La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 8

- Missasar... -gimo con alivio.

En un instante el brillo de esos ojos desaparecen y el peso que siento sobre mi cuerpo es echado por los aires. Caigo estrepitosamente de rodillas por mi estado de debilidad y luego, al incorporarme y quedar sentada con la espalda apoyada en el tallo del árbol, observo la situación.

Missasar, tan erguido y elegante como siempre, está de espaldas a mí como protegiéndome. Ana está en la dirección opuesta, el resto de mi sangre aún está presente en la comisura de sus labios. Al ver eso siento como mi pecho se estrecha al borde de asfixiarme solo de dolor.

Ana parece retar a Missasar, su cuerpo en posición defensiva afirma que no quiere irse y no tiene intenciones de dejarme con alguna gota de sangre porque me mira anhelante e insatisfecha.

¿No que los neófitos le temían a los sangrepura?

- Vete -ordena Missasar con un tono autoritario, uno que jamás he oído- O si no, te mataré.

Ana no mueve ningún músculo, pero tuerce una sonrisa desafiante.

- Déjala, Missasar -hablo forzando mi seca garganta-. Se tendrá que ir sola...

Missasar niega y agrega- No, no lo hará. Ha probado tu sangre y no se saciará hasta que te deje sin ninguna gota. ¿Ves? Hasta pone su sed por encima de su miedo hacia mí.

- ¡Es mi amiga no la mates! -chillo, a pesar de todo, no concibo la idea de que ella muera, otra vez.

- ¿Prefieres que te mate a ti? -espeta Missasar.

Callo por unos segundos y musito- Debe haber otra forma...

Missasar ahora da la espalda a Ana y se acerca a mí. Me alza entre sus brazos y camina en dirección opuesta buscando la salida.

- Si me intentas atacar, no duraré en matarte -amenaza dejando en claro con sus ojos, ahora tornados de color carmesí, que ésta es la última advertencia.

Caminamos entre las hojas secas y los musgos, nada apura a Missasar y a nada teme, su paso firme y seguro (hasta paciencioso) lo demuestra. Ni en estas circunstancias él deja de ser como es.

La luz pública ya podía notarse a lo lejos y Ana nos ha seguido todo el camino. Esperaba, tal vez, que el sangrepura bajara la guardia, pero Missasar es como un roble: fuerte y fornido. Una muralla.

Siento alivio porque ella se mantiene atrás, pero su mirada no se retracta de sus intenciones. Una fría brisa roza mis brazos y mi rostro. Mamá aparece frente a mí muy seria, pero se le nota la preocupación y angustia. Me muevo como una lombriz para zafarme de los brazos de Missasar e ir a abrazar a mi madre. Ella me recibe y me da un fuerte apretón de alivio.

- Tuve una sensación horrible, como una corazonada y me preocupé, por eso vine a verte, pero tu olor no estaba en casa, cariño. ¿Qué ha pasado? ¿Qué haces aquí?

Missasar hace lo mismo que hizo la primera vez que vio a mis padres, sus ojos se envuelven en un centelleo rojo y le trasmite información a través de su telepatía.

- Vamos a casa, Riley -me susurra mi madre, ella no deja de apapacharme y ahora me carga en sus brazos; me siento más segura con ella.

Creo que acercarnos más a la entrada desesperó a Ana. Volteo a verla, pero ya no está tras de nosotros, pero tan rápido como suspiro, algo nos embiste con brutal fuerza. Mamá se desequilibra aún conmigo en brazos. La huella de la fuerza ejercida se palpa en la tierra removida y arrastrada por la resistencia de las piernas de mamá. Nos echó como a seis metros de Missasar.

Pero Ana no se queda tranquila con eso.

- ¡Para ya, Ana! -grito al verla tratando de acercarse de nuevo. Missasar se pone frente a nosotras a la velocidad de la luz, mis ojos no pudieron verlo venir.

- Sara, mátala -ordena él.

- Orden aceptada, maestro -responde mi madre.

Me suelta y mis pies tocan el suelo, no tengo buen equilibrio así que me aferro del brazo de Missasar gritando desesperadamente que no lo haga. Missasar ya no me mira, sus ojos están clavados al frente, en su víctima.

- Los humanos tienen una forma de matar a un vampiro: descuartizándolo y quemando sus partes. Aunque basta que la cabeza sea fundida en el fuego, un vampiro sin colmillos, está muerto. Las estacas en el corazón, bañarlo en agua bendita, los inservibles ajos, no hacen nada, aunque los primeros pueden detenernos por un momento cuando el deseo de vivir es más fuerte que el miedo. Los humanos son muy débiles, pocos han matado a vampiros -comenta Missasar-. Pero los vampiros tenemos una forma más de matar a otros vampiros y es más fácil para nosotros, ya que nadie se deja descuartizar, a menos que exista una abrumadora diferencia de poder: y consiste en una sola mordida, pero en nuestra verdadera forma... Es pelear y, morir o vivir...

No comprendo a cabalidad lo que me dice aunque tampoco me importa hacerlo. No importa las formas en que sea asesinado un vampiro, ¡yo solo no quiero que mi amiga muera, de ninguna de esas formas!

Observo a Ana esperando que ella huya, pero no lo hace.

- ¡Usted también era una vampiresa! -Gruñe sintiéndose engañada- ¡Por eso era tan extraña!

- Niña, corre -le aconseja mi madre.

La piel de Ana comienza a tonificarse de un color más oscuro, parece grisáceo; sus colmillos miden ahora como cuatro centímetros y la esclerótica de su ojos se torna como la oscuridad, solo sus iris parduzcos brillan sobrenaturalmente en sus cuencas oculares. Cuando junta sus manos, un sonido afilado revienta, son sus garras. ¡A ella le han brotado garras en sus uñas!




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