La predicción de Madame Clarice

Capítulo 29.

Agatha.

Al salir de la biblioteca, me encontré cara a cara con mi segunda hermana, Stella.

- Vaya, ¡vaya!¡¿Qué gente decidió visitarnos?! – exclamó ella, pero no me abrazó y ni siquiera vi la alegría en su rostro. - ¿Viniste sola o con tu familia?

- Sola, - respondí, sin comprender la frialdad de mi hermana. - Fue un viaje no planificado.

- ¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí? - preguntó Stella con irritación.

- No lo sé todavía, - respondí evasivamente, aunque sabía muy bien que partiría mañana por la tarde, y añadí con una sonrisa. - ¿Ya quieres deshacerte de mí lo antes posible?

- Si fuera por mí, no te invitaría aquí en absoluto. Hace muchos años que no te interesa tu padre, ¡pero aquí vienes! ¿Tienes miedo de quedarte sin herencia?

- Ya veo que sólo piensas en la herencia, - dije irritada, porque entendí que no le agravaba verme en absoluto. - Personalmente, no me interesa mucho el dinero de la familia. A diferencia de algunas personas, yo puedo mantenerme por mí misma. Tengo un gran trabajo y un apartamento.

Eso era mentira, apartamiento era de Alba y mi trabajo no era una gran cosa, pero ¿Qué podría decirle?

- Por eso observo cómo te mantienes a ti misma. Es una pena ir a la iglesia así, con esta ropa. - dijo sarcásticamente mirándome de arriba abajo.

Fue desagradable para mí escuchar esto y, además, no entendía la actitud de Stella hacia mí. En realidad, debería ser yo quien estuviera enojado con ella. Después de todo, fue idea suya ir a esa fiesta. De repente sentí muy claramente que había cometido un error al volver a casa. Convencer a mi padre para que se sometiera a un nuevo examen y la operación ya me parecía una misión imposible, y pelear con mi hermana delante de los feligreses y de mi padre era completamente malo. Por eso decidí no ir a la iglesia, sino quedarme con mi tía y tratar de hablar con ella para que persuadiera a mi padre.

- ¿No vas a la iglesia? - preguntó Lydia saliendo de la cocina y secándose las manos en el delantal.

- No, prefiero ayudarte con la cena festiva.

- Por supuesto, si los vecinos te ven con esos harapos en la iglesia, volverán a chismorrear, - dijo sarcásticamente Stella, tomando al padre del brazo.

- No seas estúpida, Stella, - la hizo callar papá. - Agatha, hablaremos más tarde.

Mi hermana me miró enojada y llevó a mi padre a la puerta. María también salió de la habitación, me abrazó por los hombros, susurrándome que no le hiciera caso y los siguió al patio.

- Agatha, tu padre y yo somos muy culpables ante ti, - comenzó Lydia, cuando nos quedamos solas en la cocina. -  Entonces no deberíamos haber creído todo eso. Somos tu familia y deberíamos haber confiado en ti, pero al final...

- No importa lo que pasó, tenemos que pensar en el futuro. Vine a convencer a mi padre para que se operara. Su enfermedad es una prueba muy seria, pero se puede curar, sólo hace falta querer a luchar. ¿Dime por qué se niega? ¿Por qué considera que esto es un castigo celestial? ¿Es por mí?

- Sí. Porque después de que te maldijo, todo empezó a derrumbarse, incluso los negocios. María, por supuesto, lo está intentando a salvar, pero debido a la pérdida de ese dinero, Walter no pudo comprar ese almacén a tiempo y ahora tu ex prometido le exige una tarifa exorbitante.

- Incluso si no hubiera estado embarazada, no me habría casado con él y, en cuanto a dinero, no tomé ni un centavo. No sé quién los robó, pero no fui yo. - dije en voz baja.

- Perdónanos, Agatha. Hemos cometido muchos errores y, probablemente, por eso Dios nos está castigando. - dijo la tía.

- Tía, no digas eso… - Sacudí la cabeza y apreté la mano de Lydia. – No es un castigo de Dios, es la vida. Ya verás, que todo saldrá bien.

— Después de tu primera llamada, comencé a dudar de que tú cogiste el dinero. Y, en general, realmente lamenté haberte hablado con tanta grosería entonces. Debería preguntarte cómo estabas, saber dónde estabas, persuadirte a volver a casa, pero yo...

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Lydia y yo, incapaz de soportarlo, abracé a mi tía.

-El maldito dinero desapareció el día que te fuiste a la capital, dejándonos sólo una nota. Tu padre se sintió mal ese día. Llamamos a una ambulancia y fuimos al hospital. Incluso entonces los médicos recomendaron que lo examinaran, pero ya lo conoces, él se negó, diciendo que todo esto era una tontería.

 Mi tía se quitó las gafas, limpió nerviosamente los cristales empañados y luego se las volvió a poner, volviendo la mirada hacia mí.

- Estaba muy enojado contigo. Todos nos señalaron con el dedo después del escándalo y de tu embarazo, y por la desaparición del dinero también tuvimos problemas económicos. Nos prohibió cualquier comunicación contigo. Pero cuando le detectaron el cáncer, vio un sueño con tu madre, donde ella le dijo que eres inocente y lo regañó por abandonarte y maldecirte. Después de eso, se volvió muy deprimido, dejo de trabajar, rechazó todos los tratamientos médicos, cada día iba a la iglesia. Entonces se le metió en la cabeza que su enfermedad era un castigo de Dios y de tu madre.

- Son tonterías. Debe recuperarse y ayudar a María a salvar nuestro negocio. Por cierto, ¿Stella se casó? - pregunté, tratando de cambiar el tema desagradable.

- Sí. Se casó el año pasado con ese guitarrista que pensábamos era el padre de tu hija.

- ¿Con Sam? - exclamé, sin dar crédito a mis oídos, pero recordando el encuentro hostil con mi hermana, me di cuenta de que era verdad.

De hecho, durante esta estancia de medio día en mi casa, aprendí tantas cosas que ni siquiera podría imaginar en una pesadilla. Mi padre decidió morir, pensando que él era el culpable de todos los problemas, el negocio familiar está al borde de la quiebra, que María está tratando de salvar y, además, mi segunda hermana se casó con el hombre que amaba. ¿Lo amaba o todavía lo amo? Esta pregunta fue difícil de responder.



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En el texto hay: humor, intriga misterio, amor romantica

Editado: 01.03.2024

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