La primera dama de Villa Torrente

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Contrario a lo que había vaticinado, Paloma no había entregado los títulos de las propiedades a sus legítimos dueños ni había dado a conocer el robo cometido, ya que habían pasado algunas semanas y hasta el momento todo se mantenía en total normalidad. Sin embargo, el gobernador no se confiaba de esa aparente calma y se preparaba para el momento en el cual Paloma como un fiero dragón llegara a expulsar el fuego sobre su cabeza. Felipe le había visitado el día anterior y le había propuesto una emboscada para atrapar a Paloma y sus secuaces. El joven le había informado sobre un atajo que había descubierto, el cual los conduciría a la presa deseada. Dentro de sí, el gobernador se burlaba de la ingenuidad de Felipe al creer que así aseguraría un trato justo para Paloma, evitando además la complacencia de sus deseos pasionales con la jinete. En la sala de su casa, juntos coordinaron el ataque y la organización de la gente que requerirían para tal propósito.

Al día siguiente, el gobernador se encontró con el general Torrealba y su hijo en el punto acordado. Los tres a caballo dirigían a las tropas que habían recibido la orden de acorralar a Paloma y sus secuaces. Felipe solo pensaba en haber tomado la decisión correcta y no tener que arrepentirse después. Su intención era proteger a Paloma, ya que sabía que la cacería no pararía y era mejor atraparla públicamente sin permitir que el gobernador tuviera oportunidad de tomarla bajo su dominio personal. Le dolía profundamente tener que entregarla, pero sería una mayor satisfacción para él saber que sería judicializada de manera justa, aunque eso implicara condenar también el amor que había nacido en su corazón hacia ella.

Los soldados tras la orden de Felipe comenzaron a descender sigilosamente camino al riachuelo. Cuando ya estaban cerca escucharon de repente varios relinchos y voces que les advertían de la presencia de los adversarios. Sin pensarlo más, los galopes se aceleraron para llegar al objetivo sin contar con las trampas que habían sido colocadas en el sendero faltante y que llevaron a la caída de varios de los caballos junto con sus jinetes.

El gobernador comenzaba a molestarse al ver que sería otro intento frustrado y esperando además que no fuera solo un teatro montado por Felipe ante la presión de la misión incumplida y su deseo de proteger a Paloma. El general Torrealba y su hijo estaban sorprendidos ante lo sucedido, ya que no esperaban ese recibimiento y con cautela descendieron hacia el riachuelo junto con el gobernador esperando no caer en alguna de las trampas.

Cuando terminaron de descender, se percataron de que Paloma emprendía la huida con algunos de sus hombres. Felipe tuvo la intención de perseguirla, pero vio a su alcance a dos de sus acompañantes y acometiendo a toda carrera con Torpedo logró atraparlos rápidamente. A la llegada de Felipe con los dos hombres, el gobernador les solicitó a algunos de los soldados que los ataran y los pusieran de rodillas frente a él. Sin nada de misericordia y con total desprecio, le dio un puntapié a cada uno de ellos apuntando hacia su abdomen. Los dos hombres expresaron su dolor con un quejido leve.

Felipe molesto se interpuso y le advirtió que no le permitiría seguir agrediendo a aquellos hombres, que al igual que Paloma, ellos tendrían un juicio justo. El gobernador enfurecido empujó a Felipe con tal fuerza que lo arrojó al suelo, el general Torrealba acudió en su ayuda mostrándose de acuerdo con su hijo y desaprobando la actitud del gobernador. Sin ningún titubeo, el gobernador les pidió a los soldados quitar la tela que cubría el rostro de aquellos hombres, con la satisfacción de descubrir por fin a estos miserables que se habían atrevido a desafiarlo.

- ¡Alto! - gritó Sebastián con su rostro cubierto y evitando a tiempo que los de sus compañeros fueran revelados-liberen a esos hombres o se atienen a las consecuencias.

-No serán liberados, al igual que ustedes recibirán su merecido castigo. ¡Atrápenlos! –gritó el gobernador dando la orden a los soldados y señalando a Sebastián y sus acompañantes.

- ¡No, deténganse! -se interpuso Felipe al descubrir el as bajo la manga que traían los adversarios y que justificaba la advertencia dada.

Tras de Sebastián se acercaron dos hombres con la primera dama de Villa Torrente, a la cual traían amordazada y con las manos atadas. Felipe advirtió el temor en los ojos de Angélica y aún avergonzado por lo sucedido la última vez que se habían visto, intentó acercarse para ayudarla, pero Sebastián y sus hombres lo impidieron de manera amenazante.

-Sueltan a nuestros hombres, se alejan de aquí y entonces enviamos a su primera dama para que llegue sana y salva a su casa-advirtió Sebastián con un tono que revelaba su intención de no ceder.

Felipe comprendió que de algún modo Paloma se había enterado del plan en su contra y definitivamente tenía la mejor coartada para poder huir salvando de paso a sus hombres, aunque esta vez se había excedido al punto de secuestrar a la primera dama para asegurar su victoria.

El gobernador estaba furioso ante la situación inesperada y no daba crédito a tener que ceder ante la manipulación que implicaba proteger la vida de su esposa. Para él habría sido la oportunidad perfecta para deshacerse de esa mujer a la que consideraba tonta y estorbosa, pero la presencia del general Torrealba y su hijo le obligaban a tomar la decisión de salvarla, aun sacrificando sus deseos personales y la oportunidad de atrapar a los que se habían revelado contra él.

Odiando a Angélica más que nunca y atendiendo a la petición de Sebastián, el gobernador dio la orden de soltar a los dos hombres que tenían en su poder, quienes inmediatamente corrieron y se unieron a quien los liberaba, tomando nuevamente las armas. Con cautela, Felipe, el gobernador y el general Torrealba comenzaron a ascender por el camino junto con los soldados, alejándose lo más que podían del lugar para que la primera dama fuera liberada.  Cuando Sebastián consideró que ya estaban a una distancia prudente, liberó a Angélica para que pudiera llegar por el camino hasta aquellos que la esperaban y emprendió la huida perdiéndose rápidamente entre la montaña con los hombres que le acompañaban.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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