La primera dama

CAP 49: Ceremonia Reigar 1era parte

Los preparativos para la gran noche se realizaban de la mejor manera posible, esta noche grandes personajes se reunirán en un solo lugar, por lo cual la seguridad debía de prevalecer en todo momento.

La ceremonia de Reigar era una ceremonia, tanto para los que prevalecen entre las familias ricas que tienen raíces fuertes o nuevos ricos, por lo cual no era factible que las ramas laterales de las familias principales asistieran, las invitaciones eran solo unas pocas que eran enviadas a las diez familias más importantes del país; cualquier miembro mayor de edad de una familia principal debía asistir. La ausencia se consideraba una falta grave y probablemente el ser excluido en el futuro de eventos grandes si alguna familia escondía a sus miembros. Los encuentros se organizaban cada diez años y el anfitrión del siguiente evento se elegía durante la velada.

...

La alfombra roja, extendida por las escalinatas del gran salón de eventos —abierto solo cada diez años— daba la impresión de un acontecimiento regio. Limosinas y Rolls-Royce desfilaron ante las enormes filas de periodistas en la entrada, dispuestos a fotografiar o interrogar a los asistentes. Era, sin duda, un evento sin precedentes.

Las familias llegaron poco a poco y las cámaras no tardaron en inmortalizar los rostros. La familia Reinald posó y respondió algunas preguntas; después, la expectación aumentó cuando se oyó:

—Ahí vienen los señores Cooper.

Los flashes no se hicieron esperar cuando una pareja de mediana edad bajo del auto, ellos eran los actuales patriarcas de la primera familia del país X. Poco después llegó otra limosina; bajó una pareja joven, una mujer de unos veinticinco años pelirroja; con un vestido blanco largo estilo sirena y el cabello recogido, sujetando el brazo de un hombre; alto, de cabello castaño y ojos claros, traje negro y corbata dorada. Su porte irradiaba poder y temperamento.

—Maestro Cooper, ¿qué puede decirnos de su candidatura a la presidencia? —preguntó un periodista.

—Señora Cooper está feliz con la elección de su esposo.

—Escuche que su hijo fue premiado por la gran Academia Española como un talento innato a tan temprana edad.

—Por favor comentemos algo.

La pareja posó para las fotos y se retiró. Poco después llegó la limosina que traía a los patriarcas de la familia Iriarte. Cuando todos cruzaron la alfombra, los padres de Sofía y Ricardo, junto a su prometida, hicieron su entrada.

...

Dentro de la limosina, antes de bajar, Sofía y Santiago conversaban.

—¿Qué es lo que tienes en la mano? —preguntó Sofía.

Santiago sostenía una pequeña caja negra sobre las rodillas.

—Es un regalo de Ricardo, pero no tengo confianza para abrirlo —dijo—. ¿Lo quieres?

Sofía abrió la caja y encontró un par de máscaras para pareja; tomó la masculina y se la alcanzó a Santiago.

—Parece que mi hermano organizó una fiesta de máscaras.

Santiago tomó la máscara, y lo guardo en su traje, por el misterio de las acciones de Ricardo supuso que muchas sorpresas le esperarían esta noche.

—¿No te dijo nada? — preguntó él.

—Nuestra familia es la anfitriona de esta noche —aclaró ella—; aun así, no me enteré de ese detalle.

—Bueno, creo que tenemos que bajar —dijo Santiago al ver que la puerta de la limosina se abría.

Él bajó primero y extendió la mano para tomar la mano de Sofía. Caminaron por la alfombra roja: Santiago vestido de negro, camisa blanca y corbata negra; Sofía con un vestido rojo corte princesa, largo, tacones altos, pendientes largos y el cabello recogido en un moño.

Los periodistas se encontraban sorprendidos al ver a una pareja con porte, presencia y elegancia, pero aun así no sabían a qué familia pertenecían, incluso si eran nuevos ricos lo sabrían, dado que revisaron la lista de invitados de esta fiesta.

Tras las fotos, los periodistas ya imaginaban los titulares de la mañana: “Misteriosa pareja en la gran gala: ¿a qué familia pertenecen?”.

Al entrar, se colocaron las máscaras. Pronto ubicaron a Ricardo al lado de su prometida y sus padres.

Se acercaron, sin embargo, sólo lograron reunirse con los padres de Sofía dado que Ricardo y su prometida se encontraban saludando a los invitados. Pronto sus padres fueron llevados por viejos amigos dejando solos a Sofia y Santiago.

—¿Quieres que te traiga una copa? —preguntó Santiago.

—Tal vez. ¿Pretendes emborracharme? —respondió ella.

—Sería una buena opción; solo te oí hablar ebria, pero nunca vi ese hermoso rostro tuyo —contestó él con una sonrisa.

Un mesero se acercó con copas de champán; Santiago tomó dos.

—Salud por esta bella noche —dijo él.

—Lo es, en verdad —respondió ella.

Después de beber, Santiago tomó a Sofía de la cintura para saludar a otros invitados, como hizo Ricardo. Entonces se acercó una pareja:

—Después de tantos años nos reunimos de nuevo; es un placer tenerla de vuelta, señorita Sofía — dicho esto, el hombre tomó la mano de Sofía con una mano, la otra la colocó detrás y lo beso, inclinándose un poco como muestra de cortesía.

Sofia deseaba preguntar su nombre, se le hacía familiar de alguna forma, pero no supo decir quién era.

—¡Leandro Cooper! No has perdido tu encanto, sin duda. Pero te equivocas: ella no es señorita, es la señora De Rosas, mi esposa —dijo, sujetando la cintura de Sofía.

La tensión entre ambos hombres se pudo notar en el ambiente; las miradas chispeaban como invitación a un enfrentamiento.

—Oh... vaya —respondió Leandro—. Había olvidado que estaban comprometidos; la desaparición de la joven por tantos años me hizo pensar que no se casaron, Santiago De Rosas.

—Es evidente que lo desconoce —replicó él—; tengo entendido que la bella mujer a su lado es su esposa.

—Así es —añadió Leandro—. Mi esposa es Regina Iriarte.

Sofía guardó silencio durante la disputa, pero al oír el apellido Iriarte recordó a la joven que vio con Ricardo el día que Lion los presentó. Regina no parecía dispuesta a conversar.




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