La Practicante

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la Practicante

 

Todo el día estuve siguiendo los pasos de los médicos, lo único que he hecho importante en este lugar  fue buscar lapiceras que siempre pierden, rellenar registros y escuchar el “beep” agudo de las incubadoras de la neo. Siete bebes duermen en ellas, apacibles, cada cuna transparente con su monitores verdes, los cartelitos con el peso adornados con dibujos infantiles, la huella del pie diminuto,  nombre y fecha de su llegada al mundo. Solo dos tienen cúpula de oxigeno, pero están bien, los siete están bien. Muchos se han puesto amarillos y están bajo la lámpara indicada para eso.

En un rato llegaran las madres, todas en fila, con sus camisones  blanco y el pelo revuelto o atado con un gancho, todas tendrán su pulserita blanca igual que la de su bebe. Ya sé que gesto harán, entre angustia y ternura, algunas apretaran instintivamente las manos, o estiraran los brazos al verlos, es algo común, las madres tienen ese instinto de recuperar a su cría.

Tengo órdenes específicas, controlar el turno de visita desde el vidrio, evacuar alguna duda de las madres, y verificar que todas se retiren terminadas los 40 minutos de la visita. Aburrido. Solo los médicos residentes tocan las cunas y sus palabras son ordenes para las enfermeras, yo solo soy una practicante, me visto igual que ellos y ninguno me diferenciaría de un medico en un ascensor. Solo acá, acá ya me conocen, no tengo autoridad más que aquella que  me dan los médicos, esos semidioses para los que hay que tener todo perfecto y terminado cuando llegan, incluso ellas las damitas de rosado, las enfermeras, tienen más poder que yo aquí adentro. Aburrido y humillante.

Quiero probar ese poder, me he sentido mal toda esta jornada, me han despreciado hasta las cocineras que trajeron el café para los médicos, una me  ha dicho Acá u no puede darme ordenes Patricia, primero termina la carrera y después me das ordenes, cuando terminen el café lleva la bandeja a la cocina nena, el doctor sabe que yo no voy a volver y no le gusta que este desordenado en neo.

Cuando te humilla una, lo hacen todas. Los practicantes somos los juguetes de todas las clases, los bufones de por acá. Salvo los que caen bien, no es mi caso, yo he cometido varios errores y además no las trato bien, para mi ellas son tan despreciables como yo para ellas. Así que este trato es un vuelto a mi destrato también. Han puesto  en mi evaluación, problemas para relacionarse con el personal y me han llamado la atención por ser descuidada con la información que brindo a las familias, por eso no tengo autorización para hablar con las madres cuando ingresan, solo relleno papeles y miro detrás del vidrio. Todos en la neo estarán aliviados cuando termine hoy por la noche y ya no vuelva más, los he escuchado hablar de eso , hablar de mi frialdad y de mi falta de atención en sus aburridos procedimientos- No han sido amables, tampoco lo he sido yo, para mí solo son un escalón para terminar esta carrera, un trámite nada más. No los repito.

Todo Aburrido.  Todo tedio absoluto y el “beep” rutinario de las incubadoras, el trabajo más aburrido del mundo.  Ahí llegan, hay dos en silla de ruedas vienen con el suero sostenido por su marido, doloridas, ojerosas, sensibles, es que sacar de tu cuerpo una persona después de haberlo mantenido vivo durante nueve meses es una tarea épica. No sé como resisten, he asistido varios partos en mi estadía aquí, gritan, sudan, patalean, piden por sus madres, por sus dioses, algunas tardan horas retorciéndose en sus camas, ante la mirada incrédula de los cuidadores. Una batalla épica, y después cuando vuelven del quirófano con sus bebes en brazos, parecen haberlo olvidado todo, el dolor, la espera, el miedo, lucen radiantes, lucen brillantes, aunque cansadas.

Acá en neonatología es más tranquilo, sobretodo este enero pegajoso, siete bebes duermen en sus incubadoras, están bien los siete. Ahí llegan ellas, en fila, las enfermeras las acompañan una de esas damitas de rosa me hace seña con la mano, ven, ayuda Patricia temes que aprender. No debió decirlo así enfrente de las madres, no debió hacerlo, ninguna de ellas podría diferencian a un practicante de un medico, nos vestimos igual, acaso no se trata todo de disfraces y poses?, ¿acoso no se trata de parecer más que ser?, Le devuelvo la mirada la damita de rosa se ríe y me repite Trabaja Patricia, acompaña a las madres fíjate que todo esté bien. Estoy ofendida , pero aguanto golpeo la lapicera azul sobre mis papeles y me levanto, voy acompañar a las madres.

Una mujer joven rubia me pregunta si puede ver a su bebe, es la primera vez que viene a neo, no se mueve pero busca con la mirada a su bebe, me dice que nació anoche. Le tomo fríamente la muñeca y leo el nombre Luana Grandei habitación 307, ya se cual es el la bebe rosada y bella que está en la incubadora al final, está bien, es saludable pero nació unos días antes de la semana 37 por eso sumado a otros signos la trajeron a neo. La miro de arriba abajo, es joven y está nerviosa, expectante. Podría ser mi momento, mi desquite, podría, los doctores no volverán hasta después de esta ronda de visita, podría. Al fin y al cabo Patricia tiene que aprender ¿no?.

Le digo que vaya con su bebe, puntal en 40 minutos se evacua la neo y está perdiendo tiempo le señalo el reloj de la pared y la miro con desprecio, la joven rubia frunce el seño, no creo que le extrañe que yo la trate así, por lo general el trato en maternidad es así, las he visto a las señoras de rosado de maternidad, sus tratos son terribles, no las culpo, en ese momento de vulnerabilidad  de un ser humano ,ellas tienen el poder sobre todo con las primerizas, ellas saben cómo termina la historia, las madres solo pueden imaginárselo mientras sufre y sudan. Las he escuchado burlarse al pasarlas a las camillas con el cuerpo dormido por la epidural, Llama a Federico a esta no  puedo pasarla sola es enorme , la “Esta” pide perdón perdón, y la dama de rosado se ríe mientras la ignora, la ha humillado. ¿Con quién podría quejarse?, después de la emoción del nacimiento solo quieren irse con sus crías, la naturaleza les regala la amnesia del dolor insoportable, del miedo, del romperse en dos, de recordar que ellas fueron las poderosas no las damas de rosado, que limpian los deshechos de un parto, que sirven café como yo, que se atreven a humillar a un ser humano poderoso como esas madres solo porque no saben de su poder. Vine por las damas de rosa. Patricia tiene que aprender tanto.




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