El día empezó ajetreado. Los adornos se iban colocando uno a uno en el patio de la finca, un lugar hermoso que guardaba innumerables recuerdos de ambas familias, por lo que se decidió realizar la boda allí. Sofía no podía dejar de mirar cómo transportaban y colocaban todo desde la ventana. A pesar de que la boda se realizaría en la tarde, nadie deseaba perderse la recepción.
Sofía tenía entendido que la boda sería por lo civil. Sin embargo, hace solo dos días, cuando fueron a ver el vestido, se le comunicó que también tendría una ceremonia religiosa, lo cual la dejó aún más sorprendida. Es fácil librarse de una boda civil, son solo papeles, pero una boda religiosa... A pesar de haber pasado pocos años en la familia Castillo, tuvo una educación demasiado ortodoxa, lo cual quedó grabado en su subconsciente como algo que no debía ser tomado a la ligera y era un compromiso de por vida. Sin embargo, hoy dejaría atrás todas las enseñanzas recibidas para empezar un matrimonio falso. Se sentía culpable por no respetar sus deseos, pero se reconfortaba con la idea de que gracias a esto podría saber quiénes fueron los involucrados en la horrible masacre de su familia adoptiva hace 10 años.
Sofía decidió descansar más y reunirse con los demás lo más tarde posible, pero también sabía que no podría durar mucho así.
—Toc... toc.
—Pase.
Después de escuchar el permiso de Sofía, una sirvienta se apresuró con el desayuno y lo colocó en la mesa de noche que se encontraba en el centro de la habitación.
—Señorita, dentro de media hora llegará la estilista para ayudarla. La vendrán a recoger a las 2 de la tarde.
—Está bien, puedes retirarte.
Sofía desayunó en la tranquilidad de su habitación, a pesar del ruido, pero pronto perdió el apetito. No entendía cómo habían terminado las cosas así. Si tan solo Lion hubiera contestado las llamadas o mensajes, estaría dispuesta a dejarlo todo, pero ya era muy tarde para escapar. Él nunca contestó y hoy ella debía casarse. El solo hecho de pensar en ello la dejó incapaz de seguir comiendo. Sentía un nudo en la garganta que se hacía más grande, impidiéndole consumir cualquier alimento. Incluso beber agua se le hacía complicado. Quería gritar, pero solo podía callar y continuar.
—¿Cómo se siente casarse pronto, Santiago? ¿No estás feliz? De pequeños nunca te gustó que te dijera cuñado; siempre preferiste que me refiriera a ti como hermano. Pero ahora te vas a casar con mi hermana. ¿No estás feliz?
Santiago aún se encontraba ordenando su corbata. Unos minutos atrás estaba hablando con sus amigos sobre los proyectos a llevarse a cabo en el futuro cuando Ricardo ingresó a la habitación sin pedir permiso alguno.
Santiago envió a sus amigos para que se adelantasen a la iglesia, así podría hablar cómodamente con Ricardo.
Pero escucharlo burlarse de él con sorna lo hizo enfurecer.
—Déjate de tonterías. Espero que cumplas tu promesa en cuanto a tu hermana. Espero que no se arrepienta de estar tan obsesionada conmigo.
Al escuchar dicha respuesta, el rostro de Ricardo se volvió frío.
—Escucha esto: no olvides que puedo destruirla... Así que espero trates bien a mi hermanita. Aun si no la amas, no te olvides que, de ahora en más, como tu futura esposa, debe recibir tu protección y ayuda. En cuanto a lo otro, mientras mi hermana sea feliz... ella podrá tener una vida pacífica.
—Eres un bastardo.
—Jaja... No me importaría ser el mismo demonio con tal de asegurar la felicidad de Sofía.
—Lárgate de acá ahora mismo.
Ricardo se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Antes de salir, volteó a ver a Santiago.
—Búscame después de que hayas firmado.
Tal y como la empleada lo había comunicado, la limusina llegó a las 2 de la tarde para llevarla a la iglesia.
—Hija, te ves tan hermosa... Creí que no viviría para verlo.
—Mamá, no digas eso.
En la habitación de Sofía, antes de salir a la limusina, se encontraban Eloísa y Raena dándole un último retoque al velo que llevaba.
—Mi nuera se ve tan hermosa.
Alabó Raena después de verla.
—Gracias, madre.
Era algo que aprendió en los años que fue Mariam. El día en que se casase, la familia de su esposo pasaría a ser su familia, por lo tanto, a los padres de este debía referirse como si fuesen los suyos.
—Ohhh... cariño, tu educación es tan buena. Sin duda alguna, mi hijo se ganó la lotería contigo.
Sofía solo pudo sonreírle. Aún no conocía cómo era Santiago, pero por el bien de su venganza, debía casarse aun si esa idea le desagradaba, y no podía dejar que nadie supiera lo que realmente pensaba.
—Toc... toc.
La puerta sonó y por esta se asomó Gerardo con una sonrisa.
—¿Cómo está mi princesa? Pronto partiremos. Espero que estén listas.
—Así es, papá... Vámonos ahora antes de que mamá me haga llorar y arruine el maquillaje.
—Ven acá, deja que tu padre te dé un abrazo.
Sofía se acercó a su padre y este la abrazó fuertemente.
Sofía sentía que se sofocaba. Quería ser fuerte, pero al momento en que su padre la abrazó, sintió como su mundo se caía a pedazos. Casarse sin queja alguna, y lo peor de todo, deber mostrar una sonrisa delante de todos, aun si estudió actuación anteriormente como una de sus lecciones para no dejar que los demás se dieran cuenta de lo que realmente sentía. Ella sabía cómo ser una perfecta muñeca, así como decía Lion, pero en ese preciso instante quiso llorar y pedir que todo terminase.
Unos minutos después, la limusina salió de la finca y se dirigió a la ciudad.
Rumbo a la iglesia, Sofía sentía que el corazón se le saldría del pecho, pero era tarde para arrepentirse.
No tardaron mucho en llegar a la iglesia. Gerardo bajó de la limusina y tomó a Sofía de la mano.