La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 12

Meditando acerca de mi vida, creo que no soy, totalmente, una adolescente común y corriente; si bien físicamente lo soy, mi entorno no lo es. Acaso no hay un dicho que dice: ¿dime con quién andas y te diré quién eres?

Yo ando con vampiros, ¿quién soy?

Si bien en eso estoy pensando a pesar de que sé que soy una humana y, por más que salte, chille y me enoje, lo seguiré siendo. Ya tengo mi respuesta, una contundente, en cambio, Eliot está indudablemente en una grave crisis existencial.

Pensar toda su vida que era un simple mortal, dotado de mayor inteligencia que el resto, que de por sí, le aseguraba un futuro comprometedor y, seguramente, le otorgaba la tranquilidad y satisfacción de que su vida no sería tan problemática. Tan acostumbrado que estaba a vivir en paz, solitariamente, no preocupándose por lo demás así como lo demás no se preocupaban por él. Ignorando, sonriendo cuando tenía que hacerlo y ayudando si prometían ayudarlo, esa era la vida de Eliot Finnegan, hasta donde tengo entendido.

¿Cómo no sentirse aturdido, angustiado o acongojado si toda esa tranquilidad se esfuma porque se ha abierto ante él un mundo que no se puede estudiar en libros y que la ciencia, a la que tanto aprecia, no lo puede explicar? ¿Pasar de ser un simple chico apuesto y de mirada infantil a uno que puede hacerte gritar de espanto con esa apariencia de bestia infrahumana? Hasta él mismo se repugna de su apariencia.

Pobre mi amigo.

Las fuertes palabras de Missasar lo enfadan, no parece temerle, pero tampoco piensa soportar su presencia. Es como si hubieran colocado frente a frente a un perro y aún gato, ambos terminaran por morderse y arañarse.

No sé si realmente Missasar le podría ayudar en su nueva transición, pero yo confío en él y sé que no mentiría. Así que me esfuerzo por argumentar ante Eliot que escuche las palabras de mi buen amigo Missasar.

— Jamás, me involucraré con vampiros —espeta—. No sé nada de esto, pero algo me aleja de ustedes. No los tolero. Solo déjame —concluye y nos da la espalda.

— Eliot, Missasar sabe mucho de cosas sobrenaturales, él te será de ayuda no lo dudes —alego, pero el efecto de mi voz parece, más bien, un ruego.

Eliot se detiene y sin voltear, responde:

— No lo dudo, ese ser que parece un demonio debe saberlo todo.

— No todo —dice Missasar—, pero te podría asegurar que un demonio es mil veces peor que tú y yo.

Eliot mira de soslayo a Missasar, cierta incertidumbre parece formarse en sus ojos. Él sabe, y mejor que nadie, que necesita información, una valiosa información que puede ayudarlo a resolver sus problemas. Y él escaso de fuentes como lo está, cometería una decisión precipitada y desventajosa si rechaza la oportuna, o tal vez peligrosa, proposición de Missasar.

— Está bien, habla.

Pienso en sus palabras, Eliot omitió decir: ayúdame, porque eso es lo que necesita, "ayuda".

El ambiente está frío y con los árboles cerca, la brisa se siente aún más helada. Mi garganta no ha dejado de dolerme y es ahora cuando mi imprudente tos nos interrumpe. Aunque no es nada grave eso parece preocupar a Missasar. Le pide a Eliot acompañarnos a mi casa y allí entablar una cómoda conversación. Eliot primero se niega, posiblemente ha pensado que puede entrar a la boca del lobo, pero al mirarme sus dudas se esfuman.

Habrá pensado, "el lobo aquí soy yo".

**

Siempre he estado a merced de situaciones incómodas y lo estaré por siempre. No se podría describir los rostros indiferentes, pero a la misma vez expectantes por saber quién hablará primero o quién mostrará el primer indicio de debilidad, bueno, si es que de situaciones incómodas vampirescas se trata.

Ante todo, somos personas civilizadas y modernas, así que, ya estando en casa y ante el asombro de mi padre que nos recibe en la puerta (que pronto se vuelve en una de 'tú y yo hablaremos más tarde de esto, señorita') y ante la cara de constipación que hace Sebastián cuando ve a su aparente némesis, los invito a tomar asiento en la sala, en mis cómodos muebles al estilo cebra, quiero decir, marmoleados entre negro y blanco.

Eliot hace gestos que, probablemente, ha imitado de algún personaje que tiende a ser chico malo, pero conociéndolo como yo lo hago, pienso que solo es su fachada de aparentar hostilidad. Aunque Missasar y mi padre están de lo más relajados posibles, no puedo decir lo mismo de Sebastián, él está como si se lo llevara el diablo.

Las huellas de la batalla de la que han sido protagonistas ya casi son imperceptibles en sus rostros, su regeneración es asombrosa, y muy útil, ya que ante otro nuevo intento de gresca la necesitarán urgentemente.

— ¿Y bien? —Rechifla Eliot después de un minuto de silencio— ¿Eh venido aquí para que nos miremos las caras?

Missasar, que está al lado derecho de mi padre y frente a Eliot, se endereza el cuello de la gabardina negra y como si hubiera dado una gran exhalación, suelta una estentórea, pero cordial voz dando a mostrar su excelso ser— Te advierto que no aceptaré insolencias de un cachorro lobo, así que, por favor, sé más respetuoso.




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