A la mañana siguiente, Sofia desayunó nuevamente sola y luego se dirigió a la empresa.
Al llegar, en el pasillo se podía escuchar todo tipo de murmullos, pero no le prestó atención y siguió su camino hasta su oficina. Al llegar, Elena, su secretaria, entró como siempre para indicarle el itinerario del día.
—Y para culminar, tiene una junta con los inversores extranjeros para hablar del proyecto de construcción del hotel.
—Está bien. ¿Hay algo más?
—No, nada más. Ahora me retiro.
Elena ya estaba por irse, pero se acercó de nuevo a Sofía.
—Es que… como usted entró a trabajar un día después de reunirse con el presidente…
Para Sofía, Elena era una joven muy animada de solo veintidós años, por lo que si se contenía de hacer una pregunta debía ser seria.
-Dime.
-vicepresidenta es la amante de nuestro presidente, todos hablan de eso en la oficina.
-Como llegaron a esa conclusión.
-Es por que no puede ser su esposa, porque nuestro presidente acompaño ayer a su esposa a los chequeos médicos y luego fueron a una tienda para bebes, ser su amiga tampoco es posible de lo contrario ¿por qué tendría problemas con la esposa de nuestro presidente?
—¿¿Esposa?? ¿Tienda para bebés?? —repitió, sorprendida.
—Sí, la actriz Serena. Todos en la oficina dicen que usted se ha metido en ese matrimonio.
Sofía la miró y sintió fastidio, llevaba años cuidando su imagen pública y ahora, de repente, se veía envuelta en un escándalo.
—Puedes retirarte. ¿De dónde sacaste que él estuvo con ella? —preguntó con control.
—Está en todos los noticieros —contestó Elena y salió.
Sofía abrió la página de chismes en su teléfono. En primera plana aparecía la foto de Serena y Santiago con el titular:
La esposa misteriosa del candidato a la presidencia y magnate de negocios: la actriz Serena Elizabeth.
Se levantó de su asiento y fue directo a la oficina de Santiago; entró sin pedir permiso. Dentro estaban Enzo y Santiago hablando.
—Podrías haber tocado, Sofía; esto no es tu casa para actuar así —dijo Santiago.
—¿Hablamos ahora de modales? —replicó ella—. Enzo, sal ahora.
Enzo la miró y asintió. A simple vista era evidente que el ambiente entre ellos no era favorable. Era extraño que el presidente hubiese pasado la noche en la empresa y no regresara a casa; eso hacía pensar que el problema debía ser grave.
—Sí, vicepresidenta —respondió Enzo antes de salir.
—¿De qué quieres hablar que no puede esperar? —preguntó Santiago mirando a Sofia—. Tratas a mi gente como si fueran tus empleados.
Sofía estaba molesta: no solo la dejó para ir con su amante, sino que, en un punto de la historia, todo se había torcido y ahora era ella la señalada como amante.
—Sé que vamos a divorciarnos, y lamento si arruiné tus planes —dijo ella—; pero te pido que seas consciente de tus actos, porque no planeo quedar atrapada en el medio. Arregla el escándalo, porque no pienso ser la comidilla de toda la oficina.
—¿De qué hablas? —respondió Santiago—. Y ya que estamos aquí hablando, ¿puedo saber por qué razón atentaste contra Serena?
—¿Atenté contra Serena? —Sofía se sorprendió—. Ella es tu prioridad y me alegra escuchar eso, pero jamás la lastimaría. No tengo razones; el amor que te tuve quedó en el olvido. Te dije hace tiempo que no la quería ver nunca.
—Tú eras la única que conocía su trauma y la única con poder —replicó Santiago—, además de mí, para ordenar algo así.
Antes de que Sofía pudiera contestar, Philip entró sin previo aviso; al darse cuenta de la intromisión, Santiago se mostró molesto.
—¡Que acaso hoy nadie va a tocar antes de entrar! —exclamó.
Philip lo miró, se acercó de manera severa y lo tomó por el cuello de la camisa.
—¿Qué diablos estás pensando? —gruñó Philip—. Aunque planees divorciarte de Sofía para casarte con Serena luego, y aunque ese matrimonio sea una farsa a la vista de todos, no tienes derecho a hacerla partícipe de tu circo.
—¿De qué hablas? —respondió Santiago, tenso.
Philip sacó un iPad y lo puso delante de ellos. En la pantalla se veían los titulares y las fotos de todos los noticieros: Santiago y Serena juntos.
—Esto no es cierto —balbuceó Santiago.
A un lado, Sofía, que había escuchado todo, habló mirando a Philip.
—Tú lo sabías… que este matrimonio era un circo montado para sus padres y para los míos.
—Sí, pero… Sofía —llamó Philip, dubitativo.
—¿Quién más lo sabía? —insistió ella al notar el silencio de Philip y Santiago—. ¿Carlos? ¿Óscar también?
—Sofía…
—Me tomaron por estúpida todo este tiempo. ¿Les pareció graciosa mi actuación con Santiago? ...o podre ingenia era eso lo que pensaban.
Santiago la tomo de la mano al verla alterarse.
-Sofia las cosas no fueron así, y la noticia tampoco es cierta.
—¡CÁLLATE! ¡Cállate! —gritó ella—. Que cada palabra que sale de tu boca es mentira...felicitaciones futuro padre. No deseo separar a un hijo de su padre, pero dile a tu amante que tenemos un trato: el divorcio se firmará cuando la ceremonia de Reigar haya terminado. Y en cuanto a ti —dijo señalando Philip— creí que solo en el pasado nos diste la espalda a mi hermano y mí, pero veo que sigue siendo así hasta ahora.
Dicho esto, salió de la oficina enfurecida. Que todos supieran de que su matrimonio era una farsa y obligarla a actuar dulcemente delante de ellos, debe haber sido algo gracioso, al verla salir tan enojada Santiago la siguió aun si Philip trato de detenerlo no lo logro.
Sofia bajo y afuera de la empresa estaban reunidos reporteros, y era casi imposible el paso por lo que se retrasó, y cuando estaba planeando seguir su paso Santiago la tomo de la mano.
—Sofía, hablemos —pidió.
Antes de que ella respondiera, los reporteros se abalanzaron desde todas direcciones:
—Señor De Rosas, ¿ella es su amante?
—¿No le parece indignante comportarse así cuando su esposa está embarazada?