La primera dama

CAP 1: Corazón roto

En una esquina del salón, una adolescente nerviosa se preparaba para hablar. Había practicado su discurso durante días y sentía que hoy era el momento. Todos los sentimientos guardados serían expresados hoy. 

—Me gustas, me gustas mucho desde el primer día que te conocí —dijo con el corazón latiendo con fuerza y las manos temblorosas, esperando la respuesta de Keiser. Sentía que el valor acumulado para confesarse pronto se desmoronaría. 

—¿Qué crees que haces? No me gustas en lo más mínimo. Desde el principio fuiste solo un juego... Eres hermosa, así que fuiste un reto, pero no pensé que lo tomarías en serio. Me atraen chicas interesantes, como mi novia, no tan aburridas —respondió Keiser con frialdad, destrozando todo dentro de ella. Mariam no sabía cómo reaccionar. 

Salió corriendo del salón, bajando las escaleras sin prestar atención a una posible caída. Todo lo que creía tener no existía, y se maldecía por haber confiado sus sentimientos a alguien que claramente no lo merecía. 

Entró al baño y se encerró en el primer cubículo que encontró. No quería enfrentar las miradas curiosas de sus compañeros; sabía que todos conocían lo ocurrido y la mirarían con lástima o burla. 

Los llantos en el cubículo se podían escuchar, pero nadie se acercó para verificar lo sucedido, hasta que una adolescente de cabello corto y lentes tocó la puerta. 

—Mariam, abre la puerta, por favor... Hey, no te encierres. Si lo hablamos, se puede solucionar... Mariam, háblame —decía la joven, intentando convencerla. 

Fernanda, la mejor amiga de Mariam, conocía sus sentimientos y la había apoyado cuando decidió confesarse. Nunca imaginó que terminaría de esa forma, y menos que su amiga se encerraría debido al rechazo. 

—¿Cómo? ¡Dime cómo! Él... él jugó conmigo. Creí que le gustaba y resulta que tenía novia —dijo entre sollozos y palabras entrecortadas. 

—Lo sé... Pero si te encierras, no lograrás nada, solo que ellos se burlen más de ti. Al fin y al cabo, esto es un chiste para ellos, pero no les des el gusto de verte vencida. ¿Qué te parece si le demostramos que no lo necesitas y te pones más regia de lo que ya eres? 

Las palabras de su amiga le causaban gracia. Sabía que ella solo buscaba que se recuperara, y eso haría. 

Soltó una pequeña risa y salió del cubículo. —Eres increíble, en serio, Fer. Muchas gracias por el consejo. ¿Qué te parece si, para olvidar el mal rato, me acompañas a comprar ropa para el fin de semana? Quiero lucir divina en la playa —dijo, sonriendo, queriendo disipar el mal rato y fingir estar bien. 

—Así se habla, amiga. Ahora cuéntame lo que te hizo el idiota de Keiser. 

Al salir del baño, ambas se dirigieron al estadio, donde los alumnos sudorosos corrían detrás de un balón durante el recreo. Tomaron asiento en una de las gradas, mientras poco o nada les importaba lo que sucedía en el campo. 

Luego de la conversación, Mariam se sentía mucho más despejada. El dolor aún persistía, pero hablar de lo vivido con Keiser, su amistad, insinuaciones y el especial trato que le dio, hicieron que la ansiedad y desesperación se disiparan. 

—A veces odio ser el centro de atención y que me miren como "la rechazada" —dijo Mariam, cubriéndose el rostro. Ser vista por todos los que conocían el suceso la hacía sentir humillada. 

—Lo sé, pero esto no se va a quedar así. Desde hoy, vas a cambiar. No vuelvas a dejar tu corazón al descubierto para nadie, no dejes que te vuelvan a dañar —comentó su amiga con firmeza y serenidad. 

—Eso te incluye a ti —respondió ella con un atisbo de burla en sus palabras. 

—Boba, sabes que no... Yo soy tu mejor amiga y confidente. Puedes contarme todo, ¿ok? —dijo Fernanda, dándole un pequeño golpe en la cabeza. 

—Está bien. En ese caso, habrá que cambiar un poco mi forma de ser, pero no tanto, ¿eh? —contestó, alzando una ceja. 

Hacer cambios en su persona le parecía algo nuevo. Temía que su amiga se dejara llevar y la convenciera de hacerse un nuevo look radical del cual luego se arrepentiría. 

—Claro que no, amiga. Será un cambio pequeño, tampoco queremos que te vuelvas la zorra del colegio. Para eso tenemos a Blanca —comentó, bufando de manera infantil. Sabía que su comportamiento no era el mejor, pero Blanca realmente merecía su odio. 

—Oye… aunque lo de Blanca es cierto. 

Ambas terminaron su conversación y regresaron a clases. Los murmullos y carcajadas no se hicieron esperar. Aunque tratara de pasar desapercibida, sería imposible para Mariam. Solo le quedaba afrontarlo y continuar como si no le afectara en lo más mínimo, o eso pensó antes de levantar la vista y ver, al final del salón, a Keiser abrazando a su novia. Se sentía indignada. Cuando habló de su novia, creyó que era de otra sección o grado. Jamás esperó que su novia fuera del mismo salón, y mucho menos que esta no se hubiera molestado al ver el acercamiento anormal de su novio hacia ella, lo que la hacía suponer que todo fue planeado. 

La campana del colegio sonó, indicando la salida de los alumnos. En el salón, los estudiantes se apresuraban a recoger sus cosas, pero eso no les impedía hacer comentarios y burlas. 

En un rincón del salón, una pareja se mostraba especialmente cariñosa, lo cual enfurecía a Mariam. Había imaginado que la supuesta novia de Keiser era de otro salón. ¿Quién hubiera imaginado que estudiaban en el mismo grupo y que ella no se hubiera molestado al ver las actitudes poco claras de su novio? Todo esto la hacía suponer que todo había sido planeado. 

Después de recoger sus cosas, Mariam salió corriendo del colegio junto con Fernanda. A pesar de sentirse triste por lo acontecido, fueron a una pastelería y luego a una de las boutiques favoritas de Mariam. Sus padres no eran adinerados ni de una familia acomodada, razón por la cual estudiaba en un colegio público desde muy pequeña. Sin embargo, ahorraba lo suficiente para poder comprar lo que le gustaba. 




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