Después de la última aparición del hombre con cicatrices, Elena no podía escapar de una inquietante sensación de pérdida. La conexión con Lidia se había vuelto cada vez más fuerte, como si ella misma viviera fragmentos de la vida de esa mujer desconocida. Las imágenes de sus sueños se volvieron más nítidas, y en ellas veía a Lidia con el hombre de las cicatrices, un amor que, aunque profundo, parecía condenado al desastre.
En un intento desesperado por entender mejor la historia de Lidia, Elena decidió visitar a la única persona que conocía de temas paranormales: una mujer llamada Teresa, conocida en la ciudad como una médium con reputación de contacto con el más allá. Al llegar a la pequeña tienda de Teresa, llena de velas, símbolos y libros antiguos, sintió una extraña mezcla de miedo y esperanza.
Teresa la recibió con una mirada intensa y un leve asentimiento. Parecía haber estado esperándola.
—Has traído contigo algo del pasado, ¿verdad? —preguntó Teresa, mirándola con ojos penetrantes.
Elena asintió, sacando el diario de su bolso con manos temblorosas. La médium lo observó con detenimiento, como si pudiera ver más allá de las simples páginas de papel. Después de un rato, Teresa le pidió que se sentara y encendió un incienso que llenó el aire con un aroma denso y embriagador.
—Este diario está impregnado con una energía oscura —murmuró Teresa, mientras pasaba sus manos sobre el libro—. La persona que lo escribió no solo plasmó palabras, sino una parte de su alma. Y esa alma parece haber regresado para cerrar asuntos pendientes.
—¿Qué tipo de asuntos? —preguntó Elena, incapaz de ocultar el miedo en su voz.
Teresa la miró con una mezcla de compasión y advertencia.
—Este hombre, el que describen tus sueños… él no ha cruzado del todo al otro lado. Su muerte fue violenta y está atrapado en un ciclo de desesperación y obsesión. Su amor por Lidia fue su condena. Y ahora, al reconocerte, cree que puede continuar donde se quedó.
Elena sintió un nudo en la garganta. Las palabras de Teresa resonaban con una claridad aterradora. Estaba atrapada en una historia que no le pertenecía, y sin embargo, era incapaz de separarse de ella.
—¿Y Lidia? —susurró, sabiendo que esa pregunta no le traería consuelo.
Teresa bajó la mirada antes de responder.
—Lidia fue asesinada en circunstancias atroces. La ciudad nunca lo confirmó, pero se dice que la mataron por traición. Algunos afirman que su propio amante la llevó a una emboscada. Él murió poco después, pero su espíritu jamás abandonó este mundo. La historia ha sido olvidada por los vivos, pero los muertos tienen memoria, y la suya se aferra a este diario.
Elena se estremeció al escuchar esas palabras. Sentía que cada línea del diario, cada aparición del hombre, era un recordatorio de una historia maldita.
—¿Qué puedo hacer para detenerlo? —preguntó, desesperada.
Teresa guardó silencio un momento antes de responder.
—Debes encontrar el lugar donde Lidia murió y enfrentarlo. Solo allí podrás descubrir la verdad y cerrar el ciclo que une sus almas. Pero cuidado, Elena. Este tipo de espíritus son difíciles de liberar. Podrían intentar arrastrarte con ellos si sienten que los abandonas.
Esa misma noche, al volver a casa, Elena comenzó a buscar en archivos y viejas notas de periódicos. Finalmente, descubrió que Lidia había sido asesinada en los sótanos de un edificio abandonado en las afueras de la ciudad. Era el mismo sitio donde el diario había sido encontrado por casualidad. Sin pensarlo dos veces, Elena decidió que debía ir allí. Sabía que estaba poniendo su vida en riesgo, pero también entendía que no tenía otra opción.
La noche antes de su visita al edificio, el hombre con las cicatrices volvió a aparecer. Esta vez, su rostro no mostraba desesperación, sino una mezcla de ira y tristeza.
—No quiero perderte otra vez, Lidia —susurró, con una voz que resonaba como un eco en su mente—. Esta vez, tú vendrás conmigo.
Elena despertó de aquel sueño sintiendo que ya no podía escapar. Su conexión con Lidia era más fuerte que nunca, y la sombra de aquel amor oscuro y condenado la envolvía, arrastrándola cada vez más hacia el abismo de la historia que los muertos aún no habían olvidado.