Fernando.
¿Qué podría decir? ¡Esta fue una sorpresa de sorpresas! Nunca hubiera sospechado de María. Desde el principio me pareció muy honesta, inteligente y franca, aunque ocultó su relación con Robert. ¡Quién sabe qué clase de amor tendrán ellos! No era asunto mío y estaba menos indicado para condenarla, ya que yo mismo tenía una relación muy extraña con Agatha.
En realidad, sospechaba de Stella y Lydia. De una por su odio demasiado manifiesto hacia Agatha y de la otra por una posición demasiado justa y correcta, que, sin embargo, no era diferente de la posición de Walter. ¿Me pregunto quiénes fueron sus padres?
- ¿Tú? - exclamó Walter.
- Sí, pero no lo hizo por voluntad propia, fue engañada. Aquí tenéis un cheque por los quinientos mil que se llevó María y, a modo de disculpa, una escritura de donación del almacén para tu empresa. - Respondió Fitz con calma y puso algunos papeles en una carpeta sobre la mesa frente al padre de Agatha. - Lo siento, no puedo devolverte el terreno, tengo otros planes para ello.
Walter enojado, abrió la carpeta, sacó unos documentos y los arrojó fuera de la mesa para que cayeran al suelo.
- ¡¿Estás intentando comprarme?! ¡Pervertido! ¡No dejaré que la arruines! - gritó como loco el padre de Agatha.
Sospechaba que Walter tenía problemas con los nervios, pero ni siquiera podía imaginar que su relación con Fitz estuviera tan dañada. Algo me dijo que no se trataba en absoluto de María, aunque podía estar equivocado. Pero el gesto de devolver el dinero y regalar el almacén estuvo más allá de todo elogio.
- Papá, tengo treinta años. Tengo derecho a decidir por mí misma qué hacer. Sólo vine a recoger mis cosas. - dijo María nerviosamente. - Mañana te devolveré todos los poderes sobre empresa, porque el notario no trabajó hoy.
- ¡María! ¡No tienes idea con quién te estás metiendo! - Walter saltó de su asiento y corrió hacia su hija, pero Robert le bloqueó el camino hacia la chica. - No está creado para la vida familiar. Él nunca...
- No vale la pena, Walter. - Lo interrumpió Fitz. - Ella sabe todo. Tus palabras no cambiarán nada. Me casaré con ella con o sin tu consentimiento. - Dijo Fitz con firmeza y recibió una mirada de apoyo de mi parte.
No tenía idea de quién era realmente ni qué escondía, pero su comportamiento me dio un sentimiento de respeto, especialmente cuando entendí toda la esencia de Walter. Esto es lo que debería hacer un verdadero hombre - proteger a su mujer. Robert agarró a Walter del brazo y casi a la fuerza lo condujo a la biblioteca, probablemente para no provocar a otras personas sentadas a la mesa un nerviosamente innecesaria. Mecánicamente, tomé la mano de Agatha y la apreté, tratando también de proteger la mí “esposa” de esta manera.
Todas que estaban alrededor mía estaban sentados con la boca abierta, sin entender en absoluto lo que estaba ocurriendo. Miré a Sam, que estaba sentado con la cabeza hundida en el plato y parecía completamente desinteresado en lo que sucedía a su alrededor. Stella estaba buscando algo en su teléfono. En ese momento, María se acercó a Agatha, quien quedó atónita por la confesión de su hermana no menos que todos los demás.
- Tata, sé que tienes derecho a odiarme, pero créeme, no tuve otra opción. – dijo María arrodillándose frente a su hermana. - Lo hice por el bien de la persona que amo más que la vida misma. Estoy segura de que harías lo mismo por Fernando. - La chica me miró rápidamente. - Por supuesto, tenía que confesar, pero luego tendría que revelarle a papá que amo a Robert.
- ¿Por qué Robert necesitaba dinero? ¿Es mucho más rico que nosotros? - preguntó Agatha, levantando a María y perece, aun no entendió hasta el final, que hizo su hermana.
- Es una larga historia. – respondió ella. - Créeme, no quería hacerte daño en absoluto. Pensé que tomaste el resto del dinero para instalarte en la capital, así que decidí que no te importaría, que no dijera nada.
- ¿Qué parte del dinero? - exclamó Agatha. - ¡No tomé ni un centavo!
- Yo tomé cien mil. - respondió Lydia en voz baja.
Si antes pensaba que esta casa parecía a un manicomio bajo el yugo de un manipulador religioso, ahora estaba seguro de que se podría convertir en un centro de prisión preventiva. Nunca había visto tantos casos penales comprendidos en la ley en una sola familia. Parece que no deberías dejar objetos de valor a la vista aquí.
- ¿Tú? Tía, ¿por qué? - María se sorprendió.
Agatha miró a sus familiares en estado de shock y se limitó a abrir la boca sin emitir ningún sonido, como un pez arrojado a la orilla. Me levanté y la abracé por los hombros, dándome cuenta de que un poco más y ella explotaría en histeria.
- No sabía que a Walter le daría por fingir un cáncer y pensaba que podría ir a África, así que aproveché este dinero para encargar vacunas contra la malaria y otras enfermedades para todos los miembros de la misión. Quería contarle esto a mi hermano un poco más tarde, pero todo empezó a suceder demasiado rápido. Primero, Agatha admitió que estaba embarazada, luego se escapó, luego el ataque de Walter, luego… no tuve tiempo. - se justificó Lydia.
- Okey, tía. Lo tuyo es comprensible. Pero, ¿Quién se llevó otros cuatrocientos mil? - María se sorprendió y miró a Stella y Sam.
En ese momento, Agatha se echó a reír histéricamente.
¡Jajaja! ¡Todas vosotras robasteis el dinero, pero me culpasteis a mí! ¿¡Sois mi familia?!
La abracé y acerqué hacia mí, tratando de calmarla. Botoncito escuchó o sintió que algo malo le estaba pasando a su madre, levantó la vista del juguete, miró a Agatha y comenzó a llorar.
-Mamá, llévate a Botoncito arriba, - ordené, dándome cuenta de que no podría calmar a dos de mis niñas a la vez.
Mamá se levantó y quiso llevar a su nieta a su habitación.
- ¡No! ¡Nos vamos a casa ahora mismo! - exclamó Agatha, soltándose de mi abrazo e intentando quitar a Botoncito de las manos de mi madre.