Sofía caminaba entre el fuego en una casa derrumbada y llena de llamas; sus padres adoptivos, Lucía y Fernanda, avanzaban sin voltear.
—No se vayan, no me dejen sola, mamá —llamó Sofía.
Las personas volvieron la mirada, la observaron con ojos tristes, pero siguieron caminando como si no la escucharan.
El escenario cambio y pronto se encontró en otro lugar, ese lugar era el jardín del orfanato, era extraño, estaba con sus padres hace un momento porque ahora estaba ahí, entonces sintió algo pesado entre sus brazos y bajo la mirada.
—Santiago.
Él la miraba con el rostro alegre, pero pronto la mano de Sofía se tiñó de sangre y la sonrisa de Santiago se desvaneció, apareciendo un rostro de dolor por la herida en su brazo.
—¡Ayuda... ayuda... Santiago, no te duermas... quédate conmigo!
Pero contrario a sus deseos nadie la socorrió y pronto el cuerpo de Santiago en sus brazos se desvaneció.
—Santiago...
Se despertó con la frente sudada y el cuerpo temblando. La habitación no era la suya; por el equipo médico supo que estaba en un hospital. Le dolía la cabeza y, al recordar el sueño y el disparo que recibió Santiago, su corazón empezó a latir con fuerza. Salió de la habitación sin esperar al médico para informar de su condición. Afuera del cuarto acababa de llegar Lina; al verla, la joven se alegró.
—¿Sofía, estás bien? —preguntó Lina.
—Lina... ¿dónde está Santiago? Llévame con él.
—Está bien... pero debes calmarte. Ya te desmayaste una vez y no sería bueno que vuelva a suceder.
Caminaron por un pasillo hasta la sala de urgencias. Allí, sentados y esperando noticias, estaban sus suegros, Carlos, Philip, Óscar y su nana.
Al verla, Raena se levantó y se acercó.
—Hija, ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien, madre... ¿y Santiago?
—Lo están operando ahora. El médico pronto saldrá a darnos noticias —dijo Raena con lágrimas en los ojos.
Las miradas de todos no eran diferentes, con tristeza y conmoción en su mirada.
Umberto abrazo a Raena y la llevo a sentarse antes de que se desplomase, Philip se acercó a Sofia quien aún llevaba el vestido lleno de sangre y la alejo un poco de los demás.
—Sofía, sé que no es el momento, pero necesito que me cuentes exactamente qué ocurrió para avanzar en el caso.
—Yo... yo no lo sé —respondió ella entre sollozos—. Estábamos por anunciar el inicio de las donaciones y, de pronto, Santiago me abrazó; unos segundos después se escuchó un disparo.
—Es lo mismo que mostró el video captado por la prensa —dijo Philip.
—¿No lograron atrapar al asesino? —pregunto ella.
—No. El trabajo fue minucioso; no dejó rastro —explicó Philip. —¿Sospechan de alguien?
—No... yo solo quiero que esté bien —respondió ella, quebrada.
Philip se acercó y la abrazó. Aun siendo fuerte, ella tenía un corazón vulnerable, como una niña.
Pronto salió el médico de la sala de operaciones y todos se acercaron.
—La operación fue un éxito. La bala fue extraída y no hubo un daño mayor. El paciente será trasladado a una habitación para su pronta recuperación —dijo el doctor.
—Gracias, doctor —respondió Raena.
Tras esas palabras, el médico se retiró. Santiago fue llevado a otra habitación y todos se sentaron a esperar a que despertara; estaba bajo sedantes, por lo que lo conveniente era dejarlo descansar.
—Sofía, ve a casa —dijo Raena.
—Madre, quiero quedarme hasta que despierte —respondió ella.
—No lograrás nada así. Ve a casa a cambiarte y luego regresas. Santiago se va a preocupar si te ve llena de sangre.
—Llévala, Philip —intervino Umberto.
...
En el hospital, Santiago acababa de despertar. Raena fue la primera en entrar.
—Mamá... ¿cómo está Sofía? —preguntó, intentando incorporarse.
—Ella está bien; fue con Philip a cambiarse. Debe estar regresando... Dime, ¿cómo te sientes? —dijo Raena, ayudándolo.
—Estoy bien. Fue un alivio que Sofía no saliera lastimada.
—¿De qué hablan? —preguntó Philip al entrar.
Philip había regresado con Sofía y, al saber que Santiago había despertado, decidió entrar. Por su parte, Sofía se había retrasado en el camino para comprar frutas.
—¿Averiguaste quién estaba detrás del atentado? —preguntó Santiago.
—El asesino lo tenía todo planeado; será complicado rastrearlo —respondió Philip.
—Maldita sea. Si no cubría ha Sofia probablemente estaría muerta. —dijo Santiago con voz quebrada.
—¿Qué dices? —intervino Raena.
—Estoy seguro de que intentaban asesinar a Sofía. La cubrí por instinto cuando vi a la persona y salí herido —contestó Santiago.
—Es la hipótesis que manejamos, pero aún no tenemos nada —dijo Philip.
En ese momento Sofía tocó la puerta e ingresó. Al verla, Raena y Philip salieron. Sofia se acercó y dejo el cesto de frutas en la mesa al lado de la cama y se acercó a Santiago.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Mejor después de verte —respondió él.
—Tonto —dijo ella, sonriendo—. Si la bala era para mí, ¿por qué te atravesaste?
—Fue instinto, creo.
—No lo hagas. Te pedí que me protegieras, pero no con tu vida.
—Y si lo deseara así... incluso si muriera, estaría... —comenzó Santiago.
Sofía le tapó la boca con la mano antes de que terminara.
—No vuelvas a decir eso. Si planeas morir, primero firma los papeles del divorcio; prefiero ser una mujer divorciada a una mujer viuda. El negro es lindo un día, pero no para todos los días del año —dijo ella, a medio broma, poniendo en evidencia su nerviosismo.
Santiago retiró la mano de su boca, pero no la soltó.
—Jaja... creí que mi esposa se preocupa más por mí, no solo por el sentido de la moda.
—Claro que la moda es importante, pero tu vida lo es aún más.
—Entonces no debo morir para que mi linda esposa no me deje.
—... —ella guardó silencio.