La Primera Dama

5

Ese día volví a mi casa como montada en una nube, todo me parecía hermoso y perfecto; el cálido atardecer, los niños jugando en el parque, los árboles. Era muy extraño, jamás había sentido algo así, incluso sonreí todo el camino hacia mi casa.

—Ya volví, tío—anuncié mientras cerraba la puerta.

—Qué bueno mija—contestó desde la cocina.

Caminé despacio hacia donde él estaba. Lo vi husmeando en el refrigerador, buscaba algo para cenar. Me senté a la mesa a mirarlo, pero la verdad era que miraba sin poner atención, yo sólo pensaba en el fugaz momento que había compartido con mi político.

—Y a ti ¿qué te sucede? —preguntó mi tío.

Suspiré.

—Nada, tío, estoy cansada—mentí, la verdad sentía que tenía la fuerza suficiente como para correr un maratón.

—Hum—murmuró como respuesta—, mañana saldré muy temprano y  no volveré hasta muy entrada la noche—anunció.

—Oh—exclamé— ¿y a dónde irás?

—Tengo unos asuntos pendientes que requieren de mi atención.

—Suenas como todo un personaje importante, tío—comenté sonriendo de oreja a oreja.

—Lo soy—respondió Yuusavi dándose sobrados aires de importancia.

Me reí con estrépito al ver su pecho tan inflado como su ego.

—Así que supongo que no podremos estudiar hoy—continuó mi tío—, no puedo desvelarme porque mañana tengo que madrugar. Podrás acostarte temprano hoy.

—Genial—respondí, aunque dudaba que pudiera dormir un minuto durante la noche.

No quise acompañar a mi tío durante la cena, no traía apetito para ser sinceros. En lugar de eso me puse a ver un programa en la televisión, se veía aburrido así que tampoco me quedé mucho tiempo ahí y fui directo a acostarme.

Pasé horas pensando en el rostro de mi político, cada vez que cerraba los ojos, lo veía mirándome justo como aquella tarde. Fue en ese momento que me di cuenta que no me sabía su nombre, hablé de muchas cosas sobre él con Miriam pero nunca le pregunté su nombre. Me propuse averiguarlo mañana mismo, no debía ser tan difícil después de todo, y así, con un propósito en mente para mañana, me quedé dormida.

Fue fácil levantarme temprano, a pesar que no había dormido bien, pero me motivaba la idea de poder verlo en el transcurso de mi jornada. Incluso llegué antes que Miriam al trabajo. Me quedé en el cuarto de la limpieza a esperarla un momento. Ideaba la mejor manera de preguntarle cuál era el nombre de mi desconocido amor, sin que se diera cuenta que me gustaba, tampoco quería que se burlara de mi o hiciera algún comentario deprimente, no es que Miriam tuviera por costumbre hacer eso, pero aún no la conocía bien, no sabía cuál sería su reacción. Sin embargo, quizá no fuera necesario preguntarle nada a Miriam. Ahí, en uno de los rincones del cuarto, estaba una inmensa pila de periódicos que Miriam y yo usábamos para limpiar los vidrios de las ventanas y los espejos. Uno de ellos tenía un encabezado que podría tener algo que ver con mi político. Desde el otro extremo alcancé a leer unas palabras que me dieron esperanza, ponía “…el secretario de gob…” y el resto lo tapaba otro periódico. Salté de inmediato sobre la pila y tomé el que me llamaba la atención, el resto de los periódicos se desparramó por todo el suelo pero ni importancia le di, estaba muy concentrada leyendo el artículo.

Tal como lo pensé, trataba del reciente escándalo por su renuncia a la secretaría de gobernación. Según el periódico, había dos teorías de por qué renunció. La primera decía que había discutido con el actual presidente de la república sobre un conflicto de intereses el cual, al no llegar a ningún acuerdo, había propiciado la renuncia del secretario, no obstante, la mayoría de las personas se inclinaba por la segunda teoría, que proponía que el secretario buscaría una candidatura para la presidencia de la república mexicana el año entrante. Fuera como fuera, nadie podía decir con certeza cuáles eran sus planes, ya que él no había querido dar declaraciones a ningún medio de comunicación.

“El secretario de gobernación, Gabriel Maldonado, no hará declaraciones oficiales hasta terminar la transición de la secretaría” decía el final del artículo.

Abracé el periódico al terminar de leerlo. El artículo traía consigo una fotografía del secretario, sin duda alguna se trataba del mismo personaje que vi por la ventana el día de ayer, y ahora sabía su nombre, Gabriel, igual que el ángel más conocido de la Biblia.




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