Blanca se quedó inmóvil, su rostro rojo de ira. La provocación de Mariam y la falta de defensa de Lion solo incrementaron su odio. No entendía por qué Lion siempre estaba del lado de Mariam, sin importar lo que pasara. Por su parte, Mariam mantenía la compostura, aunque estaba enfadada. No esperaba que la razón de su ruptura con Lion fuera una foto tomada por Blanca.
Después de ver partir a Blanca, Mariam se alejó de Lion y se acercó a Fernanda para retirarse.
—¿A dónde vas? —preguntó Lion—. ¿En serio te vas a enojar por esto?
—Fer, ve. Voy a hablar con él y luego te alcanzo... ¿Cómo quieres que me ponga? Tú y Ricardo me vieron la cara de estúpida.
Lion suspiró y la tomó del brazo. —Fue lo mejor. No necesitabas enojarte por algo tonto. Además, la dejé hace meses —dijo, abrazándola con ternura.
Estos meses, la relación entre Lion y Mariam había mejorado increíblemente. Aunque no tenían un nombre para su relación, era claro que se gustaban. Lion acunó la cabeza de Mariam en su hombro y olió el aroma de su cabello.
—¿Seguirás enojada conmigo a pesar de que no tuve nada que ver con ella?
Mariam lo miró desafiante. —Sí, pero ella siempre está metida. Y si no es ella, hay un montón de chicas a tu alrededor.
Para su sorpresa, Lion respondió con serenidad. —Pero desde que te prometí estar a tu lado, eres la única en mis ojos —dijo, rozando suavemente su mejilla con la mano.
—Demasiado por hoy. Me voy, tengo clases —respondió Mariam, apartándose.
Lion la tomó del brazo nuevamente, decepcionado. —¿Será siempre así?
—No lo sé, tal vez en el futuro —dijo Mariam, esbozando una pequeña sonrisa antes de marcharse.
No quería apostar por una relación con Lion, aún no podía confiar en él.
El año parecía terminar rápidamente, llenando a Mariam de una mezcla de felicidad y remordimiento por las cosas no hechas. La fiesta de fin de año se acercaba y la emoción era palpable.
En el auto, Ricardo y Mariam se dirigían lentamente a su vecindario. La música relajante llenaba el carro, creando una atmósfera tranquila.
—¿Tienes todo listo? —preguntó Ricardo.
—Se podría decir —respondió Mariam.
—Aún insistes en ir con Lion. ¿Por qué no vas conmigo?
—Aún no me has respondido por qué siempre te opones a mi relación con Lion —dijo Mariam, mirándolo con curiosidad.
Ricardo frenó el auto y la miró con el rostro contorsionado. —¿Relación? ¿Están saliendo?
—No estamos saliendo, pero creo que Lion ya te contó el extraño pacto que tenemos.
—Sí, claro, la estupidez esa. Pero, ¿por qué eso de pronto se convirtió en una relación?
—Basta. No voy a discutir contigo. Dijiste que te tratara como mi hermano, pero eso no te da derecho a decidir mi vida. Y, ¿cómo está la señora Eloísa?
—Mamá se está recuperando después de la operación, pero quiere que la visites más seguido —respondió Ricardo.
—Tu familia es muy amable conmigo. Ten por seguro que iré a verla después de la boda de mi hermana. Bueno, me voy, cuídate —dijo Mariam, inclinándose para darle un beso en la mejilla antes de bajarse del auto.
Ricardo bajó la ventana del auto. —Te recojo a las 5:00 pm mañana.
Ricardo se dirigió a su casa, pensando en lo mucho que había cambiado su vida desde que conoció a Mariam. Estos meses habían sido mejores de lo que podría haber planeado. Después de conocer a Mariam, su madre había mostrado ganas de aferrarse a la vida.
Cuando llegó a su casa, su madre lo esperaba en la puerta.
—¿Dónde está tu hermana? —preguntó Eloísa, decepcionada.
—Madre, si siempre la traigo, sus padres se molestarán —respondió Ricardo, abrazándola.
—Pero es mi hija. ¿Hasta cuándo estaré alejada de ella? —sollozó Eloísa.
Ricardo llevó a su madre a la sala de estar, donde se encontraba su padre.
—Buenas noches, padre —dijo Ricardo.
—Buenas noches. ¿Cómo está Sofía? ¿Pudiste reunirte con sus padres adoptivos? —preguntó Gerardo.
—Sofía se rehúsa a presentármelos —respondió Ricardo.
Eloísa sollozó en los brazos de su esposo. —Quiero tener a mi hija en casa.
—Mamá, aún no sabemos cómo llegó Sofía a esa familia. Debemos averiguar antes de traerla. De lo contrario, si revelamos su identidad, solo la expondremos a más peligro —dijo Ricardo.
Gerardo asintió. —Ricardo tiene razón. Debemos estar alertas.
Ricardo miró a su madre. —Madre, mañana Sofía irá a una fiesta. ¿Quieres acompañarla a comprar un vestido?
—¿Podré verla mañana? —preguntó Eloísa.
—Sí, después de eso, solo es cuestión de tiempo para que esté en casa —respondió Ricardo.