La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 9

Sigue siendo el mismo, pero en versión mejorada. Aunque ese carácter suyo sigue igual de irritante.

Lo analizo, sus ojos verdes sobrenaturales se posan en mí y me ven sin asombro, sin curiosidad ni interés, fácilmente desvía su mirada hacia los objetos de mi cuarto, seguro quiere burlarse de ellos.

— Ya sabes las reglas, Seb —advierte Missasar.

— ¡Ya lo sé! —Gruñe Sebastián y le hace recordar su nombre— ¿Qué hago ahora, maestro? —escupe con enfado e irritación. Creo que no le simpatiza la idea de ser un subordinado, tan acostumbrado que estaba a mandar en su pequeña burbuja llamada Colegio.

— Por ahora, vamos con Abel —responde Missasar—, también deberás obedecerlo a él.

Sentados en la sala como una humana y tres vampiros civilizados, Missasar le confía a mi padre la autoridad de cuidar y, si es necesario, castigar, al nuevo miembro de su "clan", Seb. Ese es el nombre con el que lo ha bautizado y, según él, el que deberá portar y honrar hasta siempre.

Guardo mi impulso de preguntar cosas imprudentes a Sebastián como por ejemplo: ¿Por qué no se ha asombrado de que mi padre es un vampiro? Y más alarmante que eso, ¿que un vampiro sea padre de una humana?

Pero finalmente, ante mi poca presencia en la conversación, le pregunto— ¿Y cómo te sientes, Sebastián?

Él de soslayo mira hacia mí hasta que lentamente termina de voltear completamente su cara, arquea una ceja como pareciéndole impertinente mi pregunta— ¿Cómo crees? ¿Quieres que te responda que estoy bien? ¡Nadie estaría bien al convertirse en un monstruo! Y sé que fue por tu amiga que estoy así y, también, por ti e Idris... soy un maldito vampiro; ¡solo me hubieran dejado morir! —reclama enervándose completamente.

— ¡Morir! ¿Querías morir de esa horrible manera? —espeto con indignación. Missasar solos nos observa tranquilo, con paciencia.

— ¡Sí! Preferiría eso a vivir como lo estoy haciendo ahora...

— Pero, era la única forma de que estés aquí, parado, teniendo otra oportunidad en tu vida, y por lo menos, ser alguien distinto que merezca morir dignamente. Eres un idiota, pero nadie merecía morir como lo ibas a hacer tú —mi respiración se acelera y veo, por la expresión de mi padre que debo calmarme.

— ¡Ya me largo a mi casa! —sentencia aún con el ceño fruncido y la mirada asesina, pero más, por decirlo así, sereno. Veo como da el primer paso y luego mi puerta en un abrir y cerrar de ojos se abre y cierra sola. Ya no me sorprendo por ese tipo de cosas vampirescas, más bien una preocupación me inunda.

— ¿Estará bien si va a su casa? Estarán sus padres, ¿no será peligroso? —les pregunto a los vampiros frente a mí.

— No, hija. El maestro ya le ha enseñado a controlarse frente a los humanos y con respecto a su sed, de eso me encargaré yo —responde mi padre con una leve sonrisa en sus labios.

Missasar solo asiente y sigue sentado erguida y elegantemente. Sus cabellos negros y sedosos, que le llegan hasta el borde de su cuello, juegan alrededor de su pálido rostro, las ondas de su cabellera parecen estar en movimiento, pero en realidad, ese vampiro es más estático que un maniquí.

— Entonces lo veré seguido por aquí —afirmo en un suspiro, y mis palabras son reafirmadas por Missasar.

— Él ahora no podrá alejarse de mí.

Veo, directamente a sus hermosos ojos azules y volteo al instante ruborizada, recordando el abrazo del que fuimos fervientes protagonistas. Soy de tez pálida, no creo que mi padre ni Missasar, con esos ojos extraordinariamente desarrollados, no lo hayan notado.

Anuncio que iré a mi habitación a descansar, pero primero visito la cocina para llevar un aperitivo conmigo. Subo las escaleras y siento como los ojos impresionantemente gélidos y fijos en mi espalda me siguen.

**

Mutismo.

Mutismo.

Eso es lo que hay entre mí y Sebastián cuando nos chocamos en la entrada del colegio, no sabíamos que decirnos, no somos amigos, ni siquiera enemigos, entonces, como siempre, finge no conocerme a pesar de los segundos que nos quedamos viendo fijamente ante la mirada expectante de sus amigos y mis amigas.

El colegio ha retomado su curioso bullicio, el rey había regresado y la pandilla de nuevo hace de las suyas en los corredores. Fastidian a los que solo siendo la mira del dardo pueden convertirse en visibles, pero solo Ronny Samuels es la excepción, él está allí, pero suaviza los ataques de sus demás compinches, es como el moderador y velador por el equilibrio.

— Deja de mirarlo se dará cuenta —me susurra Laurien y yo inmediatamente vuelvo mi campo de visión a mi casillero.

— No lo he mirado —niego a la defensiva, ella rueda sus ojos junto a Lila y comienzan a hurgar en sus casilleros.

— ¿Y qué con 'Sebestian'? —Lila arquea una ceja con incredulidad y espera mi respuesta.

— Nada —ni siquiera sé que había pasado, solo nos quedamos viendo porque no habíamos acordado si en el colegio nos íbamos a conocer o no, ya que en mi casa no podíamos hacer caso omiso de nuestra presencia—, seguro se habrá acordado de lo que le dije, hace tiempo, en la clase de Lenguaje...




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