Fernando.
Mamá accedió a conducir el coche, Alba se sentó en el asiento trasero con Botoncito, a quien, aun dormida, fue envuelta en una manta y colocada en su regazo. Miré hacia adelante, recordando el camino que había tomado tres veces, ya sea en un sueño o en la realidad. Pero ahora ya no me preocupaba eso, o mejor dicho, ya no pensaba en lo que me pasaba. Lo único que me preocupaba en ese momento era cómo confesarle a Agatha que era yo quien estaba con ella en el hotel.
Mientras conducíamos, Alba dijo que Ágata le había mentido a su familia, que todo estaba bien en su vida y que se había casado con el padre de su hija.
- ¿Y a ella no se le ocurrió nada sobre su suegra? - se rio mamá.
- No. Tú no entiendes. No lo hizo para presumir, sino para que su familia no se preocupara por ella, - justificó Alba a su pupila.
- Entonces nos presentaremos como su familia política, - dijo mi madre con alegría, - y tú serás…
- La madrina de Botoncito. Por cierto, esto es verdad. - añadió Alba.
Al acercarnos al pueblo, indiqué el desvío hacia la casa de Walter.
- ¿Estás seguro de que esta es la casa del padre de Agatha? - preguntó Alba sorprendida. - Parece Falcon Cres.
- Y la valla es alta, para que la gente no vea, que hay dentro. Te dije que es como una secta. - añadió Alba.
- No sé, si es una secta o no, pero el teléfono indica que esta es la misma casa, - respondí, mirando alrededor de la gran casa de tres pisos, que era completamente diferente a la que había visto antes, y salí del auto. - Ahora preguntaré y lo descubriré.
Me acerqué con cuidado a la puerta, recordé cómo Walter me golpeó varias veces en la cara y me detuve. "Él no golpeará a un hombre con muletas, ¿verdad?" - Pensé calmándome, luego miré al auto y presioné el timbre. La puerta no se abrió durante mucho tiempo y ya pensé que estaba equivocado y que esta no era la casa de Walter en absoluto, aunque no había otras casas cerca, pero en ese momento se abrió la puerta y apareció Lydia.
- Disculpe, ¿eres Lydia, la hermana de Walter Jacob y tía de Agatha? - Pregunté, un poco estupefacto ante tal coincidencia.
- Sí. ¿Quién eres tú?
A juzgar por su rostro, no me reconoció en absoluto y no entendió lo que quería de ella un hombre con muletas.
- Soy el marido de Agatha. - Respondí, sin decir mi nombre por precaución, porque no sabía qué nombre se le ocurrió a Agatha para su marido, ¿Benjamín tal vez?
- ¡Eres el esposo de Agatha! ¡Esto es simplemente una sorpresa increíble! - exclamó Lydia y me abrazó. - Todos teníamos muchas ganas de conocerte, pero Agatha dijo que no podías venir. Ahora veo por qué. - Miró significativamente a mi pierna.
- Sí, no creía que pudiera conducir un coche, pero echaba de menos a mi mujer y mi madre me ayudó a estar al lado de mi esposa en un día así. - Respondí y señalé con la mano hacia el auto.
- ¡¿Tu madre está en el auto?!
- Sí, también están nuestra hija y su madrina. - Expliqué.
Mamá sacó la cabeza del auto.
- Esto es increíble, Agatha estará muy feliz de veros. - dijo y agitó las manos hacia su madre. - Entra al patio. Será mucho más cómodo aparcar aquí.
La tía de Agatha abrió la puerta de par en par, le mostró a mamá un lugar para estacionar y corrió a casa gritando que había llegado el marido y la familia de Agatha.
Mientras mamá, Alba y Botoncito salían del coche y descargaban bolsas con la ayuda de Lydia, entré en la casa. La gente ya había empezado a reunirse en el amplio salón. La primera que corrió hacia mí fue una joven de unos treinta años con una silla y me invitó a sentarme.
— Fernando, me alegro mucho de conocerte. Siéntate, estarás más cómodo en una silla que en un sofá. Soy la hermana mayor de Agatha, María.
Al escuchar mi nombre real, exhalé con alivio, pero inmediatamente pensé de donde Agatha sabía mi nombre, pero la mujer respondió de inmediato a mi pregunta silenciosa.
- Vi tu tarjeta de presentación que cayó del bolcillo de Agatha. ¿Eres un abogado? Tengo una petición para ti y necesito tu ayuda.
- María, deja de pensar en el trabajo en un día como este. Y no molestes a nuestro invitado. Primero, vamos a conocernos, - dijo un anciano, ayudando a mamá, Alba y Botoncito a entrar al salón y sentarse en el sofá. La niña, asustada por un público tan numeroso, se escondió detrás de Alba.
Para ser honesto, no reconocí a Walter a primera vista; no se parecía en nada al tipo que me golpeó en la cara. Ahora parecía un hombre claramente enfermo.
- Soy Walter, el padre de Agatha, - se presentó extendiéndome la mano.
- Es un placer conocerlos a todos, - asentí, estrechando la mano de mi suegro, - Mi nombre es Fernando. Soy el marido de Agatha y ella es mi madre.
Señalé a mi madre. En este momento al salón entró una pareje. Un hombre joven y una chica, vestida demasiado provocativo, para mi gusto.
- Soy Stella, la segunda hermana de Agatha, y este es mi marido. - dijo la chica con la voz melosa, que empezó a examinarme atentamente. - Agatha había dicho a nuestra tía que se casó, pero quién hubiera pensado…
- Entonces ni siquiera sabías del nacimiento de tu propia sobrina, - replicó Alba, conteniéndose con todas sus fuerzas para no contarles desde el mismo umbral todo lo que pensaba sobre ellos.
- Oh, por cierto, quiero presentaros a nuestra hija, Angelina, - dije. - Y esta es la amiga de mi madre y madrina de Angelina.
La niña se separó de Alba y se acercó a mí. La levanté, la senté en mi regazo y la besé en la coronilla. Ahora ella no tuvo miedo y miró a sus familiares con curiosidad.
- Tienes una hija muy hermosa, - dijo en voz baja el joven, el marido de Stella, sin quitar los ojos de la niña, que, habiéndose quitado el gorro, ahora estaba sentada con el pelo rubio despeinado. - ¿Qué edad tiene ella?
- Pronto cumplirá los tres años, - le respondí, pero no me gustó nada la forma en que miró a la niña, así que agregué. - Y sí, para excluir cualquier pregunta, te lo advierto enseguida - Lina tiene miedo a la gente que no conoce. Así que, por favor, no seas demasiado activo tratando de conocerla. Mejor aún, no te acerques a ella sin mí.