Agatha.
- ¡Ah Dios mío! El tatuaje es el mismo. - exclamé, pero aun tratando de aferrarme a la última esperanza de que todo esto no fuera cierto, pregunté: - ¿Dijiste que no estabas en la fiesta?
- Yo no estaba allí. Estaba en la habitación a donde entraste. - Escuché mi veredicto.
- Entiendo. - susurré, me levanté lentamente de la silla para no desmayarme enseguida y me dirigí a la puerta.
- ¡Espera! - gritó, intentando detenerme.
- No, por favor. Déjame ir, - rogué al darme cuenta de que no podía soportarlo más.
El shock psicológico que me cubrió con una descarga fatal parecía haber derretido al menos una cuarta parte de mis terminaciones nerviosas y de un tercio de mis células cerebrales, aparte la vergüenza seguía ardiendo en mi conciencia aquellas pocas escenas de esa noche con él que recordaba. Se me hizo insoportable estar en el mismo espacio con Fernando, de repente comencé a sentir falta de aire, como si me hubieran cortado el oxígeno. Simplemente ya no podía controlar mi reacción ante las palabras que oía y las imágenes que veía, y no sabía cómo pararlo.
Literalmente me estaba asfixiando. Necesitaba aire. Después de arrancar mi abrigo del gancho de la percha, inmediatamente salté a la calle y corrí, sin darme la vuelta, sin permitir que en mi cabeza entrará un solo pensamiento de que mi hija se había quedado en casa.
No supe cuánto tiempo estuve corriendo hacia ninguna parte, pero sólo me desperté después de resbalar y caer sobre el asfalto helado. Probablemente así es como todos los hipnotizadores profesionales sacan del trance sus víctimas. Con un chasquido de dedos o una palabra clave especial. Sólo en mi caso eso pasó con un dolor insoportable en la rodilla y la mano, con que intenté no caer de la cara.
Ese dolor encendió mi cerebro. Ahora parece que me he despertado repentinamente, saliendo muy rápidamente a la superficie de una realidad aleccionadora. Me levanté, frotándome la rodilla dolorida y, cojeando llegué hasta el primer banco, me senté sin siquiera quitarle la nieve. Las lágrimas brotaron de los ojos, pero no por dolor físico, sino quizás debido a temores intensificados y una sensación de pánico de autocompasión.
No lo ocultaré, a pesar de las palabras de Fernando e imágenes que vi, no estaba del todo claro para mí por qué Sam hizo esto. Fue increíblemente insultante que después de todo Sam me acusara de acostarme con un desconocido y quedarme embarazada, cuando todo esto fue sólo su culpa. ¡Si no fuera por la droga que me dio, nada de esto hubiera pasado! Me culpó por su error y coincidencias fatales. ¿Fueron las coincidencias?
De repente recordé claramente como me dijo que fuera a su habitación y le esperara allí, pero él fue con Stella a ver a ese músico de rock. Después de haberme drogado para aprovecharse mi estado inconsciente, decidió sin embargo que lo más importante para él era la oportunidad de conocer a esa estrella del Rock y tratar de complacerlo con sus habilidades como guitarrista. Por supuesto, Sam soñaba con ser músico, pensando que era un gran guitarrista. Mi comprensión de que nada funcionó para Sam ni con el músico ni conmigo provocó una risa histérica. ¡Dios, cómo podría amar a un bastardo así!
¡Pero qué inteligente era Stella! ¡Calculó todo correctamente! ¡Aunque yo ni siquiera podía imaginar que ella también estuviera enamorada de Sam! A juzgar por su interpretación perfecta de interés por Ben, no debería haber desechado su carrera como actriz. ¿Pero cómo sabía lo que Sam iba a hacer? ¿Cómo logró convencer al músico para que lo escuchara? De hecho, debería haberle estado agradecida por salvarme de un bastardo, así como Sam, pero sentí un regusto desagradable en mi alma por las acciones de mi hermana.
Ahora entendí las palabras de Sam de que Stella lo obligó a casarse con ella mediante chantaje. Al imaginar que podría pasar esa noche con Sam y quedarme embarazada de él, me estremecí de disgusto. "Todo lo que sucede es para mejor. Al parecer el mismo Dios me sacó de este error. Es mejor para mí saber que el padre de Botoncito resultó ser Fernando". - Pensé y mis pensamientos me llevaron en una dirección completamente diferente, pero no menos peligrosa.
En ese momento me di cuenta de que no en vano Fernando apareció en mi vida. Todas las increíbles coincidencias, que ingenuamente consideraba aleatorias, de repente comenzaron a tomar forma en un plan insidioso para alejarme de mi hija. ¿Él sabía que Lina es su hija? ¿Qué pretendía con esto?
Lo más probable era que su madre conociera mi historia gracias a Alba. ¿Quizás Elisa, como una serpiente, se deslizó especialmente en el bondadoso corazón de mi amiga, para sacar esa información? Luego le contó todo lo que aprendió a su hijo. Él comparó los hechos y las fechas, pero para asegurarse de que yo fuera la misma "prostituta" del hotel, vino a verme. Solo para pensar que alguien podría confundirme con esas mujeres, me hizo mal.
Eso me explicaba la inesperada aparición de Fernando en esa carretera cerca de la casa de Alba. Recordaba cómo estaba aparcado allí y me salvó, porque me reconoció. Después de todo, a diferencia de mí, ¡él debería recordar todo!
Luego los dos hicieron una trampa y obligaron a Alba con mi niña a venir aquí para que yo perdiera la vigilancia por problemas con mi padre y sospechas de Sam y Stella. Eso les daba posibilidad de fácilmente secuestrar a mi hija.
“Por eso Elisa pasa todo el tiempo con Botoncitos. ¡¿Quiere que la niña se encariñara con ella y perdiera el miedo?!” - Los pensamientos locos me atravesaron el cerebro como caballos desbocados, los que me asustaron muchísimo.
En ese momento yo estaba segura de que Fernando y su madre inventaron toda esta trama para quitarme a Botoncito. Para ser honesta, mis sospechas y temores no eran del todo infundados y descabellados. Él mismo dijo que no le interesaban relaciones serias con mujeres, pero los hijos eran un asunto completamente diferente, ya que él mismo creció sin padre y no permitiría que su hijo pasara por esto.