La predicción de Madame Clarice

Capítulo 13.

Si me hubieran preguntado hace tres días, si había visto este vestido antes, no habría podido responder con total confianza. Pero después de la afirmación de Sebas de que en ese mismo momento yo estaba trabajando con Marc Miller, que fue para esa fiesta, donde drogaron a Agatha, yo contraté las chicas Cornelio, para que siguieran a ese idiota. De repente me di cuenta de que era este vestido el que llevaba la prostituta, con quien pasé la noche. ¿Cómo acabó este vestido en el armario de Agatha?

Me negué a entender que esa prostituta era Agatha. Mi cerebro no podía imaginar a una virgen modesta, algo reprimida y acomplejada, criada en una familia puritana, con una prostituta increíblemente liberada y muy hábil, que, por cierto, era rubia, a diferencia de Agatha. Recuerdo muy bien que después de aquella noche con ella, andaba en una especie de euforia durante dos días, incluso quise pedirle a Cornelio su número de teléfono, pero en el último momento cambié de opinión.

“Esto debe tener una explicación”, - pensé y tomando el vestido me dirigí a la cocina.

- Agatha, dime, ¿de quién es este vestido? -  pregunté.

- Es mío, - la chica se sonrojó, mirándolo, y me sentí mal por un momento. - O mejor dicho, no es mío, sino de un grupo musical.

- ¿En el que tocaba el guitarrista?

Agatha me miró sorprendida.

- Sí, tu tía me contó algo sobre tu vida pasada. - Mentí.

- ¿Y qué te dijo? - preguntó Agatha, hundiendo su mirada en la sartén para no mirarme.

- El hecho de que Botoncito, la hija de un desconocido, con quien te acostaste en el festival de música, rechazaste abortar y de casarte con el hijo de su socio. Por eso te peleaste con tu padre y él te echó de casa.

- Sí, precisamente por eso, pero ahora me llamó y me invitó a casa para Navidad.

- Dime, ¿llevabas este vestido aquella noche de fiesta? - Pregunté con voz ronca por la emoción.

- No lo recuerdo, - respondió ella, - lo más probable es que sí.

- ¿Eras rubia entonces?

- ¡No! Nunca me he tenido el pelo, - respondió.

- ¿Está seguro?

- Por supuesto, mi padre nunca me permitiría hacer esto. - sonrió.

"¡Gracias a Dios! Entonces no es ella". - Pensé con alivio y traté de no pensar más en el vestido. ¿Cuántos vestidos rojos se venden en todo el país cada día? Millones.

Después de la cena, Agatha preguntó a qué hora iríamos a casa de su padre. Se notaba que era muy emocionada, pero yo pensando que no pude reconciliar a padre e hija dos veces por varias razones, incluso yo fui hasta cierto punto el catalizador de sus desacuerdos, así que decidí que sería mejor para mí hablar primero con Walter a solas.

- Sabes, creo que primero será mejor que vaya yo mismo a hablar con tu padre.

- ¿Por qué? ¿Qué quieres decirle?

Agatha me miró sin entender nada.

- Créame, será mejor así. - dije con confianza. - Mañana ve de compras y busca unos regalos para tu familia.

- Ya los compré antes, - respondió Agatha. - Sabes, tengo la impresión de que me estás ocultando algo.

- ¿Por qué debería engañarte? – pregunté sonriendo, tratando de parecer más natural.

- No lo sé, pero esa mujer era muy rara y hablabais de mí.

- Sí, Madame Clarice es un poco rara, pero es comprensible. Ella es tarotista. Fue ella quien me aconsejó ir a visitar a tu padre y tener una conversación sincera, de hombre a hombre.

- ¡No me digas que crees en todas estas tonterías demoníacas! - Agatha se rio. - Pero en serio, estoy en contra, que vayas solo. Papá me llamó y me invitó. Quizás decidió perdonarme.

- Ciertamente. Por eso te compramos ropa nueva a ti y a Botoncito, - sonreí.

- ¿Para qué mi padre piense que todo está bien para mí?

- Sí.

- Gracias Fernando. - respondió y me besó en la mejilla, cuando estaba a punto de irme, luego de una agradable cena en compañía de Agatha y Botoncito.

Es extraño, pero me sentí muy cómodo con ellas. Tanto es así, que cuando regresé a casa no eché una bronca a mi madre por llamar a mis ex.

Al día siguiente recogí a Agatha y la niña y nos pusimos en camino. Todo salió como la primera vez, apenas llegamos a casa de Walter, Lydia nos recibió. Entramos al territorio de la casa y, cuando vi a un hombre corriendo hacia mí, entendí que ni aspecto muy elegante de Agatha impresionó su padre. Ya sabía lo que pasaría y estaba listo. El puño de Walter pasó volando cerca de mi cara, sin hacer me daño y él mismo acabó en un ventisquero.

- Agatha, entra a la casa, necesito hablar con tu padre a solas. - Ordené a mi “esposa”.

Pero ella permaneció de pie en el porche, abrazando a Botoncito, que nos miraba con miedo, aunque no lloraba. No quería volver a armar un escándalo delante de la niña, pero entendí que Walter no renunciaría a su idea de darme un puñetazo en la cara.

- ¡Ay, hijo de mala madre! - rugió el hombre y volvió a correr hacia mí, lo esquivé de nuevo y lo hice tropezar en un ventisquero.

- Lydia, por favor lleva a Agatha a casa, no quiero que mi hija vea esto. - Me volví hacia Lydia, dándome cuenta de que ella estaba a punto de detener al hombre aún más enfurecido. - No te preocupes, a Walter no le pasará nada malo.

Ella me entendió, arrastró a Agatha para dentro por la fuerza y ​​cerró la puerta. Me quedé solo con Walter.

- Puedes darme un puñetazo en la cara, pero perdona a Agatha. Créame, lo que pasó no fue su culpa en absoluto. Simplemente sucedió de esa manera... - No tuve tiempo de terminar, cuando Walter por fin logró llegar a mi cara.

- ¡Fuiste tú quien la sedujo! - gritó. - ¡Eres un demonio del infierno! No permitiré que estropees mi alma inocente y la de mi nieta. No dejaré que se vayan contigo.

- OK estoy de acuerdo. Ellos se quedarán contigo. - Estuve de acuerdo.

Walter se detuvo y me miró desconcertado.

- Pero primero tienes que prometerme que las harás felices y no hacer que me arrepienta de haberlas traído. - Expliqué.



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En el texto hay: humor, intriga misterio, amor romantica

Editado: 01.03.2024

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