La primera araña

Cultivos y aves

El sol lentamente se alzaba en el horizonte, inundando todos los cultivos de Buada, parecía que él estaba emocionado por el despertar de la criatura milenaria. Mientras las cuatro arañas corrían y subían por las cortezas de los árboles; también saltaban entre los canastos de los humanos para llegar más rápido a su destino, buscando la forma de no ser descubiertas. Sin embargo, la pequeña Arep, como le decía Dowinyogo, corría mayor riesgo, debido a su curiosidad. Ella se acercaba a los humanos y los miraba, algunos sentían algo mágico en el ambiente y alzaban sus miradas a los árboles, entretanto, sus compañeras la rescataban de la vista de aquellos seres peligrosos.

 

 

La imponente Arep corría y saltaba velozmente sobre las ramas; sus guías se sorprendían cada tanto, ya que no parecía que acabara de despertar de un sueño de más de mil años. Juntas trepaban ramas y creaban puentes entre los árboles, utilizando los hilos de cada una. Los humanos que empezaban su día de recolección sólo veían como caían las hojas a su alrededor, pocos se inmutaban al ver que las ramas más altas se movían violentamente. Mientras el cuarteto llegaba a esas ramas, algunas aves cazadoras lograron visualizarlas.

 

Kinza iba distraída, observaba solamente el camino que les esperaba; Dowinyogo llevaba con cuidado las provisiones; y, Ludwing cuidaba de Arep, a pesar de que su pequeño cuerpo no la ayudaba a mantener el paso que aquella arácnida llevaba. Las aves volaban lentamente sobre ellas, mirando a sus presas, hasta que subieron rápidamente, para luego bajar en picada y atacar a las arácnidas.

 

Las aves caían con el viento entre sus alas, las ramas y hojas sólo se tambaleaban mientras éstas rozaban al cuarteto. Kinza salió volando contra una rama, Dowinyogo usó sus grandes patas para correr sobre la corteza y quedar bajo algunas ramas, Ludwing fue atrapada por una de las aves, mientras que Arep, agazapada, se sostenía de las hojas cercanas. El ave que tenía a Ludwing, la agitaba violentamente; la pobre araña tenía la mitad de su cuerpo dentro del pico de su agresora. Mientras que la otra ave intentaba atrapar a Arep, quien saltaba entre las hojas y las ramas evitando ser capturada por aquella criatura emplumada. Dowinyogo le daba indicaciones a Arep para que huyera de aquel peligro; Kinza comenzaba a reaccionar después del golpe que se había dado contra una gruesa corteza, ella se sentía totalmente aturdida.

 

Arep se resbalaba entre las ramas, mas no tenía miedo, algo le daba energías para continuar saltando, pero, no sabía cómo actuar para no ser atacada. Kinza, tambaleante, se levantó y saltó sobre el ave; con bastante trabajo se acercó a sus ojos e intento aturdirla para que soltara a Ludwing. Esa ave no dejaba a su compañera de viaje, así que bajó a sus patas y la mordió, el ave asustada y adolorida, por el veneno de la cultivadora, soltó a la costera qué sollozaba de miedo. Kinza se lanzó sobre su compañera para alejarla de los aleteos del ave. Mientras Dowinyogo estaba en posición para salvar a Arep, en cuestión de segundos tomó impulso y arremetió contra las patas del ave, la cual dio varios pasos hacia atrás asustada por sentir el duro y enorme cuerpo de la minera. Ambas aves aterrorizadas huyeron del lugar, lanzando chillidos al viento y aleteando violentamente.

 

Con el susto encima, las arácnidas bajaron rápidamente a las ramas medias, tomaron un poco de aliento y comenzaron a saltar sobre los frutos. Arep estaba emocionada, sentía sus sentidos a tope y no sabía cómo expresarlo, pero sus pelillos sí, éstos cambiaban de color, de rojo a azul hasta un tono plateado. Dowinyogo, estaba demasiado preocupada por estos cambios así que propuso que bajaran hacia los arbustos. Las tres arañas comenzaron a bajar, pero la cósmica seguía saltando entre los frutos y las manos de los humanos. Estaba excitada por el peligro que la rodeaba, sentía al viento y a las pequeñas descargas eléctricas que traía consigo.

 

Las demás arañas saltaban para llegar al final del cultivar antes de que cayera la media tarde. Cuando se dieron cuenta que Arep les llevaba la delantera, usando sus patas largas y delgadas, así como un hermoso hilo plateado, se detuvieron sorprendidas por unos instantes. Al reaccionar continuaron su marcha a mayor velocidad que antes, ya que Arep estaba a punto de llegar al límite de los cultivos, donde se inicia la interacción con el territorio humano.

 

Ludwing saltaba y corría, pero a cada paso quedaba atrás de las demás; Dowinyogo alertó a Kinza, quien decidió seguir a Arep, mientras la minera regresaba por Ludwing y la ayudaba a continuar. La cultivadora saltaba, lanzaba sus hilos a las ramas y se columpiaba sobre ellas, entretanto, los humanos entraban y salían por los caminos límites del cultivar. Esta araña sabía que si descubrían a Arep la tomarían prisionera y nunca más la volverían a ver. Poco a poco perdió el rastro de la araña milenaria, ella entró en pánico y tomó el camino más fácil, saltar entre las canastas de los humanos, y sus ropas.



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En el texto hay: mitologia, cuento, dioses olvidados

Editado: 31.12.2020

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