No pegué el ojo en toda la noche. Es común para mí pensar lo peor cuando no debo hacerlo. Es como si en mi mente se creara una tragedia y como masoquista se reproduce y reproduce, y de esa manera me torturo cada vez más.
Maldito quien le ha hecho daño a mi amiga. Jamás lo perdonaré.
Son las cinco de la mañana y mi despertador solar aún no aparece. Bajo a la cocina y me sirvo un vaso de naranja. Doy la vuelta para beber de él luego de cerrar el refrigerador y mis padres ya están parados frente a mí.
— ¿Todo bien, Riley? —pregunta mi madre. Hace frío, lo siento en mi cuerpo, pero no me había cubierto con nada más que mi pijama. Pero ella ya tenía sobre sus manos una manta y me cubre con ella. Ambos lucen preocupados por mí, una aspirante a dormilona olímpica como yo no viene a la cocina nunca a esta hora.
— Ayer... escucharon mi conversación con las chicas ¿verdad? —Ellos me afirman con la cabeza—. Pues luego de esa cita, Ana no ha vuelto a casa y Lila dice que tal vez puede ser un secuestro. Deben pasar 24 horas para sentar la denuncia. Y estamos preocupadas, Ana es de las que regresa antes de las diez a su casa, no se quedaría hasta tan tarde y menos sin avisar.
— ¿Ya llamaron a ese chico? Con el que salió —me pregunta mi padre Abel.
— No, creo que no...
— Pues llámenlo. Pero, eso será en unas horas. Debes descansar ahora, hija —me ordena y como cayendo en somnolencia obedezco.
Me levanto cuando el despertador suena. Son las diez de la mañana y me siento adormecida como si hubiese hecho mucho ejercicio.
— Dejaron una nota —pronuncia una voz monótona y ya conocida.
— ¿Qué dice? —pregunto mientras me levanto de la cama.
— "Saldremos a ver unos asuntos, ya regresamos. Papá y mamá" —repite como robot— Eso dice.
Camino a su lado y él me entrega la nota azul. No dice cuándo regresan. No me alarmo por su ausencia, ya que siempre ocurren estas cosas.
Pero luego de sacarme la sensación de aletargamiento, Ana llega a mi mente. Rápidamente tomo mi celular y marco a Lila no sin antes darme cuenta de las veinte llamadas perdidas.
— ¡¿Nuevas noticias?! —pregunto comiendo ansias. La voz de Lila no suena agradable.
— ¡Por fin despiertas! —Reprocha— ¡No sabes lo que pasó! ¡En media hora vamos a tu casa! ¡La desaparecida apareció!
Cuelga y sin entender la rapidez de sus palabras, excepto la última parte, me tranquilizo.
— ¿Pasa algo? —pregunta Missasar.
— Nada —respondo—. Lio de chicas.
— ¿Quieres jugar algo? —pregunto mientras estiro mis brazos.
Hoy es una mañana friolenta, son en estos días en donde disfruto más jugar video juegos; además, necesito desestresarse.
— Lo que tú quieras —responde seriamente. Sus ojos azules me miran brillantes y hermosos, me animan, a por lo menos, lucir presentables ante ellos, así que voy a peinarme.
**
— ¡A la derecha!—indico. Missasar obedece. Pero aún no le agarra la onda al juego, así que creo que ya pasé como quince minutos explicándoselo— Muy bien. Ahora, retrocede y ve a la izquierda.
No creo que Crash carrera sea un juego difícil.
Elegí lo que consideré más fácil, pero Missasar es... Lo que ha conseguido hacer hasta ahora es quedar atrapado entre un vehículo o contra una pared.
Creo que los vampiros y los video-juegos no se llevan.
Pensé en probar Counter-Strike, pero tal vez matar a los terroristas y ver sangre puede incentivar demasiado a mi amigo vampiro.
— ¿Qué tal jugué? —me pregunta luego de que yo he ganado las veinte partidas consecutivas.
— Bien —arrastro esa palabra y fuerzo una sonrisa—, pero con más entrenamiento irás mejorando.
— Gracias —dice dejando el control a un costado suyo. Al parecer ha tomado mi "bien" como un cumplido.
Ha pasado más de media hora y mis amigas aún no llegan como Lila me dijo. Seguro aún están comprando el helado.
Como no estamos haciendo nada mi mente comienza a pesar y de un momento a otro recuerdo lo que pasó ayer: mi gran falta de consideración hacia él.
— Missasar, quiero disculparme contigo por lo de ayer —. Me siento a su lado, el mueble es amplio, pero quiero estar lo más cerca posible de él— Eres como un huésped ahora, así que debí tenerte más consideración. Perdóname por favor, no volverá a suceder.
El vampiro me observa sereno y tranquilo, solo mueve sus ojos para mirar mi rostro y los movimientos que hago.
— No tienes que preocuparte por eso, yo entiendo que debes ocultar mi presencia a tus amigas humanas. Más bien, yo soy el que seguro ya te está incomodando con mis largas visitas —recita Missasar. Su cuerpo está perfectamente sentado, firme, con la espalda erguida de tal manera que solo ves elegancia en él.
— ¡Para nada! —Niego totalmente su premisa— Tú eres mi amigo ahora. Así que aunque no entienda las razones por las cuales tú, un sangre-pura, viene a visitarme, yo siempre te recibiré con los brazos abiertos. Has demostrado que eres un vampiro sensato y pacífico, sé que no me harías daño —. Le sonrío con sinceridad y empatía. A decir verdad, él es el primer amigo hombre que tengo.
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Editado: 25.03.2019