Fernando.
No me gustaban muchas cosas en la vida, pero odiaba, tal vez, sólo dos: cuando me engañaban y cuando me ponían en una posición incómoda, obligándome a jugar según las reglas de otra persona. Sin embargo, hoy también me odié a mí mismo, porque, en primer lugar, obligué a Sebas a llevarme a la casa de Agatha y, en segundo lugar, acepté sin luchar celebrar la Navidad en compañía de Alba y Botoncito. Sería más correcto escuchar el consejo de mi amigo y no hacer ningún movimiento repentino para acercarme a la niña hasta que reciba pruebas claras de mi participación en su nacimiento.
Pero después de ver esa foto, todos los planes se fueron al carajo, las escenas calientes de esa noche y esas conversaciones con Agatha en días repetidos comenzaron a surgir ante mis ojos nuevamente. Quizás esto fue lo que influyó en mi estado de ánimo blando. Ahora, por la noche, en lugar de cenar tranquilamente y leer un libro, acostado en la cama, me esperaba muy molesta velada. Tenía miedo de que mi madre me lavara el cerebro, su amiga podría hacerme las preguntas incómodas y no quería comunicarme con Botoncito, porque no sabía cómo reaccionar ante el comportamiento de la niña.
- Mamá, admítelo, ¿cómo te enteraste que la pupila de Alba es Agatha? - Le pregunté a mi madre cuando subimos a su auto.
- Ni siquiera lo sabía. – respondió ella. - La encontré en el centro comercial, cuando fui de compras con Claudia para la cena festiva. Allí estaba Alba con Botoncito, reconocí a la niña y empezamos a hablar. Luego me ofrecí a llevarlos a casa y envié a Claudia con las compras a casa en un taxi. Es el destino, hijo.
- La coincidencia. ¿Espero que no le hayas contado nada de lo que te dije sobre el incidente en el hotel? - pregunté con cuidado.
- ¿Crees que soy una tonta? Naturalmente, todavía no he dicho nada. Antes de hacer cualquier cosa, debes asegurarte de que ella sea tu hija. - Respondió mamá y sacó del bolsillo de su abrigo una bolsita con Chupa Chups.
- ¿Qué es esto? - No entendí.
- Es su ADN. Compré una bolsita especial en un quiosco para no contaminar la muestra. - añadió mamá con importancia.
- ¿Le quitaste el caramelo a la niña? ¡Mamá, me estás asustando!
- ¡¿A ti?! No me hagas reír. Tú también hacías las cosas así. Pero yo le cambie por una chocolatina, aquí todo lo que necesitas hacer es averiguar, si eres el padre de Botoncito o no. Aunque no tengo dudas. Ella es tu copia, tiene la misma forma de sonreír. - Mamá dijo. - Por eso decidí invitarlos a celebrar la Navidad con nosotros. La pobre niña ni siquiera tiene un árbol de Navidad.
- Está bien, vámonos a casa.
- No, necesito comprarle un regalo a la niña, - dijo y puso en marcha el auto.
- Mamá, ahora no, por favor. Estoy cansado y me duele la pierna otra vez.
- Es rápido.
- Conozco el tuyo “rápido", - murmuré. - Llévame entonces a la Clínica “Marshall”.
Ella me miró inquisitivamente, aparentemente quería preguntarme "por qué", pero rápidamente se dio cuenta de lo que estaban haciendo en "Marshall" y giró el auto en la dirección correcta.
- Mañana podemos ir a Castro.
- No iré, - sacudió la cabeza negativamente.
- ¿Por qué?
- Porque tengo una cita mañana.
- ¿Con quién?
- ¿Con quién, con quién? ¡Con chica! Que preguntas tan idiotas.
- ¿Cómo puedes salir con algunas chicas cuando tienes una familia? - la madre frunció el ceño.
No respondí nada, porque ya estaba llamado a mi amigo de la clínica “Marshall”. Él accedió a tomar el Chupa Chups como prueba, así que decidí no perder el tiempo y finalmente descubrir la verdad. Mamá me dejó en la clínica y se fue a una juguetería. Entré cojeando a la oficina de mi amigo, a quien le entregué el caramelo e hice mi prueba.
- ¡En quien no podía pensar, era en ti! - se rio, metiéndome un hisopo de algodón en la boca.
- Yo tampoco, - tarareé, pero cuando me sacó la varita de la boca, agregué. - Si no tuviera dudas, no me habría puesto en contacto contigo. Me gustaría mantener esto de incógnito por ahora.
- Ya veo, - respondió, metiendo la chupa chups en otro recipiente. - El resultado estará listo en una semana.
- ¿Puedes hacerlo más rápido?
- Si empezamos hoy, el tiempo más rápido será de cinco días.
- ¿Y aún más rápido?
- Más rápido, en 48 horas, lo único que puedo garantizar es el resultado preliminar de que no eres el padre, y en caso de dudas, no antes del viernes.
- Llámame tan pronto como reciba cualquier información.
- Bien.
- Gracias amigo, tengo una botella de coñac excelente para ti, - le agradecí y me fui.
Mamá no estaba por ningún lado, no contestó al teléfono y no tuve más remedio que ir a la cafetería más cercana. Pedí un café, saqué mi teléfono y comencé a leer y reenviar los mensajes de Feliz Navidad a mis amigos y clientes. Cuando llegué a un mensaje de Cornelio decidí llamarle.
- Gracias por los cumplidos. Tengo negocios para ti.
- ¿Cual?
- ¿Recuerdas la fiesta de Marc Mille, hace tres años?
- Ciertamente. ¿En que estas interesado?
- Sé que grabas todas las fiestas con tus chicas. ¿Puedes enviarme una copia de esta fiesta?
- Sabes que esta es una información muy confidencial. - dijo evasivamente.
- Sí, pero no nos conocemos desde hace un año. Necesito esta información personalmente, no se la voy a mostrar a nadie.
- No, es imposible.
Después de haber trabajado como abogado durante tantos años, entendí perfectamente que hay que pagar por cualquier información, así que pregunté:
- ¿Cuánto?
Cornelio guardó silencio por un momento y dijo:
- Cien mil.
- ¿Estás bromeando?
- No. Son cinco horas de vídeo y personajes muy famosos.
- No me importan los famosos, sólo me interesa una chica.
- ¿Cual?