Serena se encontraba molesta, Santiago estuvo evitándola todo este tiempo y ahora Sofia venía a la oficina; mientras ella hablaba relajadamente con Santiago en el interior, ella debía quedarse sentada afuera esperando.
Al principio se ofreció a prepararle el café porque quería ingresar a la habitación de Santiago y dejar algo suyo ahí, para así demostrar que todo en el futuro le pertenecería. Pero Santiago no la dejó entrar y, en cambio, le dijo que podía ir a la sala común de los empleados del piso y preparar café.
Al regresar se encontró con Enzo en la puerta, ansioso, quería ingresar, pero él le prohibió el paso y dijo que esperase porque Santiago se encontraba con una visita importante, espero pacientemente, pero contrario a su imaginación quien salió de la oficina no fue un socio si no Sofia.
Al verla sintió rabia. Sofía podía estar cerca de Santiago y ella solo debía esperar... Había esperado demasiado mientras estuvo fuera del país; Sofía le había robado todo: novio, familia y estatus en el pasado, y ahora nuevamente lo estaba haciendo en el presente.
Se acercó a Sofía con la clara intención de derramarle el café encima. Sin embargo, Enzo al percatarse de sus intenciones la cubrió y el café cayó sobre él.
—Señor Enzo, lo siento —dijo Serena—; no era mi intención… tropecé y usted…
—Está bien señorita, puede pasar ahora no hay nadie en la oficina del presidente.
—Gracias...un gusto verla nuevamente, espero podamos hablar con calma en el futuro. — habló mirando a Sofia.
Después de eso entro a la oficina de Santiago. Sofía, al ver la espalda de Enzo mojada, pudo notar que probablemente se trataba de una quemadura fuerte.
—Necesitas atenderte eso —dijo ella.
—Yo...lo hare, no es nada grave.
—Déjame revisarlo; así me sentiré más tranquila. Está claro que ese café era para mí.
—Gracias, señora, pero ¿cómo podría permitir que usted me curara? Soy un simple empleado.
— Señorita, no soy tu señora. Lo dije claramente: no trabajas para mí. Si me llamas “señora” tan descuidadamente en el futuro, enfrentaras un despido y no deseo eso. Haces bien tu trabajo y por eso eres el jefe a cargo de todos los secretarios de Santiago.
—Bien. No planeo retrasarla. Puede irse; no se preocupe. Iré al hospital a ver la quemadura.
—Estaré más tranquila si lo haces ahora. Me voy.
Enzo quedó fascinado por la belleza y la actitud de Sofía; a diferencia de ella, Serena era una mujer ambiciosa.
...
Sofía pasó por el mercado a realizar las compras y a ver cómo se encontraba la infraestructura y los servicios. Tenía suficiente dinero para ir a un supermercado, pero en el pasado iba con Lucía y su madre a los mercados de barrio; en cada puesto, el vendedor o la vendedora tenía una historia de cómo sus productos habían llegado ahí. Era un ambiente mucho más animado que el de un gran supermercado.
Después de las compras se apresuró a regresar a casa, para realizar los preparativos y cocinar la cena, al llegar y pasar a la cocina encontró a Rosario la nana de Santiago cocinando el almuerzo.
—Nana, volví —dijo Sofía.
—Mi niña, fuiste de compras otra vez cuando te dije que podía hacerlo cualquier muchacha.
—No me molesta. Además, hoy vendrá madre por lo que quiero cocinar algo rico para ella, desde que llegaste no he puesto un pie en la cocina, pero hoy debes permitirme cocinar...sí.
—Está bien, pero ve a cambiarte y ponte algo más cómodo; después del almuerzo empezaremos y te ayudaré, aunque no quieras.
...
Santiago, por su parte, estaba cubierto de papeles, pero debía llegar temprano a casa, así que tomó el intercomunicador y llamó a Enzo; este no contestó hasta después de dos timbres.
—Sí, presidente.
—Pasa a mi oficina.
Enzo se apresuró a llegar y, al entrar, pudo ver el semblante cansado de Santiago.
—¿Algo en lo que pueda ayudar?
—Quiero que reprogrames toda mi agenda; hoy saldré temprano.
—Pero la reunión de hoy es importante.
—Sé que puedes hacerlo. Y si no se puede posponer, represéntame; lo has hecho en el pasado. No veo problema en que lo vuelvas a hacer.
—Aun si lo represento, el contrato debe firmarse.
—La firma puede realizarse mañana.
Después de decir eso, salió de la oficina y se dirigió a una florería, compro rosas rojas y manejo a casa.
Al llegar encontró a Sofía y a su nana con delantales, cocinando. Rosario levantó el rostro y vio a Santiago con flores en la mano; sonrió ante el gesto.
—¿No trajiste flores para tu nana también? —bromeó ella.
—Lo haré en otra ocasión.
—Muchacho malagradecido. Ahora que te has casado solo tienes ojos para tu esposa y te has olvidado de esta anciana.
Sofia los miro y no pudo evitar sonreír al ver su interacción.
—Nana, las flores las traje para Sofía, como disculpa por lo ocurrido en la empresa.
—Espero que no hayas hecho nada malo, Sofia en una buena niña y no me gustaría que la lastimaras con tus tonterías.
—Lo se nana.
—Bueno, los dejo. Ahora que Santiago llegó, que te ayude a cocinar; debe aprender para que en el futuro pueda cocinarte.
—jaja.
Santiago se acercó a Sofia y le extendió el ramo de rosas.
—Lamento lo que ocurrió en la oficina.
—No ocurrió nada grave gracias a Enzo, pero Serena debería tener más cuidado.
—Me dijo que se tropezó y casi derrama todo el café sobre ti. Prometí que no te encontrarías con ella, pero parece que soy ineficiente.
Santiago se sintió profundamente apenado. Cuando Serena le contó, le invadió una enorme amargura al pensar que ese café pudo haber caído sobre Sofía y lastimarla; en ese caso no se lo habría perdonado. Por ello, tras el incidente, expulsó a Serena de la oficina y le prohibió volver a la empresa.
-No salí lastimada y eso está bien. Ahora ponte un delantal y ayúdame a cocinar ya que nana se fue, las demás sirvientas están ocupadas, entonces eres el único que puede ayudarme.