La primera dama

CAP. 26: Oscar

En la mansión Rosas, la familia se encontraba ansiosa por la llegada de Sofía y Santiago. En la sala, Philip, Oscar, Raena y Umberto conversaban alegremente cuando oyeron los motores de varios autos entrando.

— Esos deben ser ellos — habló Raena emocionada tras levantarse para ir a la puerta.

Cuando Raena se levantó para abrir la puerta, Oscar se adelantó, bloqueando su paso y el de la sirvienta.

—Calma, tía. Debería ser yo el emocionado, tú ya conociste a tu nuera. Sin embargo, yo aún no conozco a mi cuñadita. Quién sabe, quizás el próximo en casarse sea yo.

Después de decir esto, abrió la puerta y, al ver a Santiago, lo abrazó.

— Hermano, ya me dijeron que te casaste. ¿Dónde está tu bella esposa... ah?

—Mocoso, ¿cuándo regresaste? ¿Por qué no me avisaste?

—No podía perderme la oportunidad de conocer a mi cuñada. ¿Por qué la escondes? ¡Muévete!

Después de decir eso, movió a Santiago a un costado. Al ver venir a Sofía detrás de Santiago, quedó estupefacto y solo pudo murmurar:

-Sofía...

Sofía caminó y, al colocarse al lado de Santiago, observó a Oscar mirándola desconcertada. Pronto vio a sus suegros y a Philip acercándose, por lo que solo pudo saludar:

—Madre, padre, es un gusto volver a verlos...Philip.

Al mencionar su nombre, este solo indica en respuesta.

— Oscar, nunca imaginé verte aquí.

Este se recompuso al escuchar su nombre, la miró fijamente y cambió la expresión de desconcierto por una más relajada.

—Brujita, te esperé en Europa por dos semanas enteras. Al ver que no regresabas, vine a conocer a mi nueva cuñada. ¿Quién pensaría que serías tú?

—Yo también te extrañé.

Tras las palabras, Sofia lo abrazó mientras los demás los observaban, desconcertados. El más confundido era Santiago, quien rompió el abrazo con un estornudo falso.

—Ustedes tienen una muy buena relación, por lo visto.

—Bueno, chicos, pasemos adentro. Rosario nos preparó unos postres deliciosos al saber de su regreso —dijo Raena.

Todos entraron a la sala, donde en la mesa de noche se encontraban muchos bocadillos. Cada uno tomó asiento en el sofá. Santiago y Sofía se sentaron juntos, frente a ellos y a los costados, estaban los demás.

El primero en hablar fue Umberto:

— ¿Cómo les fue en el viaje? Espero buenas noticias pronto.

— Cariño, no te apresures. Los estás presionando.

—Si no los presiono, tendré que esperar muchos años más, y luego no podremos disfrutar de nuestros nietos.

—Padre, no digas eso. Usted aún es joven y tendrá fuerza y tiempo suficiente para disfrutar de uno o dos nietos. ¿No es así, Santiago?

Santiago la tomó de la mano y habló:

—Claro, papá. Si mi esposa lo dice, así será.

—Vaya, no sabía que se llevaban tan bien. ¿Por qué no me invitaste a tu boda, Sofía? —preguntó Oscar al ver a la armoniosa pareja.

—Fue tan apresurado que no tuve oportunidad. Puedes pasar un día por nuestra casa para hablar, siempre eres bienvenido. También tú, Felipe. La boda fue tan ruidosa que no tuvimos la oportunidad de conversar.

—Tienes razón, Sofía. En el futuro de seguro nos llevaremos bien. — Respondió Philip.

—Así será.

Después de intercambiar unas cuantas palabras, Sofía y Santiago salieron de la mansión Rosas y se dirigieron a su residencia.

Al llegar, Sofía pudo notar que todas las cosas encargadas con anterioridad a Cinthya se habían hecho correctamente. Entraron y detrás venía el chofer con las maletas. Sofía tomó la suya, y luego de que el chofer se retiró, caminó hacia su habitación. Sin embargo, Santiago habló cuando ella estaba por subir las escaleras.

— ¿Qué pensarán las sirvientas si se entran de que los recién casados no comparten habitación?

Al escuchar estas palabras, Sofía volvió el rostro y lo miró con desconcierto.

—Vaya, viniste en mi ausencia... y descubriste que no compartiremos habitación, dado que no dormiré en la recámara principal.

—Sofía, deja el sarcasmo de lado. Dijiste que serías la esposa perfecta, sin embargo, te niegas a dormir conmigo.

—No lo entiendes, Santiago. Dije que sería tu esposa, pero nunca acepté ser tu mujer.

— ¿Qué clase de tontería es esa?

—No es ninguna tontería, ¿no te has dado cuenta...? No hay ninguna sirvienta que haya salido a recibirnos.

—Eso... ¿Qué fue lo que hiciste ahora?

—Le pedí a madre que por un mes completo nos dejara completamente solos para convivir y establecer una relación antes de traer a la servidumbre. Por lo tanto, el tiempo que queda antes de que se complete el mes que pedí, puedes disfrutarlo con tu amante y no regresar a casa, a menos que sea un asunto importante.

Santiago, irritado por su frialdad, se acercó y le tomó el brazo con fuerza.

— ¿Qué crees que estás tratando de hacer? ¿Mandarme lejos de este lugar y hacer todo a tu manera, ah?

Sofía vio sus ojos ardiendo de odio hacia ella. Normalmente, solo lo dejaría pasar por el hecho de sentirse culpable, pero hoy no tenía ninguna razón para hacerlo.

— Déjame.

Después de esa palabra, tiró de su mano con fuerza para que este la soltara y volvió a hablar:

—Que no nos llevemos bien y que detestes el simple hecho de mi presencia no te da derecho a intentar agredirme. Nunca en tu vida lo vuelvas a hacer o de lo contrario, no respondo por mis actos.

Dicho esto, pretendía marcharse, pero Santiago volvió a hablar.

—¿Por qué volviste? Trece años lejos y, de repente, regresas a mi vida para atormentarla con tu presencia.

—No volví por ti, es lo único que debes saber.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste?

Sofía acarició el anillo en su mano, levantó el rostro y, con serenidad, respondió:

— Volví por tu apellido. Aunque no tenga tu apoyo ni tu dinero, el solo hecho de ser la señora De Rosas le garantizará que estoy fuera de su alcance.




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