La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 36

Idris Missasar

Desde que me di cuenta de lo que era imprescindible para vivir a su lado traté desesperadamente de alejarme de esto y luchar poco a poco por ser considerado "normal", pero fue mi origen quien me lo impidió. Este ha marcado mi destino de sangre.

Las batallas siempre reflejan lo peor de mí.

Me hacen sentir como un monstruo, una abominación que solo arrebata vidas; y a pesar de rechazarlas, en toda mi existencia me he visto involucrado en ellas. No me producen placer en lo absoluto ni siquiera es importante para mi sentirme poderoso al vencer. Nada de eso es valioso ni esencial. Sin embargo, si no lo hago, él seguirá tratando de lastimarme. Este es el momento indicado para demostrarle que si alguien lastima a mi familia,  a pesar de que sea de mi misma sangre, lo mataré sin remordimientos.

Si este esta es mi resolución, tendré que castigarme a mí mismo porque una vez más me mancharé las manos con las que luego querré tocarla. Esto... Es una de las muchas señales de la naturaleza, la que desde un inicio ha separado nuestros caminos; y por más que yo trate de estar a su lado, no me lo permitirá porque yo soy un monstruo.

Por eso ocurre siempre una desgracia. Una que obligó a Lanark a elegir este camino.

Este camino que nos hace sentir dolor.

Detengo con mi mano derecha todo el impacto de esa espada. El choque produce una onda que levanta desde sus raíces al polvo y hace que nuestros cabellos también bailen con la fuerza del aire. Aunque el ataque es poderoso, el filo de aquella arma solo logra desgarrar mi dermis y así un pequeño hilo de mi sangre cae al suelo.

—Nieto del señor Kasama —pronuncia el comisionado enderezando su cuerpo y poniéndose en guardia. Retrae su espada y la envaina.

Hacía años que nadie había logrado herirme, por eso ver como se resbala mi sangre en la palma de mi mano me provoca una extraña inquietud; sin embargo, un vampiro sangrepura no puede ser tan descuidado como para desperdiciar su líquido vital de esta manera. No tengo más opción que lamer mi palma mientras la herida se regenera.

—Es cierto, lo soy —le respondo.

Mis ojos viajan hacia Abel quien se está acercando a Lanark.

"Gracias. Agradezco al destino por haberte encontrado en aquella noche de tu accidente. Tu vida era muy valiosa como para que permanecieras en el sueño eterno. Y si no fuera por ti, jamás hubiese conocido a... Por esta vez, cuida a Lanark, Abel."

Abel, al recibir mi mensaje enviado telepáticamente, gira su cabeza hacia mí como señal de conformidad.

—Entonces, ¿por qué interfieres? —Pregunta el comisionado con irritación al sentirse ignorado. Quiere obligarme a observarlo.

—Porque quiero —respondo y relajo mis brazos a mis costados. La herida de mi palma ya está completamente restaurada.

El combatiente se burla con su mirada— Usted más que nadie conoce la ley. Sabe lo que tengo que hacer ahora: exterminar a la asesina de Badami y Boissever.

—Ellos también conocían la ley —replico—, pero se encargaban de romperlas y nadie los castigaba. Lanark y yo le hicimos un favor al mundo al matarlos —sentencio. Él, que al parecer es astuto, se da cuenta de lo que he dicho a la perfección y sonríe con malicia.

—Yo tengo un Decreto, y su nombre no está en él, así que puede irse. Yo no reportaré esto.

—No... —susurro con mi pausada voz— Lastimaste a Lanark y a Rius. No puedo dejarte ir sin hacerte lo mismo.

Agudizo mi visión, mis ojos carmesí están acechándolos al igual que los suyos a mí. Medito brevemente sobre el motivo por el cual este sujeto está siendo paciente conmigo y no se apresura a atacarme. Claramente mi intención es ganar tiempo para asegurar la situación de mis amigos. Él está siendo muy benévolo o, quizás, solo está planeando algo, y ello es lo más probable.

De soslayo observo la situación de Abel, quien levanta a Lanark y le ofrece su muñeca. Jamás pude imaginar verla en ese estado, parece un cadáver cruelmente acribillado. Solo el instinto y el olor de la sangre le hace abrir la boca y plantar sus colmillos en la piel de Abel.

Lanark es importante para mí. La conozco desde casi toda mi existencia, y odio que haya sido torturada y humillada de esta forma; y me pesa ser uno de los culpables de esto, porque estoy seguro que su intención fue liberarnos tanto del Círculo como del Principado. Dentro de todas sus estratagemas, vio que esta era la única solución, fue muy valiente, pero no puedo comprender qué fue lo que cruzó por su mente para decidir llevar esta carga sola. Se ha vuelto muy blanda, y ella siempre me reclamaba por yo ser así.

No es frecuente para mí dejarme llevar por la rabia, pero es tan injusto para ella, que siendo tan poderosa, este ahora bañada en su propia sangre solo por mí y Rius; no obstante, nada me impide ser tan cruel como el que te hizo esto, Lanark.

El comisionado siente mi aparente calma y eso parece inquietarlo. Su aura es asfixiante y posee un arma de clan, a pesar de que nunca lo he visto en ninguna de las Cinco Casas.

—¿Tú nombre? —Pregunto despectivamente. Un siempre debe conocer el nombre de su oponente, es una de las reglas que me ha enseñado mi abuelo.




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