Fernando.
De hecho, no quería hablar del tema serio, mientras las vacas mugían, pero no discutí. Aparentemente, Agatha no solo estaba completamente confundida, sino con pánico. Por eso salió corriendo a la calle como loca y yo tuve que tomar el auto de mi mamá y manejar con una pierna dolorida para buscarla por toda la zona. Gracias a Dios lo encontré rápidamente.
Por un lado, la entendí. No todo el mundo puede descubrir tantas cosas poco atractivas sobre sus seres queridos en un día, y además descubrir que ella estuvo conmigo esa noche y que Botoncito es mi hija. Por otro lado, simplemente me enfureció que ella decidiera que yo quería quitarle a su hija. ¡Nunca tuve un pensamiento tan loco en mi cabeza! Una cosa es comunicarme con mi hija y otra, criarla solo y tener constantes problemas con su madre. ¡No, no necesito ese tipo de alegría!
Conducía el coche siguiendo las indicaciones de Agatha y de repente ella preguntó:
- ¿Cómo me encontraste?
Me di cuenta de que no tenía una respuesta lógica y normal a su pregunta. Pero sin esta respuesta, nuestra conversación no funcionaría. Consideré peligroso mentirle ahora, ya que Agatha sentiría cualquier falsedad, después de todo lo que aprendió hoy, pero mi verdad no fue del todo adecuada. ¿Cómo puedo contarle sobre mis “días de la marmota”? ¿Ella creerá en esto?
Yo reduje la velocidad y detuve el coche a un lado de la carretera. Agatha se mostró cautelosa.
- ¿Crees en los milagros? – pregunté, decidido contarle todo lo que me pasó.
- No me hagas el tonto. ¿Cuéntame cómo me encontraste? ¿Alba te lo dijo?
Pensé por un minuto en la respuesta. Se podría decir que Alba nos contó toda la información sobre ella a mamá y a mí durante la cena de Navidad, pero mi plan era mucho mejor. Tenía que demostrarle a ella, o a mí mismo, que los milagros ocurren.
- No, Alba no tiene nada que ver, o mejor dicho, algunas de sus declaraciones sobre ti solo confirmaron lo que me pasó. - Comencé mi historia. - Hace cinco días atrás ni siquiera pensaba en ti e ignoraba por completo que tenía una hija.
- ¡¿Así?! Es muy interesante. - exclamó ella.
- Sí. Todo empezó con mi visita a una mujer extraña, Madame Clarice. El caso es que mi madre tenía muchas ganas de que me casara y no encontró nada más interesante que acudir a esa adivina o tarotista, no sé cómo llamarla correctamente. Ella dijo a mi mamá que yo conocería a mi familia antes de Navidad. Es decir, una familia, y no sólo una mujer de mis sueños. Mamá empezó a llamar a todas mis amigas con declaraciones muy provocativas, lo que me obligó a actuar. Fui a ver a Madame Clarice con la esperanza de que admitiera ante mi madre que simplemente la había engañado. Pero la adivina se limitó a confirmar sus palabras y pidió tiempo hasta la Navidad. Estuve de acuerdo porque no le creía.
- ¿No entiendo por qué me cuentas todo esto? ¿Crees que creeré que fue la adivina quien te dijo la dirección de mi padre? - Agatha me interrumpió con disgusto.
- Lo siento, pero esto es importante, porque después de eso empezó lo inexplicable. Incluso hablé con una psicóloga sobre este tema, pensé que me estaba volviendo loco.
- Okay. Continua. - ella estuvo de acuerdo, aunque se notaba que ella no tenía paciencia de escuchar mi larga versión de los hechos.
- Después de esta visita fui a ver a un nuevo cliente, pero de alguna manera extraña terminé en tu calle y sin darme cuenta te atropellé con mi auto en ese mismo cruce.
- ¡¿Qué?! No pasó nada de eso.
- Sí, pasó así en mi primer día de marmota, pero ellos pasaron solo para mí, no para los demás. Por eso no lo recuerdes como te caíste y te desmayaste. Así que te levanté y te puse en mi auto para llevarte al hospital, pero te negaste y me pediste que hiciera el papel de tu esposo frente a tu familia en estas Navidades.
Los ojos de Agatha se abrieron cada vez más con cada palabra posterior. Le conté todo lo que me pasó durante estos “días de la marmota”.
- Es exactamente por eso que me encontré cerca de esa calle otra vez. – casi terminé. - Cuando vi cómo ese Audi corría hacia ti a una velocidad vertiginosa, puse mi auto al golpe, para salvarte. En ese momento no pensé en el peligro al que me estaba exponiendo, porque no podía permitir que mi hija se quedara sin su madre. Pero tú pensaste que quería quitarte a Botoncito.
- Pensé que habías venido allí para asegurarte de que yo era esa “prostituta”.
- No, para ser honesto, no te reconocí en absoluto.
- ¿He cambiado tanto?
- No, ese no es el punto. Es solo que tu verdadera apariencia no se parece en nada a aquella rubia con un vestido rojo que bailaba tan eróticamente, - sonreí.
- No entiendo nada. ¿Cómo se puede explicar esto? - ella sacudió su cabeza.
- No lo sé. ¿Serán estos los trucos de Papá Noel? - Me reí.
- ¿O tal vez esta sea tu mentira? - Ella me miró con incredulidad.
- Vale, uno de esos días dijiste que le mentiste a Lydia, cuando ibas a aquel festival del rock con los amigos. Pediste permiso para ir a la ciudad con tu hermana, supuestamente para comprar un vestido para el compromiso con el hijo de Fitz. ¿Esto es cierto?
- Sí, pero pudiste haber escuchado esta información de Lydia o María, o de mi padre.
- Okay. ¿Dijiste que no recordabas a la persona con la que pasaste la noche, sólo el tatuaje en su hombro?
- Te lo dije yo misma. - ella se sonrojó.
- Bien. Tomemos algo que no habría aprendido de tu familia. Vayamos al burdel donde teníamos que pasar la noche. Si él está en ese mismo lugar, entonces demostraré que no estoy mintiendo.
- No. Eso no probará nada. Quizás lo hayas visto cuando fuiste a la ciudad con mi padre por la mañana.
- Pero no pude conocer a la chica que nos ofreció su habitación. - Hice mi último intento por convencerla.
- No. Ya no me importa cómo me encontraste. - ella lo rechazó. - Me interesa ¿Qué vas a hacer ahora?