La primera dama

CAP 29: Ebrio

—Sofía ya no es la misma. Aunque le ruegues, nunca volverá a ti. Ha esperado a la persona que le dio ese anillo por años, y nunca podrás entrar en su vida mientras ese anillo siga ahí.

Tras esas palabras, Oscar se retiró furioso, mientras Santiago se quedó con Philip y Carlos.

Carlos tomó una copa y se la alcanzó mientras Santiago se sentaba, le preguntó:

—Si ya tienes a Serena, ¿por qué insistes en retener a Sofía?

—Porque ella arruinó mi vida y la de Serena al separarnos hace trece años —respondió Santiago, su voz cargada de resentimiento.

Carlos lo miró con seriedad antes de continuar.

— Solo tenía 12 años, ¿qué culpa podía tener? Tal vez su único error en la vida fue haberte amado .

Santiago apretó los dientes y respondió con rencor:

—Por su amor, Sofía no me permitió ser feliz con Serena. Entonces, ¿por qué crees que deberías permitirle a ella ser feliz al lado de otro hombre?

—¡SANTIAGO! —Philip levantó la voz, incapaz de soportar más—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Esa mujer está contigo ahora, ¿no es así? Entonces, ¿por qué no deja que Sofía haga su vida? ¿Cómo crees que se siente sabiendo que sigues viendo a Serena? Si no la amas, déjala. Después del divorcio, cásate con Serena, si es eso lo que tanto quieres.

Santiago lo miró con una sonrisa sarcástica, antes de que su expresión se tornara furiosa.

—Sofía es mi esposa, y su deber es estar a mi lado. No pienso dejarla para que corra a los brazos de otro hombre. Si lo intenta, los mataré a ambos.

—¿Te escuchas? ¿Estás seguro de que no la amas? —preguntó Philip, sus palabras cargadas de preocupación.

Carlos, por su parte, lo miró con disgusto y dejó salir toda su rabia.

—Hace trece años nos obligaste a elegir entre Ricardo y tú. Aun así, ambos permanecimos a tu lado, y le dimos la espalda a Ricardo. Mientras Sofía sufría un accidente terrible, mientras era secuestrada y nadie sabía por lo que estaba pasando ella y su familia, tú nos prohibiste ayudarla. Dijiste que rompías tu compromiso, y la abandonaste a su suerte. ¿Con qué derecho crees que puedes retenerla ahora? Eres un cobarde que no supo proteger a la mujer que amaba, y solo te dedicaste a culpar a una niña.

Philip intervino, intentando calmar las cosas.

—Basta, Carlos. Déjalo ser.

Pero Carlos no se detuvo, su rabia era imparable.

—¿Por qué debería callarme? Ricardo, a pesar de ser más joven, protegió a su hermana. La quiso enviar lejos de ti para salvarla. Nunca pedio ayuda, nunca culpó a nadie. Y tú, ¿qué hiciste cuando creíste que lo habías perdido todo? Te dedicas a la bebida. Ahora, después de todo, dices que no dejarás a Sofía.

Santiago se levantó, furioso.

—Si no la ayudé en ese entonces fue porque Ricardo me prohibió verla.

Carlos lo miró fijamente y con una voz firme, dijo:

—Escúchame bien, Santiago. Si Sofía planea dejarte y ser feliz con otra persona, la vas a dejar ir. Esta vez, no importa lo que pase, yo voy a apoyar a Ricardo y proteger a Sofía. Ya hice demasiado por ti, pero no voy a seguir apoyando tus estúpidos.

Santiago lo miró y soltó una risa sarcástica antes de adoptar una expresión furiosa.

— ¿Qué pasa? ¿Te enamoraste de Sofía?

Carlos no se inmutó ante la provocación, pero Philip intervino, poniéndose entre ambos.

—Basta, Carlos. Está ebrio, no sabe lo que dice. Mejor ayúdame a llevarlo a su casa.

Carlos miró a Santiago con desprecio.

—Encárgate tú, no quiero ver a este idiota —dijo antes de salir del club, dejando a Philip con Santiago.

...

Carlos salió del club, enfurecido por la actitud de Santiago. En el pasado, todos habían sido como una gran familia. Había conocido a Santiago en la secundaria, y desde entonces se habían vuelto inseparables. A pesar de las diferencias y de las peleas, Carlos siempre lo había apoyado, incluso cuando Santiago rompió su compromiso con Sofía y se distanció de Ricardo.

Pero ahora, las cosas eran diferentes. Carlos ya no le debía nada a Santiago. Había devuelto todo el favor que alguna vez le debía, y no pensaba seguir callando ante las injusticias. Sofía, a quien siempre había considerado como una hermana menor, no merecía ser lastimada de nuevo. Ricardo, su buen amigo, también había sufrido demasiado. Esta vez, Carlos estaba decidido a proteger a Sofía, sin importar las consecuencias.

...

Después de que Santiago salió, Sofía regresó a la cocina para ordenar todo. Buscó un vaso de leche y decidió relajarse antes de ir a descansar. Subió a su dormitorio y revisó los informes que Cinthya le había enviado sobre el avance en la construcción del orfanato en el país Z. Esa obra había comenzado poco después de su matrimonio con Santiago, y para Sofía, era una forma de sentirse útil durante el tiempo que pasaría en ese país.

Justo al terminar de leer los documentos, escuchó el timbre de la casa y bajó a abrir, algo sorprendida, ya que la seguridad no permitiría el ingreso de un desconocido. Al abrir la puerta, quedó impactada. Philip estaba allí, cargando a Santiago, quien estaba completamente inconsciente por el exceso de alcohol.

—Sofía, lamento despertarte, pero Santiago bebió de más —dijo Philip, algo incómodo.

—No te preocupes. Gracias por traerlo —respondió ella, aunque su voz reflejaba un ligero cansancio.

— ¿Dónde lo llevo? —preguntó Felipe.

—Arriba, tercera habitación a la derecha. Ayúdame a bañarlo, mientras preparas una bebida isotónica (bebida que contiene sales azucares y sales minerales) para bajarle la borrachera.

Philip llevó a Santiago a la habitación y lo ayudó a bañarse. Mientras tanto, Sofía preparó una bebida para ayudar a Santiago a recuperarse. Cuando Philip terminó, salió del baño con un Santiago somnoliento, pero más sobrio.

—Gracias, Felipe. Ahora puedes dejarlo en la cama. Si quieres, puedes ducharte y cambiarte en una de las habitaciones de invitados. No quiero que te enfermes por la ropa mojada.




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