La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 4

Cruzamos la puerta de ingreso. Antes, nadie nos quedaba viendo cuando lo hacíamos y ahora hasta Tod el conserje deja de trapear para vernos.

Pasando por los casilleros, hay algunos chicos que dejan de hacer sus cosas y se concentran en observar a mi pequeña amiga. Ella capta esos ojos chismosos y trata de escabullirse y mezclarse entre nosotras. A algunos ni siquiera les importa contener su burla o señalarla.

<<La ganadora>>, la llaman.

Lila, Laurien y yo mostramos cara de pocos amigos y escoltamos hasta el aula a nuestra amiga.

Somos las mosqueteras, todas para una y una para todas.

Yo les regalo una mirada amenazante a los que se pasan de expresivos con sus opiniones, esas que llegan a mis oídos y no traen nada bueno.

Yo me despido de las chicas cuando llegamos a su aula. La única clase que no comparto con ellas es Lenguaje. Precisamente esa clase es mi favorita porque la comparto con Ronny Samuels y para mi mala suerte con sus demás amigos, entre ellos, el patán de Sebastián.

Camino hacia mi aula y él con su pandillita están trancando la puerta, saludando a las chicas y chicos que conoce e ignorando a los demás mortales como yo. Sigo transitando con los ojos bien puestos en el horizonte y, haciendo más lentos e imperceptibles mis pasos, trato de pasar desapercibida.

Sebastián parece presumir su fuerte brazo, muestra orgulloso su bíceps derecho. No sería nada sin sus brazos fuertes y musculosos, sin su castaña cabellera y sin sus ojos verdes o su sonrisa. Es un total creído y los halagos que le brindan sus amigos no hacen más que inflarle su ya inflado ego.

— ¡Miren! ¡Quedó genial! —vocifera. Las chicas admiran ese tatuaje de tinta negra, no logro diferenciar el dibujo, pero parece un búho o un lagarto.

¡Qué rayos será! Tal vez se tatuó su propia cara, con lo narcisista que es.

Ignorar es lo que mejor hago, pero esta vez no solo no quiero ignorarlo sino que quiero estamparle mi mano derecha en su rostro y para que mi mano izquierda no se quede atrás, también quiero dibujarla en su otra mejilla. Pero me contengo, dolorosamente me aguanto.

¿Qué puede hacer una chica invisible como yo?

No quise mirar hacia su dirección, pero mis ojos instintivamente viajan hacia allá, buscando a Ronny. Él estaba parado allí, pero a un lado, serio y perdido en la pantalla de su celular como si adular el tatuaje de Sebastián no estuviera entre sus planes.

Entro al aula. Y me siento en la penúltima fila de la derecha, en la quinta columna y solo a una carpeta de llegar al final de la pared. Acomodo mis cosas hasta que el profesor Giggins termina de meter a regañadientes a los pandilleros y así por fin comenzar la clase.

Como siempre Ronny se sienta en la carpeta delante de mí. Ya no siento la misma ilusión cuando miro disimuladamente su suave cabello. Me he decepcionado de él. Colaboró con el malvado plan de su pandilla y eso estuvo mal. ¡Está mal! ¡Fue un acto de lo más horrible!

La clase continúa. Para mí es interesante, pero Ronny bosteza muchas veces y trata de estirarse cuando el profesor voltea. De reojo observo a Sebastián; como si fuera un alumno ejemplar se sienta siempre en la primera fila. Es un lambiscón de primera y eso el profesor Giggins junto el resto de profesores mayores y serios lo saben, por eso cuando él les arma conversación tratan de no seguirle la corriente.

Un amigo de Ronny lo despierta cuando lo ve cabecear. Muchas veces yo quise intentarlo, pero me daba pavor tocarle los hombros o su cabeza. No sabía cómo él podía reaccionar. No soy buena tratando con hombres.

— ¡Levántate, tonto! —Susurra el chico, creo que se llama Jack— ¡Anda duerme a tu casa si tienes sueño! —le vuelve a insistir. Ronny no parece escucharlo, entonces a Jack no le queda más remedio que pellizcarle en su brazo. Ronny salta sobre su asiento y suelta una mala palabra. El profesor Giggins, que ya lo estaba observando, le ordena ir a refrescarse.

Me muerdo mis labios intentando no reír con esa escena. Fue graciosa la reacción de Ronny, me hubiese gustado ver su rostro de frente. Yo solo puedo observarlo desde atrás...

El profesor Giggins abandona el aula siempre unos quince minutos antes, nos regala ese tiempo para hacer las tareas, pero es usado para todo menos para eso. Por mi parte, siempre termino la mitad de los deberes de su clase para estar más libre por la tarde.

Sebastián, Tom, Charles, Robbie y John se acercan al dormilón y lo levantan con un golpe en el cuello. ¿Por qué se los nombres de esa pandilla? Pues porque son populares.

Ronny gruñe por aquel golpe y yo mantengo mi mirada sobre la carpeta.

Tengo a los sinvergüenzas frente mí. Mi presión comienza a subir y la cara de dolor de mi amiga aparece en mi mente lo que me llena más de ira.

Control, control.

¿Qué control?

Soy una cobarde.

Si hubiera querido les hubiera reclamado sin importarme quien me estuviera viendo. Pero yo veo, callo y sigo. Soy una cobarde al igual que las otras víctimas, ningún reclamo, ninguna queja ni siquiera una llamada de atención ha recibido ese intento de hombre. Es como si ellos pudieran hacer y deshacer sin ser reprendidos, como si fueran nuestros amos y como si nosotros debiéramos quedarnos callados con los brazos cruzados.




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