La predicción de Madame Clarice

Capítulo 9.

Lydia me llevó a una habitación que parecía más bien una oficina o una biblioteca, donde en un rincón, por alguna razón desconocida, había un piano blanco. No podía imaginarme a Walter ni siquiera a Lydia tocando la música. La mujer me señaló un sillón y se sentó en una silla cerca de la mesa.

- Dime, ¿de qué querías hablar?

- Sobre tu sobrina, sobre Agatha.

- ¿Le pasa algo a Angelina? - se asustó y se llevó la mano al corazón.

- ¿Entonces sabes que Agatha tiene una hija? - recordando que fue ella, quien insistió en abortar. - ¿Entonces explícame por qué no la ayudas? ¿Por qué nunca la visitaste? Por qué...

- Había razones para esto, - se sonrojó la mujer.

- Para escuchar estas razones viajé quinientas millas. Cuéntame. - Respondí bastante groseramente.

- Ella misma no quiso comunicarse con nosotros, por la vergüenza, pienso. Por eso no nos invitó ni a vuestra boda. - la mujer se levantó de la silla, se dirigió a la puerta y cerró con llave. - Walter quería lo mejor para ella. Le encontró un novio decente, hijo de uno de sus clientes, pero ella sólo pensaba en la música y en ese estúpido guitarrista del que se enamoró en su juventud. A lo mejor por eso se negó rotundamente a casarse. En un momento de desesperación, porque el padre no la escuchaba, tomó medidas extremas y se quedó embarazada. Pensaba que era el guitarrista, el padre de Angelina, pero luego me confesó, que se acostó con un chico de la capital, o sea contigo.

Escucharlo, me puse muy incómodo. Yo no le dije, que era su marido y él padre de su hija, pero seguro que por el nombre Lydia llegó a esa conclusión.

- Por estupidez y el miedo a Walter, le sugerí que abortara, pero ella se negó.

- ¿Cómo le ofreciste esto? El aborto es un pecado para gente tan creyente como vosotros, - me reí entre dientes.

- No lo sé, al parecer el diablo estaba confundiéndome y Walter seguía insistiendo en casarla con el hijo de su cliente. Entonces Agatha admitió que estaba embarazada. Hubo un escándalo terrible. De alguna manera logramos evitar el derramamiento de sangre. Walter la maldijo y echó de casa. Pensaba que por la mañana él se calmaría y la perdonaría, pero al día siguiente, tomando en secreto dinero de su padre, Agatha se escapó. No sabía que pensar, ni donde buscarla. – resopló la mujer, probablemente recordando aquello. - Es cierto que un par de meses después me llamó y dijo que se había casado contigo y había devuelto el dinero, que había tomado.

- ¿Y te calmaste con esto? - Me indigné. - ¿No te interesaba en absoluto cómo vive allí? ¿qué pasó con la niña?

- ¿Por qué? - Lydia se ofendió. - Le llamaba regularmente, incluso me mandó la foto de vuestra hija. Por cierto, es muy parecida a ti. Pero no podía desobedecer a mi hermano y visitarla. Solo cuando a Walter le diagnosticaron el cáncer, decidió hacer las paces con ella, le llamó él mismo y la invitó a pasar la Navidad aquí.

- ¿Walter está enfermo?

- Sí, tiene cáncer de páncreas, los médicos dicen que no le queda mucho tiempo, no aguantará hasta las siguientes Navidades. - suspiró Lydia. - Por eso ahora transfiere todos los asuntos de la empresa a su hija mayor. También recuerda a menudo a Agatha, aunque no lo admite. Ella era su favorita, la más joven. Angelina, la madre de Agatha, se ahogó en el río mientras la salvaba durante un huracán. Quizás por eso tenía tantos celos de ella y no de sus otras hijas. Al maldecirla, se maldijo a sí mismo, por eso se enfermó.

- Entonces, ¿llamó a Agatha antes de morir para que le perdonara sus pecados? - dije sarcásticamente.

- No, no lo creo. Sólo quería verla por última vez y conocerte a ti.

En ese momento escuchamos un alboroto en la casa. Lydia, tomando su chaqueta, salió de la habitación yo la seguí hasta el porche. Para ser honesto, pensé que el dueño de la casa había regresado, pero cuál fue mi sorpresa, cuando vi a Agatha y Botoncito entrando al patio, acompañados de Walter. No pude explicar lo que pasó después.

La niña, al verme, arrebató su mano de la de Agatha y corrió hacia mí gritando: “Papá”. Incluso me quedé atónito, pero Agatha logró agarrarla y tomarla en sus brazos. Pero nadie pudo detener al padre enojado y nuevamente recibí un puñetazo en la mandíbula. El sueño volvió a hacerse realidad.

- ¡Walter! ¡¿Estás loco?! ¿Vino a conocernos y lo atacaste con tus puños? ¿Es así como expresas tu hospitalidad? ¿Así es como recibes a tu yerno? – gritó la tía de Agatha.

Y de nuevo se colgó del cuello de Walter, tratando de calmar al hombre furioso. Agatha literalmente cayó en un estupor ante tal declaración y parpadeó confundida, sin entender lo que yo estaba haciendo aquí. Luego entregó a la niña que gritaba a las manos de su hermana y se arrodilló frente a mí, presionando la nieve fría contra mi cara.

- ¿Qué estás haciendo aquí? -  susurró.

- Estoy tratando de ayudarte. - Respondí.

- ¿Cómo descubriste esta dirección? - ella estaba sorprendida. - ¿Te mandó mi tía?

- Si, - mentí. - Y quiero ayudarte mejorar tu relación con tu familia.

- ¡¿Qué clase de marido es él?! - gritó Walter, intentando de liberarse de Lydia. - ¡Deshonró a mi hija!

Si Lydia no hubiera estado colgándose de él, me habría golpeado de nuevo, porque me estaba embistiendo con una mirada furiosa.

- No, papá, él es realmente mi marido, - de repente escuché la voz insegura de Agatha.

- No me mientas, si te acuestas con él, eso no lo convierte en tu marido. Solo Dios puede bendecir un matrimonio. - interrumpió su padre. - Es mejor que coges la niña y entras en la casa.

Pero Agatha siguió parada, aunque le quitó Botoncito de los brazos de su hermana.

- ¿Por qué le hablas así a tu hija? – pregunté a mi “suegro”. – Ella es mi mujer y merece respeto, incluso de su propio padre.

Walter se volvió hacia mí nuevamente.

- ¿Es tu coche? - Señaló con la cabeza a mi todoterreno, el único coche en el patio que no estaba oculto por la nieve.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.