Fernando.
- Cariño, llegué a un acuerdo con la clínica y Ágata te atenderá en nuestra casa. Esto te dará la oportunidad de acercarte a ella. - Dijo mamá entrando a mi habitación. - Aunque esto sólo será después de las vacaciones, ya que ella irá a pasar Navidad con su padre.
No tenía ninguna duda de que mi madre estaba nuevamente organizando vigorosamente mi vida personal sin preguntarme. Ya me he arrepentido cien veces de que ayer, habiendo caído en un fuerte estado emocional, probablemente agravado por los medicamentos y la aparición inesperada de una niña, le hablé de mi supuesta paternidad. Durante la noche me tranquilicé y ya no percibí la situación con tanta intensidad; o mejor dicho, esperaba convertirme en el padre de Botoncito, pero no en el marido de Agatha. Sólo mi madre se aferró a la oportunidad de recuperar a su nieta a cualquier precio y, al parecer, no iba a desviarse de este camino.
- ¿Estás otra vez con lo tuyo? ¿No fue suficiente para ti ponerme en una posición incómoda, para no decir, ridícula frente a mis amigas? Ahora quieres interferir en mis asuntos con Agatha. - dije con irritación.
- No interferir, sino ayudar. - me corrigió.
- No, mamá, eso se llama intervenir, ya que no tenía absolutamente ninguna intención de entablar ninguna relación con Agatha.
- ¿Cómo es esto? - Mamá se sorprendió. - ¿Qué pasa con Botoncito?
- Mamá, hasta que me haga una prueba de ADN y confirme que soy su padre biológico, no tengo derechos sobre esta niña. - Respondí.
- ¿Para qué? Debes hacer que Agatha se enamore de ti, entonces ella y la niña serán tuyas.
Sus palabras me parecieron muy ingenuas. Ella no entendía en absoluto que yo no tenía intención de casarme con Agatha ni con nadie más. Porque después de tantos años de comunicarme con el sexo femenino, me di cuenta de una cosa. Todas las necesidades de las mujeres en relación con los hombres se pueden reducir a una palabra: “DEBE”. Un hombre debe ser exitoso, rico, fiel, confiable, atractivo, decente... Y a mí no me gusta estar endeudado con alguien, las deudas cargan y crean problemas.
Una cosa es convertirme en padre de Botoncito y otra cosa ser un marido de Agatha. No podría hacerlo, porque no la amaba. O sea, la admiraba por su fuerza, por su moral y dedicación a ser madre, por sus logros, pero no la deseaba como mujer en absoluto. No podría imaginarla como aquella “prostituta” rubia, que entro en mi habitación del hotel aquella fatídica noche.
En ese momento, de repente recordé que yo ya había tenido una conversación similar con mi madre en uno de los días repetidos, así que pensé que todo lo que estaba pasando era solo otra versión.
- Mamá, lo que te dije ayer fue mi delirio por los sedantes y la anestesia.
Ella me miró atentamente.
- Bien. Tienes razón, primero debemos hacer una prueba de ADN. Pero aun así necesitarás ayuda. – respondió ella.
- No necesito ayuda, el médico dijo que el hueso está intacto y que los músculos y tendones curaran pronto, incluso podría ser mañana. - Me reí, pensando, que mañana todo se repetirá. - Además, puedo manejar bien las muletas. - añadí.
Para ser más convincente, tomé las muletas y salté torpemente a la ducha. Aunque rápidamente me di cuenta de que era muy difícil lavarme sin ayuda, pero no iba a rendirme y con cierta obstinación infantil no pedí ayuda a mi mama o algún sanitario. De alguna manera me enjaboné con una mano, tratando de no caerme. Pero mientras me ponía los calzoncillos, dejé caer las muletas con un sonido ensordecedor.
- ¿Necesitas ayuda, hijo? - Escuché la voz de mi madre.
- No. - Respondí.
- Está bien. Como quieres. - respondió ella de alguna manera con mucha calma. - llamó Sebas, ya nos está esperando en el estacionamiento subterráneo.
- Genial, entonces podemos irnos a casa. - Me alegré mucho y comencé a vestirme.
Esta vez no resistí y acepté la ayuda de mi madre y del celador, que trajo una silla de ruedas. Bajamos las escaleras, me metieron en el asiento trasero del auto de Sebas y nos dirigimos a casa. Mi amigo y asistente contó todos los detalles del incidente. Resultó que esos dos de Audi robaron una tienda e intentaron escapar, pero gracias a mis acciones la policía pudo detenerlos. Ya se había puesto en contacto con la compañía de seguros y se comprometieron a reparar mi coche lo antes posible, a pesar de las vacaciones.
- Estos idiotas de la policía quieren negar la responsabilidad por el accidente, pero es poco probable que lo consigan, envié un reclamo. ¿Qué estabas haciendo en esa zona?
- ¿No estaba ubicada allí la oficina del nuevo cliente?
- No, además, se negó a demandar a sus oponentes, ellos decidieron arreglar y llegaron a un acuerdo pacíficamente, - respondió, y nuevamente me surgió la duda de que todo esto era la realidad, y no otro “Día de la Marmota”, aunque esta vez nada parecía a los tres anteriores.
Miré mi reloj, miré el calendario y vi que todavía era 23 de diciembre. Para asegurarme de que todo terminara o continuara, necesitaba esperar hasta mañana por la mañana, así que no tomé ninguna medida con respecto a Agatha. Aunque no, miento. Intenté buscar alguna información en Internet, pero no encontré nada a nombre de Agatha Jacob ni a nombre de su padre, Walter Jacob. Esto me convenció aún más de que mañana me despertaría en mi coche en un atasco, ya que no conocía a ninguna persona real, sobre que el todopoderoso Google no supiera.
Pero a la mañana siguiente me despertó la voz de mi madre.
- Cariño, ¿puedo ayudarte a vestirte? El desayuno ya está en la mesa.
Abrí los ojos y me encontré en mi cama. Miré mi reloj. Era el 24 de diciembre. “¡¿Entonces todo se acabó?!” - Pensé con increíble alivio y alegría. Incluso quise saltar de la cama, pero un dolor agudo en la rodilla me recordó que, después de todo, había habido un accidente. Mamá entró corriendo a la habitación al escuchar mi grito desgarrador.