Había pasado ya una semana desde aquel incidente. Mariam no quería recordar mucho; fue algo horrible. Aunque había querido mucho a Keiser, las cosas suceden por una razón, y tenía que olvidarlo. Le dolía verlos todos los días en el salón, abrazados. Era algo horrible, especialmente sabiendo que había jugado con sus sentimientos. Afortunadamente, tenía a su amiga, que siempre estaba a su lado apoyándola y consolándola, evitando que cayera en la depresión.
En la cafetería, el ambiente estaba lleno de conversaciones y risas. Mariam estaba sentada con Fernanda, pero su humor cambió al ver a Keiser y su novia entrar.
—Fer, vámonos de aquí. Empieza a oler a azufre —dijo Mariam, mirando hacia donde venían Keiser y su novia.
—Cálmate. Si te sigues poniendo así cada vez que los veas, las cosas no mejorarán. Solo causará que sigan pensando que aún te afecta. Sé fuerte, amiga.
—Es en serio. Ellos están delante de mí, restregándome su amor, y yo solo debo callar y sonreír. Vámonos de aquí, no me importa lo que digan. Mientras menos me los cruce, mejor —dijo Mariam, levantándose del asiento. Fernanda solo atinó a seguirla, pidiéndole que la esperara, pero Mariam estaba demasiado enojada para escucharla.
Iba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando se tropezó con Blanca, la chica más popular del colegio, haciendo que el jugo que llevaba en la mano se vertiera sobre su camisa.
—¡Fíjate por donde vas, estúpida! —gritó Blanca, furiosa. Mariam sonrió, conteniendo las ganas de estrangularla.
—Lo siento mucho, no fue mi intención. De verdad, perdóname —contestó Mariam de la manera más casual posible. La actuación y la hipocresía se hacían presentes en este tipo de situaciones.
—¿De verdad crees que te dejaré ir así nada más? Claro que no... primero vas a pagar muy caro por haber ensuciado mi camisa, ¿me oíste?
—Blanca, ya basta, dijo que no fue su intención. Vamos a comprar algo; tengo hambre —intervino un joven a su lado. Aquello sorprendió a Mariam quien en ese momento se dio cuenta de que su amiga Fernanda estaba a su costado, hipnotizada por el chico.
—Pero Lion, mira mi ropa. Está estropeada por su culpa —protestó Blanca.
—Bueno, con su permiso, me voy —dijo Mariam, decidiendo no correr como en otras ocasiones, al pasar junto a Lion, susurró con sutileza— Gracias por eso, te debo una... Cuando quieras, jaja.
Mariam tomó a su amiga y salió de la cafetería, ambas se dirigieron a su salón pues las clases ya habían empezado e iban tarde.
—¿Qué fue eso, amiga? ¿Viste a ese bombón? Parece que es nuevo. ¡Qué rabia que a la primera que conozca sea a Blanca! —bromeó Fernanda.
—Parece que no le molesta en lo más mínimo estar con ella. No son tan diferentes; ambos buscan diversión, no relaciones.
—También te diste cuenta. Parece ser todo un Don Juan.
—Así es, pero dejemos de hablar de él. Recuerda que estamos en clase y si la profesora nos atrapa, somos personas muertas —dijo Mariam, sonriendo.
Para su mala suerte, la profesora ya se había dado cuenta de lo ocurrido.
—Señorita Castillo, hoy se ve muy feliz. ¿Por qué no va a dirección y le cuenta de sus aventuras al director, ah?
—Pero maestra, yo... —intentó protestar Mariam, pero la profesora la interrumpió.
—¡A DIRECCIÓN! Y usted, Murillo, una más y la voto del salón. ¿Me oyó?
Saliendo del salón, Mariam caminó hasta la dirección, sintiéndose incómoda bajo las miradas de todos. Al llegar, el director estaba ocupado con otros alumnos, así que decidió esperar afuera mientras terminaba su discurso de buena conducta.
—Hola, nos volvemos a ver —dijo una voz familiar. Al levantar la cabeza, Mariam vio a Lion, con el cabello marrón, medio despeinado y unos ojos azules divinos. Encantaría a cualquiera, pero Mariam ya había visto eso antes y no se dejaría seducir.
—Hola, Lion, ¿verdad? Un gusto volverte a ver y muchas gracias por ayudarme con Blanca.
—Sí, pero dime tu nombre. Tú conoces el mío, pero yo no sé el tuyo. ¿No te parece que estamos en desventaja?
—Ay, lo siento... Qué descortés de mi parte, mucho gusto, soy Mariam Castillo. — dijo levantando la mano hacia él en señal de saludo, la cual el correspondió.
—Gusto en conocerte, Mariam. Dime, ¿en qué grado vas?
—Voy en tercero, y tú, viéndote con Blanca, debo suponer que estás en quinto. ¿Me equivoco?
—Vaya, pero si eres intuitiva y, por lo visto, muy inteligente. Dime, ¿qué hace una señorita tan inteligente como tú en dirección?
—Ni me lo recuerdes. Mi amiga se pasó de chismosa y yo terminé pagando los platos rotos.
—Bueno, parece que la historia la dejamos para otro día. Ya te toca pasar —dijo Lion al ver salir a los alumnos.
Después de regresar al salón, todos la miraban raro, pero eso nole importaba en lo mas mínimo. Como la clase terminó y para alegría de muchos, el profesor de la siguiente materia no vino, Fer y Mariam se pusieron a hablar de los demás. No sabían cómo, pero siempre terminaban en eso. Mariam le contó lo ocurrido con el chico nuevo, y Fernanda pegó un grito al cielo, lo cual hizo que todos se les quedaran mirando, pero luego volvieron a sus cosas.
Al día siguiente, Mariam convenció a Fernanda de que la acompañase a la cafetería a la hora del receso pues no había traído nada para comer y tenia hambre, sin saber que ahí se encontrarían con un problema.
—No, Fer, te dije que no. Me niego y me niego.
—Vamos, Mariam. Nunca me ha caído bien Blanca y lo sabes. Solo debes ir donde están ellos y saludar muy casualmente a Lion. ¿Qué tan difícil puede ser? Solo quiero ver cómo se enoja. Ella te odia porque Lion te defendió, y si lo haces, seguro hervirá de ira. Por favor —pidió Fernanda con cara de súplica.
—Te odio, siempre me convences de hacer tonterías.