Fernando.
Por la noche, sin Stella y su marido, la cena en casa de Walter se desarrolló en un ambiente más relajado. Todos discutían unánimemente sobre el concierto espontáneo que me había perdido en la biblioteca. Sería divertido verlo. A esto siguió la declaración de Walter de que se había dado cuenta de muchas cosas, había aceptado ir al hospital mañana y finalmente ver a un médico.
- ¡Papá, esta es una decisión acertada! - exclamó Agatha. - Ya verás, mejorarás y todo irá bien.
- Todo es voluntad de Dios, - dijo él.
Alba lo miró con mirada tan severa que Walter se calló y no menciono al Dios para nada.
- Pero por la mañana me gustaría encontrarme con Fitz en la ciudad. Fernando no te importará mucho acompañarme. – se dirigió a mí. – Me gustaría primero darle una impresión que voy en serio.
- No, por supuesto te acompañaré, - sonreí, imaginando el papel que tendría que desempeñar.
- Yo también iré con vosotros, - nos apoyó Alba. - ¿Qué pasa si cambias de opinión acerca de ir al hospital?
- ¿Cómo es esto? ¿No volveréis a la capital mañana por la mañana? - preguntó Agatha con sorpresa.
- Quizás más tarde. - Respondió Alba y se volvió hacia Walter, riéndose, - No nos echarás de casa, ¿verdad?
- Piensas tan mal de mí, Bambina, - le sonrió. - Mi casa es tu casa.
“Claramente hay algo entre ellos, están coqueteando o yo no entiendo nada en esta vida”, - pensé, mirando a la extraña pareja. Aunque no solo yo estaba tan intrigado, mirándolos.
- ¡Pero tengo que ir a trabajar mañana! Si tomo el tren de la mañana llegaré tarde. - explicó Agatha, claramente nerviosa y enojada a la vez, porque parece que todo el mundo estaba más interesado en ligue de Alba y Walter.
- No te preocupes, mañana llamaré a tu jefa y le explicaré todo. – dijo mi madre y giñó el ojo a su amiga. – Podemos estar aquí tanto como necesita.
- No, me llamaré yo misma. - dijo Agatha palideciendo un poco.
Para ser honesto, no entendía qué era lo que tanto molestaba a mi “esposa”. Mi madre pagó la asistencia médica domiciliaria para mí, aunque todavía no la he usado, por lo que Agatha no debería tener ningún problema en el trabajo. Lo más probable es que simplemente se sintiera incómoda estando en la casa de su padre. Tampoco yo quería quedarme aquí por mucho tiempo, pero no podía negar la ayuda a Walter y María. Además, me intrigaban muchas cosas que pasaban a mi alrededor y era mejor desvelar todo esto estando aquí.
Después de la cena, todos se quedaron a jugar a las cartas y le pedí a María que trajera la computadora a la habitación de Agatha, diciéndole que quería trabajar un poco. Me costó subir las escaleras, pero bajarlas fue aún peor. Ella aceptó felizmente y me hizo la vida más fácil ya que decidí ver el video enviado por Cornelio en la pantalla grande para comprender mejor lo que sucedió en el hotel.
Al quedarme solo, volví a ver el video, lo miré hasta el final, pero todavía no entendía cuándo ni quién le dio la droga a Agatha. A lo largo de todo el vídeo, solo bebió jugo de naranja, que dejó sin supervisión solo una vez, cuando fue al baño con una amiga. Pero Stella no lo tocó; estaba sentada al otro lado de la barra. Regresé al momento de su baile frente a Sam. Aumenté su rostro; brillaba con una felicidad tan indescriptible que la duda se apoderó de mi mente. ¿Qué pasa, si le dieron la droga antes?
En ese momento recordé las palabras de Stella de que Sam me ayudó con Agatha. Quizás le dio la droga a Agatha, esperando así lograr intimidad con ella. De hecho, no es el primero ni será el último en recurrir a métodos tan sucios para conseguir lo que quiere. Además, sabía muy bien sobre el próximo compromiso de Agatha y el hijo de Fitz. No tenía ninguna duda de que él mismo quería casarse con ella, ya que una mirada amorosa no se puede fingir. Así es exactamente como él la miraba a Agatha.
Encendí el video nuevamente, observando cada movimiento de Sam más de cerca. Si le dio algo, lo más probable es que fuera antes de ese baile. Pero él ni siquiera tocó su vaso de jugo de naranja, aunque le guiñó un ojo a su amigo, a quien Stella se acercó antes de marchar a la zona VIP. Naturalmente, esta era una evidencia débil, así que llamé a Cornelio y le pedí que me enviara extractos de video donde aparecían Stella y Sam. Aceptó a regañadientes enviarme el vídeo mañana por la mañana, sólo después de que le transfiriera quinientos dólares por el anterior.
Después de eso decidí buscar información sobre Robert Fitz, aunque no esperaba encontrar nada que valiera la pena, ya que supuse que era un pequeño empresario local. Para mi sorpresa, resultó ser el dueño de la misma marca de productos lácteos que amaba mi madre, lo que significó mucha facturación y, como resultado, mucho dinero.
¿Por qué necesitaba aumentar el alquiler de un almacén? ¿Era realmente tan codicioso? ¿O todavía no perdonó a Walter y Agatha? No conocía sus planes exactos, pero estaba seguro de que definitivamente no le gustaría el alboroto público y los litigios, especialmente cuando la agencia de impuestos comenzara a funcionar en su contra. Habiendo trabajado como abogado durante tantos años, no he visto ningún millonario honesto que no oculte sus ingresos.
- ¿Sigues trabajando? - preguntó Agatha cuando regresó a su habitación.
- No, ya terminé. ¿De qué querías hablar?
- No queda nada de qué hablar. - dijo, acercándose al espejo. – Ya me aclaré todo.
Se quitó la goma elástica con un solo movimiento, después de lo cual su cabello oscuro y rizado cayó sobre sus hombros. Agatha sacó una toalla y un pijama del armario y se dirigió a la ducha.
Ella ya había regresado a la habitación con pantalones cortos y una camiseta, encima de la cual había una bata.
- ¿Ahora puedo ir a la ducha? - pregunté, pensando que ahora podría lavarme, ponerme ropa cómoda y relajarme.