—Es divertido, verte desesperado.
En la lúgubre habitación, solo se encontraron dos personas: Santiago y Ricardo. Santiago lo había seguido hasta allí, pero Ricardo solo se burlaba de él, lo que hacía que su corazón hirviera de rabia.
—Déjate de tonterías y dime dónde está.
— Deseas con tanta desesperación verla, no te parece que es descortés, pedirme por el paradero de tu amante el día de tu boda con mi hermana.
—Cumplí con lo que querías y me casé. ¿Por qué sigues jugando conmigo?
—Ja, ja... Hemos sido buenos amigos en el pasado, ¿no lo recuerdas? Te apreciaba tanto que deseaba que fueras mi cuñado, y ahora lo eres. Si no fuera por esa mujer, mi querida hermana no habría sufrido tanto tras su ruptura. Pero ahora que finalmente los he casado, ella volverá.
—Si no quieres que tu hermanita viva un infierno a mi lado, será mejor que me lo digas ahora.
Ricardo lo miró con indiferencia y lanzó una carpeta sobre la mesa del despacho.
—En esa carpeta está toda la información que necesitas. Y para que veas que mi amabilidad es sincera, ella llegará en un vuelo a las 11 de la noche... —miró su reloj—. Eso es en 20 minutos.
Santiago cogió el archivo y se dirigió a la puerta para salir, cuando paso por el costado de Ricardo este lo cogió de hombro y hablo de manera firme y amenazadora.
—Espero que todo sea como antes. No te enamoras de ella, pero protégela. No dejes que la lastimen fácilmente, porque si vuelvo a verla llorar como en el pasado, esta vez no será tan condescendiente. No solo la enviaré al extranjero; Sería mejor si les compraran a ambos un viaje directo al infierno.
Santiago salió rumbo al aeropuerto, tal como Ricardo había dicho. Si ella llegaba en 20 minutos, no podía demorarse. Abandonó la fiesta bajo las miradas desaprobatorias de sus padres. Ya se había casado, había cumplido con ese estúpido acuerdo y deseo de sus padres, pero eso no le impediría ir a buscarla nuevamente.
Sofía lo vio partir sin mirar atrás y supo que esto tenía que ver con Ricardo. Tras conversar un rato con Raena, decidió dirigirse al despacho para hablar con su cuñado y despejar sus dudas.
La noche de bodas es un momento especial para cualquier pareja, pero Sofía se encontraba sola, dirigiéndose a la mansión que sus sueños habían preparado para ella. En el auto, no pudo evitar preguntarse por el desfile de Santiago.
—Sabes a dónde fue el señor?
—No lo sé, señora. Tal vez tuvo problemas en la empresa, debe estar allá.
—Ya veo.
A medida que se acercaba a la enorme puerta de la mansión, dos guardias de seguridad la abrieron, permitiendo el paso del automóvil. El interior de la casa se veía desolado. Sofía bajó del auto y observó cómo el chofer se alejaba, cerrando el portón tras él. Caminó lentamente hacia las puertas de la mansión y las empujó para abrirlas. Con cada paso que daba, las luces del salón se encendían poco a poco, revelando un espacio espléndido.
La noche transcurrió rápidamente, y Sofía pronto entendió que Santiago probablemente llegaría tarde, si es que llegaba. Cerró la puerta de su habitación con llave y descansó tranquilamente. Sus sueños habían reservado una suite en un hotel cercano al mar para la noche de bodas, pero, dado que Santiago nunca apareció, no había razón para que Sofía fuera sola a un hotel. Por eso, decidió regresar a la casa previamente preparada para ellos.
A la mañana siguiente, Sofía intentó hablar con Santiago para llegar a un acuerdo, pero él nunca apareció. Ni ese día, ni el siguiente.
— ¿Dónde estabas? Llevaba horas esperándote y recién apareces.
—No seas exagerada, Aisha.
—Lo dices tan fácilmente.
—Está bien, está bien, es culpa mía. Ahora vamos a comprar ropa.
Sofía esperó a Santiago durante dos días. Al ver que no tenía intención de hablar con ella, en la madrugada del tercer día tras el matrimonio, decidió escapar de la mansión, dejando una nota con su número de teléfono y un mensaje: "Llámame". Tomó el primer vuelo disponible con destino a la India.
Al llegar a la India, contactó a su amiga Aisha, quien meses antes le había pedido que asistiera a la boda de su hermana como una de sus damas. La boda duraría tres días, comenzando al día siguiente de su llegada.
—Hoy solo iremos de compras para las ceremonias posteriores y para que tengas algo que ponerte. Creo que alguien huyó solo con la billetera.
—No preguntes. Estoy bien, solo que es pesado saltar una cerca con una maleta.
—¿Qué? ¿Saltaste una cerca? Por Krishna, ¿por qué hiciste eso?
—Aburrimiento... Es aburrido esperar sola en una casa vacía.
—No preguntaré más, porque me asustarás. Ahora vamos, deseo mostrarte la hermosa ciudad de Mumbai antes de que caiga la noche.
La noche transcurrió tranquila, y pronto los rayos del sol anunciaron un nuevo día. Sofía decidió quedarse en la casa de Aisha junto con su familia, quienes fueron amables con ella en todo momento.
En el país Z, Santiago se encontraba en la oficina central del Grupo Imperio. Después de la boda, se había dirigido al aeropuerto a recoger a su amante y habían pasado todos esos días poniéndose al día en sus vidas, sin preocuparse por su nuevo estado de hombre casado ni por su esposa.
Junto a él estaban sus dos amigos más cercanos, Carlos y Philip, quienes habían intentado mantenerse al margen por temor a enfadar a Ricardo oa Santiago. Pero ahora, lo mejor era enfrentar las cosas.
—Entonces, ¿cómo es tu vida de casado? —preguntó Carlos con una sonrisa despreocupada. Siempre había tenido una personalidad pícara y alegre.
—No la he visto desde la boda —respondió Santiago con desdén.
—Sabes siquiera ¿cómo está Sofía ahora? Te casaste con ella, debes prestarle más atención y cuidado. Si le cuenta a Ricardo sobre esto, no sabemos de lo que es capaz —dijo Philip, que siempre había sido el más centrado y maduro de los tres. No podía soportar ver a Santiago en problemas, pero tampoco quería enfrentarse a Ricardo.