Al verla, Oscar corrió hacia ella con los brazos extendidos, listo para abrazarla. Sin embargo, Sofía retiró su brazo con suavidad y se acercó a Cinthya, quien sostenía en su mano una caja de pastel.
Oscar la miró y suspiró profundamente.
—No has cambiado nada, siempre prefieres el chocolate antes que a tu viejo amigo. ¿Cuándo me prestarás un poco de atención? Yo también te extrañé.
Sofía, sin dejar de sonreír, respondió:
—El día que te cases iré a verte, solo para comprobar cómo esa pobre mujer te soporta.
— Te lo pedí dos veces, pero me rechazaste ambas. —bromeó Oscar, con una sonrisa algo melancólica.
Mientras ellos dos conversaban, completamente sumidos en su mundo, Santiago se levantó de la mesa. Se acercó a Sofía y, con un gesto posesivo, la tomó de la cintura.
—A mí también me alegra verte, Oscar —dijo Santiago, con una sonrisa forzada.
Después de esas palabras, Santiago miró a Philip, y en esa mirada, Philip descifró el mensaje: 'controla a tu hermano'.
Santiago tomó a Sofía y ambos se dirigieron a la mesa. Se sentaron juntos, mientras que Cinthya ocupaba el asiento junto a Sofía, lo que le dio a esta última un respiro de tranquilidad.
Sofía comenzó a servir la cena, marcando el inicio formal de la reunión. Al probar la comida, todos quedaron encantados. Philip fue el primero en manifestarlo.
—La comida está deliciosa, Sofía. Debes decirme quién es el chef para poder robártelo —dijo Philip, guiñando un ojo.
—Hermano, si te robas a la chef, Santiago se quedará sin esposa —bromeó Carlos, provocando risas en la mesa.
Todos rieron, excepto Oscar y Cinthya, que ya conocían la verdad.
—¿Tú cocinas, Sofía? —preguntó Philip, sorprendido.
—Es algo que tuve que aprender para ser una "buena esposa", o al menos eso decían —respondió ella con una sonrisa irónica—. Oscar conoció mi talento culinario en Europa.
Philip quedó atónito ante su respuesta.
Mientras observaba lo cercanos que parecían Sofía y Oscar, Santiago sintió una punzada de celos. Incapaz de contenerse, preguntó:
—Ustedes dos se conocen mucho, ¿no es así?
Oscar río, tratando de aligerar el ambiente.
—Hermano, si te preocupa que en el pasado pudiera haber pasado algo entre nosotros, te equivocas. Mi amor por ella siempre fue unilateral.
—¿Es cierto eso, Sofía? —preguntó Santiago, con un deje de inseguridad en la voz.
Sofía suspiro, pero mantuvo la calma.
—Siempre tomé sus confesiones como una broma. No podría decir otra cosa.
Oscar, con una sonrisa traviesa pero sincera, añadió:
—Siempre fui honesto contigo, Sofía, pero cada vez que me rechazabas, notaba cómo tocabas tu anillo. Supuse que había alguien más en tu corazón, alguien que te lo había regalado.
Santiago, que había permanecido atento, volvió a mirar a Sofía. En ese momento, notó el anillo en forma de corona que ella llevaba puesto, un anillo que no se había quitado ni siquiera en su boda.
— ¿Quién te dio ese anillo? —preguntó Santiago, de repente, con la voz tensa.
—¿Qué? —Sofía se quedó perpleja.
—Te pregunté quién te lo dio —repitió Santiago, con creciente molestia.
Oscar intervino, añadiendo leña al fuego:
—Sabía que no fuiste tú quien se lo dio, Santiago. Ella ya te olvidó, ¿no es así?
Sofía no podía creer cómo la conversación había tomado ese giro, pero estaba claramente molesta con Oscar por exponer su vida privada.
—Oscar, es mejor que te calles ahora —dijo, en un tono firme.
Oscar sonriendo levemente y, mirando de nuevo a Santiago, continuó:
—Ahora entiendo por qué, el día de tu conferencia en la universidad, ni siquiera se tomó la molestia de saludarte. Siempre pensé que tu esposa sería la actriz por la que culpaste tantas veces a Sofía de separarte. Me sorprendí mucho cuando llegaste con ella de la mano, después de años de decir que la odiabas. ¿Qué pasó?
El ambiente se volvió insoportable. Cinthya, siempre atenta, hizo gestos discretos a los demás, indicando que lo mejor era retirarse. Poco a poco, todos comenzaron a despedirse, aunque Oscar intentó resistirse hasta que Philip lo convenció de marcharse.
Cinthya se acercó a Sofía para despedirse y darle un último consejo.
—Señorita, lo mejor es que lo deje solo por esta noche. Mañana podrán hablar con más calma.
—No te preocupes, no pasará nada, Cinthya. Vete tranquila.
—Si sucede algo, no dude en llamarme.
—Lo haré.
La última en irse fue Cinthya. El comedor quedó vacío, salvo por Sofía y Santiago, quienes seguían en la mesa. Sofía tomó el pastel de chocolate que Oscar había traído desde su pastelería favorita en España y cortó dos porciones. Le ofrecí una a Santiago.
—¿Quieres? —le dijo, extendiéndole el plato.
Santiago no tomó el pastel. Su expresión era dura, llena de incomodidad y enojo.
—Quítatelo —dijo, de repente.
—¿Qué?
—Que te quites el anillo que llevas en la mano. Si no vas a decirme quién te lo dio, al menos quítatelo.
Sofía lo miró con calma y respondió, sin perder la compostura.
—Santiago, siempre he sido sincera contigo. Este matrimonio se terminará en un mes y medio. Jamás te pedí explicaciones sobre tu pasado, ni te reclamé por encontrarte con tu amante. Así como tú me pediste que no me metiera en tu vida, ahora yo te pido lo mismo.
Santiago la miró con furia.
—Si lo amas tanto, ¿por qué te casaste conmigo y no con él?
Sofía mantuvo la serenidad mientras respondía.
—Si amabas tanto a tu amante, ¿por qué te casaste conmigo y no con ella?
Tras esas palabras, Sofía se levantó de la mesa y salió de la sala. Santiago, furioso, tomó su abrigo y salió de la casa, dirigiéndose al club nocturno donde sabía que Carlos, Philip y Oscar lo esperaban.
...
Al llegar, encontró a todos sentados, y a Carlos rodeado por dos mujeres.