La presión espacial

(28) A7 - Bennu

—Como verá, se trata de una situación en la que ambos salimos ganando.

Cleo aparecía en la pantalla del comunicador de la nave TG1 de la flotilla de Leao. En la sala de mandos, Chase la observaba junto a Massiev y los operadores de la nave.

Aquella mujer, sin ser excepcionalmente bella, le resultaba imponente. La cámara la enfocaba de cerca, la veía sólo de cintura para arriba. Aquel corsé que cambiaba de colores y formas estilizaba su figura y era ciertamente hipnotizante, pero no era aquello lo que imponía a Chase. Era su porte, la forma en la que miraba a la cámara y parecía estar mirándole directamente a los ojos, incluso más allá de ellos.

Chase, por su parte, llevaba un traje militar que no se había quitado en el tiempo que duraban tres días, y se preguntó si no debía haber cuidado su aspecto un poco más antes de entablar aquella conversación.

Salió del trance, y contestó.

—Lo que me ofrece es demasiado bueno. Si no he entendido mal, usted me ofrece los votos de su planeta en caso de que éste sea admitido como miembro de las Naciones Unidas en la próxima reunión. De esta forma, podríamos acabar con Al Fahri de un plumazo y sería presidente en menos de dos semanas.

—Así es.

—Evidentemente, lo que pide a cambio es tan excesivo como lo que ofrece: formar parte del gobierno. De hecho, pide vía libre y total libertad para poder tomar usted sus propias decisiones y desplegar a sus nims por el planeta.

—Ni más, ni menos.

—Es excesivo. Estoy haciendo esto para ser presidente. Para ser presidente yo, no hacer presidente a otro. Tengo mi agenda, mis medidas que tomar.

—Usted lo ha dicho. Mis peticiones son excesivas, tanto como lo que estoy dispuesta a darle. Usted dice que tiene su agenda y medidas que tomar, pero no podrá tomarlas si no es presidente. Y no puede ser presidente sin mis votos.

Chase no respondió, así que ella continuó.

—Además, ya le he dicho que mis medidas son perfectamente compatibles con las suyas. De hecho, mis medidas ayudarán a que las suyas tengan un mejor efecto. Mucho más del que usted hubiera esperado. No solo ayudará usted a su planeta y a sus colegas de los sistemas exteriores, también ayudará a la Tierra.

—Lo pinta usted todo muy bonito. Como si fueran a considerarnos héroes. Ninguno de los dos hemos nacido en la Tierra, usted directamente ni siquiera es humana. Debe confiar mucho en lo que quiere hacer para estar tan segura de lo que dice.

—Efectivamente, así es.

—Pero… ¿Por qué? ¿Cuál es su objetivo?

—Ya se lo he dicho antes. Mi objetivo no es más que crear una imagen de admiración hacia mi pueblo. Que el ser humano nos esté agradecido. Tienen ustedes la mala costumbre de no creer mis palabras, por lo que no sé para qué preguntan tanto.

Chase frunció el gesto. No se lo creía. Simplemente era una narrativa demasiado buenista. Miró a Massiev un momento. Él estaba fuera de plano, pues otra cámara grababa a Chase para enviar su imagen a la nave de Cleo. Aquel le hizo un gesto moviendo la cabeza en sentido negativo.

—Lo siento, señora Cleo, pero no me lo creo. Es una narrativa infantil. ¿Cree usted que por mucho que haga ahora aquí, cuando les encontremos, quienes lo hagan tendrán eso en cuenta?

—No lo creo: lo sé. No sé si lo harán de forma consciente, pero si me deja usted hacer mi labor aquí, le digo que quedará grabado en su subconsciente.

—Tiene usted una gran visión de sí misma y de lo que puede conseguir.

Chase estaba empezando a hartarse. La presencia y aquel extraño halo de autoconfianza que envolvía a aquella mujer le habían impresionado al principio, pero no se iba a dejar camelar. Además, Massiev, a su lado, ponía caras que eran difícilmente obviables, y todas esas expresiones le decían que él seguía pensando que aquello era una impostura, una pantomima. Estaba a punto de despacharla, cuando ella habló.

—¿Están al tanto de las últimas noticias en la Tierra? Supongo que saben que no es a ustedes a los primeros a los que he ido a visitar.

—Así es. Sabemos que habló usted con Al Fahri.

—Es a él al primero al que le ofrecí esta alianza. Y no la rechazó. Con esto quiero decir que puede usted comprobar hasta donde confío en mis posibilidades cuando estoy dispuesto a traicionarle para ayudarle a usted. Y hasta donde está dispuesto a llegar su contrincante para forzarle a usted a actuar o darse por vencido. Supongo que en esas noticias no han comentado cómo llegamos al Palacio de las Naciones Unidas, ¿me equivoco?

—Han dicho que solicitaron ustedes audiencia oficial.

—Lo imaginaba…

Chase la dejó pensar un momento. Pero no demasiado. Massiev gesticulaba cada vez con más vehemencia y estaba haciendo la señal de cortarse el cuello con dos dedos… le apremiaba para que cortara la comunicación. Pero de nuevo, cuando iba a proceder a despedirla con el mayor de los respetos, ella volvió a hablar.

—¿Conocen ustedes el asteroide Bennu?

Chase no lo conocía y miró a Massiev, que tampoco… y ambos miraron al Encargado de comunicación, el chico que había reemplazado a Charles. Este habló en voz baja, tratando de que sólo le escucharan en su nave, sin éxito.

—Sí. Es un asteroide cercano a la Tierra, de los que tienen cierto peligro de impactar. Ahora hay poco riesgo, pero hace un siglo más o menos hubo miedo a que se estrellara. Mide unos quinientos metros o así…

—Así es —dijo Cleo, dejando claro que había escuchado la explicación del subordinado— ¿Pueden decirle a su comunicador, que conoce el asteroide, si sería capaz de enfocarlo en una imagen bastante nítida en un televisor para ustedes?

Chase y Massiev miraron al chico, que con un gesto de la cabeza y los hombro dijo, sin palabras, “supongo que sí”.

—Sí —respondió Chase, mientras el Encargado se levantaba y comenzaba a tocar unos botones en una pared—. Lo tendremos enfocado en seguida. ¿Qué tiene que ver ese asteroide en todo esto?




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