La predicción de Madame Clarice

Capítulo 59.

Fernando.

Mamá, Botoncito y yo nos subimos al coche. Pero después de salir del aparcamiento subterráneo, mi madre condujo el coche hacia el centro de la ciudad.

- ¿Qué estás planeando? -  pregunté.

- No hemos podido ver la ciudad por segundo día, y además Botoncito y yo queríamos comprarle una novia a Pinky. ¿De verdad, mi sol? - dijo mirando por el retrovisor a su nieta. Ella se rio alegremente.

- Mamá, ¿no crees que has empezado a malcriar a tu nieta a un ritmo increíblemente rápido? - Sonreí.

- Querido hijo, sólo estoy tratando de ponerme al día. Por cierto, mimar a los nietos es la responsabilidad más directa de las abuelas. - respondió alegremente y añadió después de pensar un poco. - Si te resulta difícil caminar con nosotros, te dejaremos en algún centro comercial o en la cafetería.

No pude resistirme a las dos mujeres más importantes de mi vida, así que fui con ellas a la ciudad vieja.

 Antes del Año Nuevo, estaba decorado con tan buen gusto que incluso yo me dejaba sin aliento, por no hablar de Botoncito. En la calle que conduce a la plaza central se alineaban árboles vestidos con guirnaldas brillantes, en todo el perímetro había muchas decoraciones de colores que simbolizaban la llegada del nuevo año y, por supuesto, en el centro había un enorme árbol de Navidad.

Resultó que esa tarde había una especie de concierto para niños. Personas vestidas como personajes de Disney divirtieron a los niños. Mi hija, o más bien mi madre, tampoco se hizo a un lado y se metió en el meollo de la cosa. Me negué prudentemente, prefiriendo esperarlas en el banquillo.

De repente mi mirada se posó en el cartel de una joyería muy famosa e inmediatamente surgió en mi cabeza la idea de comprarle un anillo a Agatha. Por alguna razón, siempre me pareció que proponerle matrimonio a alguna chica sería una tarea más difícil para mí. Y no solo porque mi relación pasada con mi ex me quitó todo el deseo de hacerlo, sino que pensé que no lo haría bien y no sería recordado para la chica, ya que no soy una persona romántica en absoluto. Que es exactamente lo que pasó anoche. Por lo tanto, decidí abordar detenidamente la elección del anillo.

Antes de esto, nunca tuve que ocuparme de la elección de los anillos, y todos mis conocimientos se limitaban sólo a la forma redonda, el metal caro y el diamante, ya que prefería regalar a mis amigas aretes, colgantes y relojes. Al entrar a la tienda, inmediatamente me acerqué a la amable mujer detrás del mostrador y le expliqué lo que necesitaba, contando con su profesionalismo. Pero su primera pregunta me desconcertó. ¡Resulta que los anillos tienen una talla!

- No se preocupe, señor, - dijo la mujer. - Si el anillo es grande se puede reducir, pero si es pequeño...

- Entonces aumenta, - terminé por ella.

- Precisamente.

Estuve al menos media hora en esta tienda mirando catálogos, escuchando los consejos de la vendedora, probándome uno u otro en mis dedos, pero aun así no elegí nada. Finalmente, mamá y Botoncito entraron a la tienda.

- ¡Te perdimos y estás aquí! - exclamó mamá alegremente. - ¿Vas a elegir un anillo para Agatha?

- Sí.

- ¿Estás pensando en pedirle que se case contigo?

- Ya pregunté.

- Ha sido rápido. ¿Y qué dijo ella?

- Nada.

- Por supuesto. ¡Qué clase de petición de mano es esta, si no hay anillo! - se rio y levantó a Botoncito hacia el mostrador y preguntó: - ¿Qué anillo debería regalarle papá a mamá?

- ¡Este! - la niña señaló con el dedo uno de los anillos.

- ¿Por qué esto? - Me sorprendió, ya que no tenía ningún diamante, sino una especie de piedra azul.

- Es hermoso. - dijo Botoncito. – Le gustara.

- No discutas con la niña. Toma este. - mi madre la apoyó.

En fin, compré ese anillo, pensando que, si a Agatha no le gustara, le echaría la culpa de todo a Botoncito.

Después de la tienda fuimos a comer churros cubiertos de chocolate y a buscar una novia para Pinky al mercado navideño. Terminamos comprando un montón de juguetes de diferentes tipos de animales.

- Ahora Pinky no se aburrirá, - dijo mamá.

- Sí. Ahora tiene una gran familia, - respondió Botoncito.

 Al mirar a mi hija, de repente me di cuenta claramente de que yo también había sido como Pinky. O un caballo, o un burro, o cualquier otro animal, pero siempre solo. Pero ahora tengo una familia enorme. Todos eran diferentes, como estos juguetes, algunos domésticos, como un perro, otros salvajes, como un cachorro de tigre, pero se convirtieron en mi familia. Entonces le dije a mi mamá:

- Vayamos al hospital. Averigüemos cómo le está yendo a Walter.

- Ciertamente.

Regresamos al hospital. Al enterarme de que la habitación de Walter estaba en el segundo piso, decidí tomar el ascensor, mientras Botoncito quería subir las escaleras. Mamá fue con ella. Llegué al piso deseado y salí al rellano de las escaleras, para encontrarme con mi madre y mi hija. Allí arriba vi a Stella y Agatha. Se pararon en las escaleras y discutieron sobre algo.

- ¡Cómo te odio! - chilló Stella.

Agatha agitó los brazos de forma extraña y voló hacia abajo. Pero no entendí cómo logré agarrarla sin dejarle romper el cuello. Oí gritar a Botoncito y luego a mi madre. Quería responder algo, pero un dolor agudo en la pierna apagó la luz. "¡Demandaré a esa perra!" - lo último que pasó por mi cabeza.



#1025 en Fantasía
#160 en Magia
#4142 en Novela romántica

En el texto hay: humor, intriga misterio, amor romantica

Editado: 01.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.