La primera dama de Villa Torrente

4

La montaña se le hacía interminable y aquel paisaje que había admirado tanto durante su llegada, ahora le parecía estorboso, como si en complicidad con la jinete cubriera todo el horizonte para ocultarla. Felipe se sentía desesperado, después de tres horas de dar vueltas sin sentido y cuando ya estaba dispuesto a retornar a su casa, recordó el atajo por el cual Paloma había huido. Se dirigió con el caballo hacia el lugar y emprendió camino por aquel sendero desconocido. Tras una hora de avance, llegó a un riachuelo donde se dispuso a refrescarse y a permitir que su caballo hiciera lo mismo. Por lo menos, ya conocía una de las vías de escape de Paloma y sabía a donde había llegado tras su huida. Sin embargo, se quedó extrañado observando donde más aparte de aquel lugar, podría esconderse si alguien se atreviera a seguirla.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido familiar de un galope que se acercaba a toda velocidad hacia él. Se apresuró a ocultarse con su caballo, sintiendo como el corazón se desbocaba de su pecho al pensar que aquella mujer estuviese acercándose. Efectivamente, su búsqueda había tenido éxito, Paloma llegó al riachuelo, descendió de su equino y se tendió de espalda sobre la hierba mirando al cielo, como buscando respuestas que solo podrían ser visibles allí. Luego cerró los ojos, respirando profundamente en busca de esa calma que sentía tan perturbada. Se sintió tan relajada que se olvidó por un instante de todo lo que estaba a su alrededor, hasta que abrió los ojos y se encontró sorpresivamente con la mirada de Felipe que estaba inclinado hacia ella observándola.

Con satisfacción, Felipe vio, como su mirada de odio ahora reflejaba temor, era evidente que en ese momento él podía aprovechar su vulnerabilidad y atraparla sin ninguna dificultad. Pero con lo que no contaba, es que ella sacara su arma y le apuntara advirtiéndole a la par las consecuencias que le vendrían si se atrevía a acercarse más.

- ¿De verdad te crees tan intocable? ¿Crees que a pesar de que me amenaces, no puedo atraparte en este momento? –inquirió Felipe un poco molesto al verse amenazado por Paloma de esta manera- ¿Qué te hace pensar que puedes hacer lo que quieras de manera voluntariosa sin que la justicia te haga pagar?

- ¿Justicia? –respondió Paloma riendo bullosamente- ¿De qué justicia me habla señor? Usted no ha vivido aquí, no sabe como el gobernador manipula a la gente de esta región para quitarle sus tierras. La gente aquí vive en condiciones de pobreza y desigualdad, que obviamente un hombre rico y mimado como usted desconoce.

Paloma no bajaba su arma, mientras le sostenía la mirada ya recobrada con el mismo desprecio que le había manifestado la primera vez. Felipe reflexionaba sobre cada una de las palabras que acababa de escuchar, preguntándose hasta que punto podían ser ciertas esas afirmaciones, más aún, después de las advertencias que le habían hecho en la casa del gobernador.

-Es verdad-atinó a decir con el ánimo de calmar un poco a su contrincante-desconozco la situación que me manifiesta. Por eso creo, que no es justo una pelea así, sin estar en igualdad de condiciones, usted tiene un arma mientras yo estoy desarmado y al parecer solo conozco una cara de la moneda. Baje la guardia, puede guardar su arma sin ningún problema, si vamos a enfrentarnos que sea en condiciones justas.

-Está bien-respondió Paloma considerando su petición, pero aun con algo de desconfianza-creo que es justo lo que usted manifiesta. Eso sí, le advierto que se prepare muy bien para nuestra pelea, porque es seguro que voy a ganarle.

-Sí, es posible, no puedo desconocer sus habilidades. Por cierto, ¿Quién le enseñó a montar a caballo? Sinceramente lo hace muy bien, por algo es considerada el mejor jinete de la región.

-Gracias, no debe esmerarse en halagarme señor, aunque también reconozco que es un buen contendor en la cabalgata. No debería confiárselo, pero considerando esta “naciente amistad” –le dijo con una mofa evidente-le confío que mi padre fue mi maestro, no solo en la equitación sino en el manejo de las armas. Él era un gran hombre, y a falta de un hijo varón dejó su legado en esta dama-terminó su discurso dando un giro de vuelta completa y finalizando con una venia.

A Felipe le pareció graciosa la actitud de Paloma y se esforzó en imaginar como sería la sonrisa que se ocultaba tras esa tela que cubría su rostro.

- ¿Puedo verte? -se atrevió a decir-Digo, como tu “nuevo amigo” creo que lo correcto es poder vernos cara a cara.

Paloma rió de nuevo exageradamente sin disimular su intención de burla, considerando como este hombre podía ser tan ingenuo, primero al creer que en verdad podrían ser amigos y segundo al pensar que ella le revelaría su rostro.

-Conservemos el misterio, lo hace más interesante-le dijo mientras montaba su caballo y le guiñaba un ojo-fue una conversación agradable, pero tengo una revolución que dirigir, que siga disfrutando el paisaje señor Felipe Torrealba-finalizó arrancando a todo galope.

Felipe se percató de que se le había caído algo, y al inclinarse a buscar entre la hierba encontró una pulsera. Subió de inmediato a su caballo y se dispuso a alcanzarla. Sonreía mientras cabalgaba pensando en como su deseo de perseguirla por la montaña se hacía realidad, pero no para atraparla y descubrir su rostro, sino para devolverle una de sus pertenencias. Paloma se extrañó al sentir el galope tras de sí, pero al percibir el esfuerzo del jinete por alcanzarla decidió detenerse.



#6135 en Otros
#656 en Aventura
#11199 en Novela romántica

En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.