Siglos atrás, los humanos se reunían alrededor de la flama eterna, mientras cantaban, bailaban y contaban historias para las estrellas; nosotras, las arañas, los observábamos y escuchábamos desde las ramas cada noche. Sus historias narraban la creación del universo con todos sus habitantes, así como de su propia especie, y al igual que nosotras, ellos se preguntaban cuál era su origen. Sin embargo, llegó el día en el que ellos decidieron guardarse en sus cuevas tibias e iluminadas, abandonando a las estrellas… y a nosotras. En ese momento, decidimos tomar un tiempo de nuestra agitada vida para reunirnos en la laguna de Buada, donde cada dos veces al año una hermosa luna llena aparece, reflejándose en las claras aguas e iluminado todo su alrededor.
Desde aquellas épocas, formamos la tradición familiar de caminar cada seis lunas en grupos de 50 individuos, o por tribu, hasta la laguna de Buada. Nos internamos entre la maleza y el mundo humano; algunas utilizan sus telas para pasar entre las ramas y otras corremos rápidamente por la terracería o por el negro suelo humano. La mayoría de las veces son zonas deshabitadas, pero cuando topamos con pueblos o villas, evitamos a los humanos ocultándonos entre los escondrijos y ramas de los árboles. Aun así, nos ayudamos unas a otras para no perder a nadie.
Aquel año parecía como todos los anteriores, pero, las más ancianas sentían que algo muy poderoso iba a ocurrir. Y al llegar a Buada, el ambiente hacía más evidente que algo místico surgiría de las leyendas, siendo esa noche la más maravillosa. Y la que uniría con mayor fuerza a nuestras tribus.
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Editado: 31.12.2020