La primera dama

CAP 47: Dormir juntos

Al ingresar al baño, el vapor del agua tibia de la bañera inundaba toda la habitación haciendo que el vidrio se empañase Al correr las cortinas de la ducha, un hombre de unos treinta y tres años estaba recostado en la bañera; con su complexión perfecta parecía un modelo sacado de revista.

Sofía se acercó a Santiago y tomó el mango de la ducha para mojar un poco su cabello. Al sentarse en uno de los extremos de la bañera, junto a su cabeza, Santiago se inclinó un poco está en su dirección, y observaba fijamente cada expresión en el rostro de Sofia, tenerla cerca y pendiente de él lo hacía sentir como si nada de eso fuese una mentira, en ese pequeño espacio solo eran una pareja casada tomando un baño y eso lo hacía sentir feliz, si solo pudiese detener el tiempo o hacer que días así durasen en una eternidad.

Cuando Sofía era una niña, siempre lo persiguió dándole calidez a su corazón, nunca lo supo porque pensó que siempre la tendría a su lado corriendo feliz y haciendo promesas de permanecer juntos cada cumpleaños. Pero el día que llegó Serena, en su vigésimo cumpleaños vio por primera vez en el rostro de la niña que siempre brillaba una tristeza; esos ojos que recordaban un cielo estrellado se llenaron de lágrimas. Aquella niña que año tras año desde que pudo hablar y caminar corría detrás suyo cantando antes de partir el pastel, ese año no cantó ni dijo que cumpliría sus deseos y que siempre estarían juntos, se sintió vacío aquel día, pero aun así no le prestó atención, y lo que ocurrió después hizo estallar todo y la alejó. Si no hubiese sido tan tonto, probablemente Sofía estaría a su lado y no tendría esta ansiedad de que en cualquier momento podría ser abandonado.

Tras el lavado, Sofía salió. Durante todo el proceso solo se robaron alguna que otra mirada; no cruzaron palabras, pero pudieron estar cómodos el uno junto al otro.

Cuando Sofía salió del baño, Santiago se quedó allí. Al terminar su aseo pasó al armario —había una puerta que comunicaba el armario con el baño— y no vio necesidad de entrar en la recámara sin estar vestido.

Cuando salió al cuarto, Sofía no se encontraba por lo que asumió que se fue a bañar a otra habitación, se recostó en la cama con la laptop sobre sus piernas, para revisar como se encontraba en las encuestas, había estado inactivo estos días en el hospital, la herida no había sido grave ya que no afecto ningún órgano y sólo se hizo la operación para la extracción de la bala por lo que la recuperación y cicatrización completa no demoraría más de medio mes, más allá de eso podía movilizar por completo el brazo sin ayuda, pero al tener a Sofia cerca, fingió estar convaleciente para que ella lo ayudase.

Al revisar las encuestas vio que lideraba la intención de voto. La opinión pública es vulnerable y puede cambiar en cualquier momento; tenía confianza en sus propuestas, pero sabía que la imagen pesa mucho. A pesar de que al inicio de año se esforzó en sus propuestas, no logró liderar las encuestas, dado que las personas preferían a un hombre de familia y más que eso querían un presidente que comprendiese sus problemas y no creían que Santiago estuviese calificado, por el simple hecho de haber nacido con una cuchara de oro, lo que los hacía pensar firmemente que era un corrupto que deseaba robar al país.

Mientras miraba la pantalla, un ruido en la puerta lo distrajo; al voltear vio a Sofía con un pijama rosa: pantalón y blusa de tirantes de seda, el cabello sujetado en una mano y una toalla en la otra tratando de secarlo. No le prestó mucha atención a Santiago recostado en la cama. Fue al tocador y tomó la secadora; antes de que la encendiera, Santiago se la arrebató.

—Déjame hacerlo por ti.

—Puedo sola; entrégamela —dijo ella, extendiendo la mano.

—Lavaste mi cabello; déjame ayudarte y así nos iremos a dormir temprano.

Sofía le volvió a arrebatar la secadora y dijo:

—Te ayudé porque no podías hacerlo solo; además pensé que no podías mover el brazo por la herida.

—Es cierto —respondió Santiago, rascándose la cabeza—. Y aun así… —luego volvió a la cama y la dejó secándose el cabello.

—¿No vas a dormir ahí, o sí? —preguntó Sofía al verlo recostado.

—¿Pretendes que duerma en el sofá con el brazo lesionado? —replicó él—. Esposa no puedes compadecerte un poco de mí.

—Por qué te compadezco lo digo, si duermes conmigo puedo golpear te, ya que me acostumbre a vivir sola, no me gusta compartir la cama.

—Ya hemos dormido juntos una vez; no creo que sea tan complicado —dijo Santiago, acomodándose a un lado para que Sofía pudiera dormir tranquila.

Sofía se acercó a la cama al ver que no ganaría la disputa; al menos llegarían a un acuerdo.

—Bien... tú duermes en tu lado de la cama y yo en el mío; así no podré lastimarte —dijo, colocando almohadas en el centro de la cama después de terminar de secarse el cabello.

Santiago no pudo evitar reírse. De pronto la jaló hacia sus brazos y la aprisionó.

—Suéltame.

—No. Así es más cómodo —respondió él—como te dije no le veo nada de malo, además ya extrañaba tenerte entre mis brazos.

—Tú… no estás herido, ¿por qué tienes tanta fuerza? Suéltame o no te vuelvo a hablar.

—Digamos que estoy casi recuperado —confesó— y creo que voy a arriesgarme a tenerte enojada todos los días si puedo dormir contigo.

—Qué gracioso. Suéltame, Santiago.

—No —dijo mientras le acariciaba el cabello que caía por su cintura—. Ahora duerme.

Sofía se encontraba molesta por el engaño, pero en algún punto de la noche se quedó dormida; como aquella otra vez que durmieron juntos, sintió como alguien la consola a y reconforta a con un cálido abrazo, se sintió protegida y no tuvo miedo de sus constantes pesadillas.

A la mañana siguiente, Santiago fue el primero en despertar y no pudo evitar sonreír al verla entre sus brazos. Aun sabiendo que probablemente se enfadaría con él el resto del día, momentos así lo valían. Sofía abrió los ojos al sentir una mano acariciar su cabello y lo primero que vio fue a Santiago; se incorporó de un tirón.




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