por lo que luchar o vivir. Solo existía...

—¡Claro que lo hago! Pero soy de la vieja escuela, registro cada dato para la posteridad. Lo sabes bien así que no me hagas perder más mi tiempo...

Los ojos de mi abuelo se han tornado rojos, lo cual anuncia su irritado estado, así que procedo a acercarme al prominente escritorio a pesar de que Abel está en contra de ello. Tomo la delicada pluma y escribo en una nueva página: «... Noviembre, miércoles quince, Yo, Idris de la Casa de Missasar, asesiné a Calh Boissever»

—Me iré en este preciso momento —sentencio al terminar con solemne apacibilidad.

—Ajá. Pudiste haberte ido mucho antes, pero decidiste oponerte, ¿no ves? Realmente era fácil el trabajo.

—¡¿Fácil?! —Critica Abel sin poder contenerse. Ha estado así desde que llegó y nos pusimos al corriente de la peligrosa situación— ¡Acaba usted de condenar a su propio nieto!

—No, no. ¡No! ¡Qué desfachatez! ¿Cómo te atreves a afirmar tal cosa! ¡Yo jamás lo haría! Menos a mi único nieto, al que quiero demasiado.

Contrariado por su reacción, espero su siguiente movimiento. Antes pensaba que mi abuelo era cruel conmigo porque quería mostrarme cómo era en realidad nuestro mundo y de esa forma me ayudaría a llegar a mi madurez, pero a medida en que me desarrollaba y aumentaban las constantes peticiones que involucraban la extinción de más de nuestra especie, detecté que la maldad que mi abuelo trataba de mostrarme, provenía de él. Y este último pedido solo me ha llevado a cuestionar el amor que él me profesaba, pues matar a Calh Boissever, un miembro del Círculo de la Triada solo me condena a "muerte". Lo que me da apenas unos días para terminar mis asuntos inconclusos antes de que vengan por mí.

—No me mires así, Idris. Yo realmente aprecio tu silenciosa compañía. Eres lo mejor que hizo el inútil de tu padre —afirman sin mesura, eso me molesta—. Ve tranquilo a dónde desees ir y no protejas tus espaldas porque nada te pasará. Tu abuelo siempre te protegerá de todo mal. Créeme.

—Lamento decirte que no te creo, abuelo —digo inclinando ligeramente mi cabeza para ya despedirme—. Hasta nunca.

Mi comentario parece ofenderle y caigo en cuenta que Abel ya me espera en la puerta, listo para emprender carrera.

Necesito verla.

—Duele que no me creas —susurra mi abuelo—. Los lobos no irán por ti, simplemente porque ellos piensan que otra es la asesina de su líder.

Volteo inmediatamente con molestia.

—¿Inmolaste a Lanark? —Escupo.

—Claro que no, ella se envolvió en esta situación sola.

—Abuelo —inquiero—. ¿A qué te refieres?

—El hijo de Boissever fue a buscarla y la provocó, la insensible de Lanark lo mató sin piedad arruinando mis planes, pero moví los hilos y todo esto resultó a nuestro favor. Pronto apresarán a Lanark por la muerte de Boissever y su primogénito, Badami. De esa manera mi nieto queda libre de culpa.

—¡Sacrificarás a Lanark por mí! —Reclamo alzando la voz e indignado lo observo desafiante; sin embargo, él solo tuerce una sonrisa. Abel, al igual que yo, se encuentra impactado por la situación— ¡No puedo permitir esto! ¡Debo ir a buscar a Lanark! ¡¿Dónde está?! Dímelo inmediatamente —exijo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.