—Es una quemadura leve. Como solo cayó un poco y usted llevaba prenda, estará totalmente curada en una semana. Trate de no mojar la herida y aplique la medicina.
Tras decir eso, el médico salió.
Santiago no deseo molestar a Sofia por lo que tuvo la consulta con el medico afuera y también llevo la ropa que Enzo había traído a la habitación.
Luego de eso, se preparó para la rueda de prensa, Sofia no deseo hacer pública su relación y era de cierta forma comprometedora si lo decía, las consecuencias de revelar aquello al público, la primera seria que Sofia permaneciera a su lado o en caso de que se divorciaran en la fecha prevista lo más posible era que su carrera política se viera afectada, pero eso no importaba, para él, la seguridad de Sofia era lo más importante y no podía dejar que incidentes como los de hoy volviesen a ocurrir.
Al llegar al auditorio, el salón estaba repleto de periodistas. Santiago se situó frente a ellos y comenzó su discurso.
—Ayer algunos periodistas me preguntaron quién era la mujer a mi lado. No pude dar explicaciones y la nombraron mi amante sin comprobar su identidad. Ella es Sofía Cáceres de Rosas... mi esposa, no mi amante, como se ha especulado. Deseamos mantener el matrimonio en privado para evitar que la prensa la siga a todas partes. No pensé que ocultar mi vida privada causaría tal confusión; lo siento y espero su comprensión.
—Por favor, díganos qué relación tiene con la actriz Serena. ¿Acaso es su amante? —preguntó uno de los periodistas en primera fila.
—¿El hijo que ella espera es suyo? —preguntó otro, lo que provocó conmoción y una lluvia de preguntas en el auditorio.
—Ella es una amiga del pasado. Le debo mucho, sin embargo, no es mi amante. Si desean confirmar lo del embarazo, pueden hablarlo con ella directamente. Si no hay más preguntas, me retiro. Muchas gracias por su atención.
Tras la rueda de prensa, salió del auditorio y se dirigió a la comisaría donde retenían al agresor.
—Hace tiempo que no te veía, Santiago. ¿Qué haces en mi humilde centro de trabajo? —preguntó un hombre alto con uniforme de teniente, al verlo entrar.
—No creo que sea tan humilde este lugar ni tu trabajo; eres teniente general de la policía en el país —replicó Santiago.
El otro rió sarcásticamente, colocando el brazo alrededor del hombro de Santiago.
—Me halaga escucharlo de tu boca, idiota del año.
—No estoy para discutir, Carlos. Llévame donde tienen a ese sujeto.
—Eres aburrido, pero tienes razón. No hay mucho que hablar contigo. ¿Cómo está el bomboncito?
Santiago respondió con firmeza acerca del título de Sofía:
—Mi esposa está bien.
En la sala donde interrogaban al detenido, el hombre presentaba el rostro lleno de cicatrices. Santiago se acercó sin más y preguntó:
—¿Quién te lo ordenó?
El hombre, sentado, respondió con burla.
—¿Ordenar qué?
—Rociar ácido sulfúrico sobre el rostro de Sofía.
—¿Sofía? No la conozco —balbuceó el detenido, con evasivas.
Irritado por la evasión, Santiago lo agarró de la mano.
—Debes tener mucha confianza si crees que, desde un centro de detención, piensas que no puedo lastimarte. Es una lástima que no eligieras bien a tu víctima.
Con un chasquido, Santiago le quebró un dedo; en la sala insonorizada se oyó un grito de dolor. Luego dijo:
—Lo volveré a preguntar y espero que coopere. ¿Quién te lo ordenó?
La otra parte miro horrorizado a Santiago, sin embargo, no podía decir quien fue o de lo contrario no recibiría la otra parte del pago acordado.
—Lo hice por mí mismo; soy fan de Serena y no soportaba que ella sufriera por culpa de esa mujer.
—Respuesta incorrecta —replicó Santiago, y quebró otro dedo. Los gritos de dolor y terror se escuchaban con claridad.
—Está bien... lo diré todo.
Con horror y miedo, el hombre empezó a hablar:
—No reconozco su rostro... llevaba una mascarilla y una gorra, por eso no pude verla.
—Descríbela.
—Ella...era...tenía el cabello rubio y su cuerpo era muy esbelto.
Al oír eso, Santiago supo quién había ordenado el atentado. Dio instrucciones para que el detenido quedara en libertad —no sin antes amenazarlo a voz baja para que no hablara de lo ocurrido— y salió de la comisaría.
...
En su departamento Serena se encontraba muy molesta, luego de ver que hoy Santiago anuncio que Sofia era su esposa y que ella no era más que una amiga.
Destruyo todo cuanto encontró a su paso en su departamento, y por su parte su manager ya se encontraba asustado por su comportamiento.
—Cálmate, Serena.
—Esa maldita zorra me lo quitó todo y ahora hasta a Santiago. Anunció a todos que ella es su esposa.
—No puedes hacer nada ahora. Debes pensar en tu próximo plan.
—¡No! Si mi plan hubiera funcionado, ella tendría el rostro desfigurado y Santiago no la querría más. ¿Quién querría a una mujer con el rostro quemado? ella estaría acabada, que si dijo que es su esposa, tarde o temprano se va a divorciar de ella y si no lo hace la mato.
Justo cuando se encontraba en su delirio, se escuchó el timbre de la puerta, el manager se apresuró a abrir y al ver quién era quiso cerrar, pero no pudo.
Santiago al ingresar al lugar pudo ver que todo se encontraba en el piso destruido por la ira de Serena.
—Serena, cálmate. Si sigues así, ¿dónde vas a vivir? —dijo, firme pero sereno.
Serena dejó de lanzar objetos y se volvió. Al ver a Santiago, se asustó y se alegró al mismo tiempo.
—Santiago, ¿qué haces acá?, vienes a consolarme por lo que dijiste hoy ¿verdad?, tú vas a divorciarte de ella luego.
—Te lo dije desde el principio, nunca fue mi intención lastimarte, pero no voy a divorciarme de Sofia.