Por mucho que intenté evitar los atascos, llegué a casa de Agatha con diez minutos de retraso. En el panel de intercomunicación marqué el número del apartamento deseado y un momento después escuché un melódico: "¿Quién es?".
-Soy Fernando, quiero decir, Benjamín, - dije aclarándome la garganta. - Tu marido.
La puerta respondió con una melodía característica y entré a la entrada. El edificio era muy común. Como aquel en el que vivimos mi madre y yo hasta que cumplí veinticinco años y comencé a recibir un buen dinero para sacar una hipoteca para un apartamento digno en un complejo residencial nuevo con patio cerrado.
- Buenos días, - saludé. - ¿Estás lista?
- Casi, - asintió Agatha, dejándome entrar al apartamento.
- ¿Estas son tus cosas? — pregunté, señalando la maleta y la bolsa de viaje que estaban en el pasillo.
- Sí. ¿Quieres un café?
Agatha fue a la cocina, por cuya puerta se asomó su hija, aparentemente temerosa de salir con un extraño en el pasillo. Por alguna razón no pensé en la niña en absoluto, o mejor dicho, no la imaginaba tan pequeña.
- Botoncito, te presento a Beni. Con él jugaremos el juego del que te hablé ayer, - dijo Agatha con una sonrisa increíblemente hermosa, mirando a su hija, que estaba aferrada a ella, mirándome con incredulidad. - Esta es mi hija Angelina, pero todos la llamamos Botoncito.
- Yo incluso sé por qué, - sonreí, prestando atención a los grandes ojos de la niña. - Bueno, Botoncito, ¿nos conoceremos?
Extendí mi mano para acariciar el cabello de mi nueva amiga, pero Angelina saltó de mi mano y se escondió detrás de su madre.
- No se lleva bien con la gente nueva, - explicó Agatha.
- Así será difícil desempeñar el papel de un padre amoroso, si ella comienza a alejarse de mí de esa manera.
- Intentaremos solucionar este problema. Botoncito sólo necesita tiempo para acostumbrarse a nueva persona.
- Está bien. Ya se me ocurrirá algo, - asentí, aunque por primera vez en muchos años mi voz carecía de la confianza habitual. En el trabajo era un experto en mi campo, pero en cuanto a los niños, aquí era un completo necio, porque nunca había tratado con ellos. Tampoco me esforcé por tener esa oportunidad antes. - Por cierto, Agatha, creo que deberías dejar de llamarme “Usted”. De lo contrario, podríamos caer en una situación incómoda.
- Bien. Bueno, Botoncito, ¿nos vamos? - Dijo la chica y tomó a la niña en sus brazos.
Tomé sus cosas. La chica miró alrededor del apartamento, comprobando una vez más que había apagado todo. Después de asegurarse de que todo estaba bien, ella y su hija salieron del umbral de su apartamento, sin olvidar coger una bolsa de basura. Me sonreí.
En el camino, Agatha me contó una leyenda ficticia sobre nuestra relación, para que tuviéramos una versión. De lo contrario, podríamos haber cometido un error en alguna cosita. Por ejemplo, cómo nos conocimos o dónde nos casamos. Siempre he abordado los casos de manera responsable. Y este también era un asunto mío, y tenía que prepararme minuciosamente para ello. Así que escuché atentamente, intentando no perderme ningún detalle.
- Disculpa, pero ¿dónde está el verdadero padre de Botoncito? - pregunté al final.
- Él no existe y nunca existió.
- ¿Cómo es esto? ¿Has realizado inseminación artificial? ¿Usaste un donante? - Me sorprendí.
- No, ¿qué va? No tendría suficiente dinero ni cerebro para tal cosa. - sonrió con tristeza. – Simplemente, un día me encontré en un lugar equivocado en el momento equivocado.
- ¿Como? ¿te violaron? - pregunté, temiendo escuchar una respuesta afirmativa, porque sabía de primera mano que era muy difícil comunicarse con las víctimas de este tipo de delitos.
- No, simplemente me equivoqué de la puerta. – Dijo y rápidamente cambio del tema, - No quiero recordar eso, mejor repasamos lo que te dije.
- No les dijiste nada a tus padres, ¿verdad?
- No. Tenía que inventar una historia más o menos creíble. - Ella sacudió su cabeza. - Mis familiares son personas muy morales y piadosas. Les resultaría incomprensible, que diera a luz sin estar casada. Además, era mi decisión.
- ¿Entonces quieres presentarme a ellos, como esposo, para explicarles la apariencia de Botoncito?
- Sí. Tuve que mentir que me casé con Benjamín, un corredor de seguros, que siempre está en viajes de negocio, por eso nos casamos en Bali. Por esa razón, no venía a casa los últimos tres años. Me creyeron, pero, parece, no mucho, porque esta vez me pusieron un ultimátum de presentar a Benjamín. - dijo Agatha con tristeza. - Lamento haberte metido en esto. No tuve otra opción.
En ese momento, Botoncito se cansó de viajar en el auto. La niña empezó a ser muy caprichosa y ninguna palabra de su madre podía calmarla. Agatha intentó todo lo que pudo para distraer a su hija, pero fue en vano. Tuvimos que hacer una parada en el pueblo por el que estábamos de paso. Salimos del auto, la niña se calmó y caminó hacia el parque con un árbol de Navidad. Agatha la siguió y luego yo.
Es extraño, pero ahora de repente comencé a mirar a esta joven de manera un poco diferente. A pesar de que el padre de Botoncito desapareció en una niebla, al igual que el mío, Agatha decidió convertirse en una madre soltera. A juzgar por el hecho de que los padres de Agatha no estaban al tanto de la situación de su hija, entonces, naturalmente, ella cargó en solitario con todas las dificultadas del cuidado de la niña. "Es bastante chocante, se ve tan delgada y pequeña. Al principio incluso pensé que tenía no más de dieciocho años. A primera vista parece débil e indefensa, pero en realidad es muy fuerte, porque a mi madre le ayudó bastante la familia de tía Lena". - Pensé y me acordé de mi mamá. - "No fue muy bien que tuviera que dejarla sola en Navidad. ¡¿Pero ella misma quería que yo encontrara una familia?! Así que estoy cumpliendo su deseo."