Massiev miraba por la ventanilla de visualización de la nave. Tenía aquella “patata naranja” en contacto visual directo. Estaba solo a la distancia de pronunciar una palabra y todo se pondría patas arriba.
No dudaba, lo tenía claro, pero la responsabilidad le pesaba.
No dudaba, pero antes de pronunciar aquella palabra lo pensó de nuevo. ¿Qué pasaría si estaba equivocado? ¿Qué pasaría si aquella cosa extraña que flotaba en el espacio era en realidad una nave nim? Él había visto cuál había sido el destino de aquel asteroide.
¿Se atrevería ella a hacer lo mismo con su nave? Apartó aquel pensamiento de su mente. Aquello no era una nave nim, ni ella era nada que no fuera una mujer normal y corriente. No podía dejar que la locura de Chase le afectara.
Chase llevaba demasiado tiempo sometido a un gran estrés. Era su amigo, lo apreciaba y siempre había pensado que era, quizá, un poco demasiado fofo para ser el dueño y gobernador de todo un planeta, pero al mismo tiempo, siempre pensaba que ese pequeño “defecto” era algo que perfectamente podía suplir él.
Había ayudado a su amigo desde el mismo día en que había tomado posesión de su cargo como Gobernador, cuando éste lo había nombrado Capitán General. El ejército no era gran cosa por aquellos días, pero ahora era una fuerza poderosa, tras haber sido armada y ultrafinanciada con el objetivo de llevar a cabo aquella misión de conquista.
Massiev no pensaba utilizar aquel poder contra Chase, ni mucho menos. Seguía siendo su amigo y seguía confiando en él. Tampoco tenía más ambiciones que las de mantener su propio puesto, nunca había deseado ir más allá porque había visto cuales eran las responsabilidades de lo poco que quedaba por encima de él, y no le parecía que la remuneración compensara el esfuerzo.
Pero quería demostrarle que se equivocaba. Que estaba cometiendo una equivocación fundamental que podía dar al traste con todo por lo que habían peleado.
Por eso, cuando días atrás le había expuesto el problema y él le había negado la posibilidad de hacerlo oficialmente, no había tardado un segundo en preparar el asunto de forma extraoficial. Conocía a varios mandos que pensaban igual que él, de hecho, casi todos ellos. Así que no tuvo demasiado problema para convencer a uno para utilizar una de las naves pequeñas que estaban bajo su mando, para sus objetivos.
—Ponga la nave en posición de ataque y fije el blanco. Indíqueme cuando estamos listos para realizar una primera ofensiva.
Ordenó al capitán de la nave, quien, con presteza, transmitió la orden a los tripulantes, que comenzaron a ejecutar a su vez las acciones necesarias para cumplir tal orden.
Massiev los observó trabajar. Un par de ellos tecleaban como posesos en sus consolas informáticas, otros dos movían unas palancas, otro había salido de la habitación. Pensó en ellos y en el capitán de la nave. En ningún momento le había puesto ningún problema cuando le había hecho la propuesta. Es más, se había mostrado deseoso y quizá hablando más de la cuenta por la excitación, le había contado que gran parte de los mandos intermedios y de los soldados rasos estaban deseosos de entrar en acción.
—Señor, todos los sistemas están preparados y el arma principal dispuesta. Quedamos a la espera —dijo el capitán de la nave cuando vio que sus subordinados le hacían todos la señal de “OK”.
Massiev lo pensó por última vez. ¿Qué pasaría si al final, no tenía razón? Llegó a la conclusión de que no pasaría nada. Nada peor de lo que ya iba a pasar de por sí. Si realmente aquella mujer era una nim, estaban perdidos. Daba igual lo que él hiciera. Si lo del asteoride no tenía truco, si realmente aquella especie seguía viva…
—Adelante, disparen —ordenó.
Y nada ocurrió. Massiev vio como los soldados y el capitán se ponían cada vez más nerviosos, tocaban cada vez más teclas, se movían de aquí para allá… pero nada ocurría.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no disparan?
—Hay algún problema, señor, las armas no reaccionan. Hemos realizado el proceso para prepararlas y dispararlas, pero no obedecen – confesó el capitán.
—¿Cómo que no obedecen? ¿Qué es lo que falla?
—Todo funcionaba perfectamente hasta hace un momento, señor. Pero parece que el sistema informático se niega a ejecutar las funciones que le estamos mandando.
—¿Es un problema informático? ¿No revisasteis los sistemas?
—Lo hicimos por triplicado antes de salir, señor. Y se revisan cada tres horas cuando estamos en misión. Hicimos la última revisión justo antes de empezar el proceso de ataque y todo estaba correcto, señor.
—¿Y cómo es que ahora no lo está?
El capitán, sudoroso y nervioso, tratando de esconder que no sabía dónde meterse, contestó.
—No… no lo sé, señor.
—Pues hay que arreglarlo. No podemos volver a la flota sin pegar un solo tiro. Habríamos hecho el ridículo más espantoso.
—Podemos intentar modificar nuestra posición en el espacio. No lo sabemos con certeza, pero parece que puede haber algún tipo de transmisión de radio que está afectando a los elementos electrónicos.
—¡Háganlo! ¡Hagan lo que sea!
Massiev trataba de no dar la impresión de estar desesperado, pero lo estaba y no lo conseguía. Aquello era una mala señal. A no ser que hubiera sido una falla fortuita del sistema, lo cual dudaba, aquello no era más que la prueba de que él estaba equivocado: ninguna tecnología terrestre podría suprimir las armas de aquella nave.
Las naves que habían fabricado no es que fueran gigantescos arsenales en movimiento. No lo necesitaban. De las pequeñas, aquellas que eran como la que utilizaba Massiev ahora, habían fabricado y puesto en marcha treinta de ellas. Cada una con una cabeza nuclear y solo algunas armas más pequeñas como defensa para el caso de un ataque poco probable desde otra nave. Estas armas más pequeñas eran las que habían activado, pues Massiev pensaba que si la “patata naranja” era una patraña humana como estaba convencido, no le haría falta nada más.