La presión espacial

(16) T7 - Entrevista

La noche había caído sobre el mar Mediterráneo y en la cumbre de aquel extraño edificio que aparecía desde el agua para elevarse sobre las olas, Teo trataba de decidir si todo aquello le parecía algo realmente serio o solo un montón de humo.

Le había llamado la atención que Rül encendiera unos tubos de luz sin el más mínimo atisbo de precaución o preocupación. La iluminación era necesaria si querían verse las caras, desde luego, pero se preguntó si aquello no llamaría demasiado la atención. La luz debía verse desde fuera, aunque también era cierto que aquel edificio se encontraba bastante alejado de cualquier lugar habitado.

Aquella falta de preocupación podía parecer algo bueno: quizá es que iban tan sobrados que no les hacía falta preocuparse. Pero también podía ser algo muy malo: ¿y si eran unos descuidados? ¿Y si eran cuatro flipados que ni siquiera se habían percatado de ello?

La información que tenía sobre el grupo previa a este contacto era casi nula. Apenas había escuchado su nombre un par de veces en las noticias, y ambas asociadas a delitos o inconveniencias que tampoco es que fueran gran cosa o hubieran resultado en un gran escándalo público como para que les llamaran "terroristas".

Además, todo el mobiliario de aquella habitación gritaba “soy cutre” y pese a que podía entender que un grupo clandestino no iba a estar gastando dinero en muebles caros y más si se trataba de un grupo itinerante, la falta de otros signos de clandestinidad le hacía dudar que la realidad no fuera que eran realmente unos cutres.

No sabía exactamente cuáles eran los métodos que gastaba aquel grupo autollamado terrorista, pero desde luego, en imagen tenían mucho que mejorar.

Delante de él tenía aquel hombre repeinado, que sería unos años mayor que él, con un bigotillo que resultaba demasiado evidente y unas gafillas de cristal redondo que él debía pensar que le hacían verse más intelectual, pero a Teo se le hacían demasiado evidentes. Seguramente, era un pretencioso.

—¿Cómo que usted es el Grupo? ¿usted solo? —preguntó.

—Oh, no, no… jajaja —Rül se mostró divertido, aunque Teo no encontraba la gracia por ningún lado— que va, que va. A lo que me refiero es a que yo te envié ese e-mail que te ha hecho venir aquí y a que soy una parte del grupo. Todos los que estamos aquí somos Pueblo Defensor. Tomás, los chicos de la cantina, los de mantenimiento. Todos somos un pequeño porcentaje del grupo y todos somos igual de importantes. Y todos, hasta yo, tuvimos una entrevista parecida a esta.

—Pues no se oye hablar mucho de ustedes, la verdad —confesó Teo—. Sólo sé que existen por el correo que me envió. Antes, yo creo que solo había escuchado el nombre un par de veces por televisión. La última la recuerdo perfectamente: habían robado unos coches de lujo en la Ciudad. ¿Son esas cosas las que suelen hacer?

—Bueno… eso y otras cosas. Esa fue una maniobra de financiación. Vendimos esos coches para conseguir dinero. Pero también hacemos otras cosas. Des que estamos aquí, por ejemplo, hemos aportado material para la red eléctrica alternativa que están haciendo en tu barrio. Colaboramos con una cooperativa local. También hacemos otras cosas parecidas en otros sitios.

—No me parece mal. Pero yo pensaba que los grupos terroristas se dedicaban a otra cosa. Como sembrar el terror entre la gente que nos putea, por ejemplo.

—Eres un impaciente, Teo. Sí, ese es el objetivo, y ya hicimos un par de cosas así, aunque no se hizo pública nuestra autoría. Ese es otro problema que tenemos. Es difícil que la gente sepa que hemos hecho algo cuando no se informa de ello en los noticiarios. Cortamos el agua en la Ciudad de Málaga hace unos meses. Toda la zona centro, las viviendas de élite, las tiendas de lujo… todo estuvo sin agua por más de dos días. Pero lo arreglaron y aunque salió en las noticias, dijeron que se había tratado de un problema técnico y tan panchos. Y nosotros no tenemos aún poder suficiente para que los periodistas prefieran hacernos caso que obedecer a sus amos.

Teo entendía que debía ser difícil, pero al mismo tiempo se le ocurrían unas cuantas cosas que hacer para que no les ignoraran. Aquella historia no le había sacado de su duda.

—Bueno… ¿me dice por qué me mandó el correo? ¿De qué va todo esto?

—Pues verás… alguien nos habló de ti. Nos comentaron cuáles eran tus características, cuál es tu posición actual y cuáles tus capacidades. Necesitamos en el grupo a gente como tú. Sé que has pasado por un mal tiempo y sé que no te lo mereces.

Teo no pudo más que lanzar un pequeño suspiro y sonreír sarcásticamente.

—¿Y qué les han dicho de mí? No soy nadie especial. Pueden darle una patada a una piedra en mi barrio y saldrán seis como yo. Quien les haya dicho que tengo algo que ustedes requieren posiblemente les ha engañado o está equivocado con respecto a mí.

—No lo creo —contestó el entrevistador—, es alguien que te conoce bastante bien. Y estás dando muestras de ser exactamente como te habían descrito. Escéptico y cabezota.

Abrió el único pequeño cajón que tenía aquella mesa. Sacó de él una libreta con un boli metido en la espiral metálica que unía sus hojas. Leyó algo que había allí apuntado.

—“Es un cabezota y sólo querrá hacer las cosas a su modo, pero es muy inteligente y puede hacer cosas increíbles con los números y con ordenadores”.

—Pff —Teo resopló, incrédulo—. Quién le haya dicho eso tiene una gran visión de mí, pero errónea. Lo mismo la primera parte de la frase es cierta, no así en la segunda. Estudié matemáticas e informática en un instituto de segundo grado, pero ya está. Hay varios niveles por encima de eso. Puedo hacer cosas con números y con ordenadores, pero son cosas muy creíbles.

—Hum —Rül pareció pensar hacia sus adentros, pero contestó en seguida—. Hay varios niveles por encima de eso, no digo que no. Pero no aquí fuera. No en nuestro grupo. Serías valioso para nosotros.




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