La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 30

Seb

Practicamos cada tarde con Eliot en la montaña a la que habíamos bautizado con la abreviatura de "Mi-Fi" en honor a nuestros apellidos. Y gracias a nuestras peleas hemos causado grave daño a la morfología de esta gran roca.

Debido a la confluencia de auras, habíamos llamado la atención de Rius y su hermana. Nos tuvo sin cuidado aquello; sin embargo, ellos se presentaron un día frente a nosotros y para no desperdiciar la ocasión, Lanark nos criticó y ni siquiera entendí el motivo; en cambio, Rius inesperadamente se comprometió a ayudarnos con nuestro entrenamiento. Eliot y yo no nos hicimos los exquisitos y aceptamos con gusto y pena aquel ofrecimiento; sin embargo, el entrenamiento es duro y adaptarnos a la técnica de pelea de un vampiro sangrepura es muy difícil.

—Vamos, Eliot —pido con vehemencia— Otra ronda más...

He decido que no seré menospreciado. Mi orgullo no me lo permite. Soy fuerte, pero no sé cómo canalizar mi fuerza, Eliot también lucha contra ese problema. Ambos nos hemos sentido tan inútiles... Pero, perder el tiempo ahora sería morir, por ello en estamos invirtiendo nuestras horas de la mejor forma.

Rius nos observa y corrige cada vez que fallamos, pero también nos da una paliza alegando que lo hace por enseñarnos la forma correcta de atacar. Lo disfruta, lo sabemos, se nota en su sonriente rostro. Él además es sumamente irónico, lo cual a veces me saca de mis casillas y mi única opción es contenerme porque a pesar de todo estamos aprendiendo mucho de él.

—En la derecha concentra toda tu fuerza. Intenta acumular tu aura allí y luego hazla estallar —nos aconseja—. Mantén tu transformación por más tiempo y tú, lobo, no se ocurra morder a Seb cuando está transformado, lo matarías al instante.

—¡Ya se eso! Ni loco lo mordería —bufa Eliot. Ahora él puede mantener su transformación por más tiempo y mis ojos ya se están acostumbrando a su peluda apariencia.

—Los lobos —comenta Rius—, una vez que alcanzan su mejor estado abandonan esa horrible —él señala a Eliot de pies a cabeza con una extraña expresión— fachada y se aligeran. Esa es su última forma.

—¿Qué hay de los vampiros? —Le pegunto.

—Ya me has visto —dice Rius—. Hasta esta misma forma que ahora podrás llegar; en cambio, los sangrepura como yo tenemos una última, la denominamos "alada", porque nos brotan alas de las espaldas.

—¿Alas? ¿Bromeas? ¿Con plumas? —Río incrédulo— ¡Muéstralo! —Reto.

—No —niega Rius—. Es membranosa, y no puedo mostrarla —señala sonriendo—, es mi arma secreta.

Agudizo mi mirada, creo que no fue ni por medio segundo, pero tan fuerte es mi pensamiento que, al parecer, traspasó mi mente.

—Eso somos —afirma Rius como si respondiera a lo que estuve pensando—. Unos monstruos.

De cualquier forma, Rius sonríe con indiferencia y nos alienta a seguir entrenando.

La gran montaña nos permite ser testigo del cenit y nadir del sol. Y así, luego de una larga jornada y cuando la noche llega, partimos a la casa; no es porque no estemos en la capacidad de ver en la oscuridad, sino que Rius dice que en las noches cuando las fuerzas oscuras se liberan, otros seres pueden notar nuestras auras y si eso ocurriese, sería problemático.

Ya en la entrada del suburbio, donde dos caminos bifurcan Eliot y yo nos separamos. Una simple mirada representa el saludo de despedida entre él y Rius. Ambos mantienen aún cierto recelo, y es comprensible por eso no me entrometo en ese aspecto. Por otro lado, seguimos sin noticias de Abel ni de Missasar. Francamente, ello me preocupa, es hasta cierto punto agobiante, pero no puedo hacer nada, solo puedo seguir esforzándome para no ser un estorbo en un futuro.

Cuando me percato de mi alrededor, me haya completamente solo. ¿Y Rius? Asumo que ya se adelantó a la casa y no me inquieto. No obstante, cuando llego, encuentro a Lanark en la cocina bebiendo sangre. Esa mujer va a acabar las reservas, bebe sangre como si bebiera cerveza. Le pregunto por su hermano y ella niega haberlo visto.

Infiero que Rius está en la habitación de Riley, pero en la habitación ni siquiera la encuentro a ella.

Bueno, esto no es para alarmarse, ya que es de Rius de quién hablamos, él puede cuidarse solo. Sin embargo, ¿a dónde fue Riley?

Regreso al primer piso, y espero con ansiedad que Lanark se retire de la cocina y así yo pueda entrar y alimentarme, lo necesito con urgencia. Mientras más energía gaste, más sediento estoy.

La fastidiosa vampiresa sale a los treinta minutos y sin decir nada se pasea por la sala. Su actitud es inquietante y me desespera porque sus tacones producen un sonido molesto.

Procedo a beber dos litros de sangre. Ya me he acostumbrado tanto a este alimento que yo mismo olvido que esta sangre es de otro humano.

Cuando salgo de la cocina, encuentro a Lanark sentada en el sillón mirando fijamente a la televisión, la cual no está encendida.

—¿Eres idiota o qué? —Me burlo—. Si quieres ver la televisión debes encenderla primero. Mira, el control remoto está justo a tu lado derecho.




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