Para el general Torrealba era intolerable y vergonzosa la situación que había protagonizado su hijo durante la fiesta de máscaras. No lograba comprender como Felipe se dejaba llevar de una manera tan irracional por sus impulsos, al punto de besar en público a una completa desconocida y terminar en una pelea a golpes con el gobernador. Definitivamente tenía que actuar para reparar en algo lo ocurrido, no podía permitir que su hijo siguiera siendo la comidilla de la región. Además, ya era hora de que Felipe sentara cabeza y comenzara a asumir sus responsabilidades. Él ya sentía que se estaba poniendo viejo y Felipe estaba en la obligación de formar una familia y asumir con honor los deberes que le correspondían como su único heredero.
Ante la evidente incapacidad de decisión de Felipe, el general Torrealba decidió emprender la búsqueda de la mujer que sería la compañera de su hijo y la madre de sus nietos. Analizó entre todas las posibles opciones existentes en Villa Torrente hasta elegir aquella que consideró como la más acertada. Carlina Fontalvo sin duda cumplía con los requisitos, ya que aparte de ser muy agraciada era una señorita de buena familia, educada para las labores hogareñas y muy obediente, lo cual sería una ventaja para Felipe si quería mantener un buen hogar. Sabía que tenía que actuar rápido, no quería arriesgarse a que su hijo tuviera nuevos encuentros con mujeres que le hicieran perder la cabeza ni el control de sus acciones, así que preparó todo para darle una agradable sorpresa.
Cuando Felipe bajó a la sala para iniciar su rutina matutina como de costumbre, encontró a su padre y su madrastra con una visita muy inesperada para esa hora.
- ¡Mira quien ha venido a visitarte! – manifestó su padre evidentemente emocionado ante el plan que había fraguado, esperando que Carlina lograra el cometido con el joven Torrealba para alejarlo de ciertas tentaciones que consideraba peligrosas.
Felipe frunció el entrecejo visiblemente extrañado ante la visita. No había cruzado con la señorita Fontalvo palabra más allá de un saludo ocasional, así que no comprendía porque razón estaba allí en su casa. Marisela sabía que su esposo estaba actuando erradamente al querer forzar una relación entre Carlina y su hijo, pero ante la terquedad del general no podía intervenir. Además, a pesar de ser la madrastra de Felipe, lo quería como al hijo que nunca había podido tener y sabía que los sentimientos que había despertado en él la mujer desconocida que había aparecido en la fiesta de máscaras, no serían fáciles de erradicar.
La señorita Fontalvo se sonrojó ante la presencia de Felipe. Había aceptado con el consentimiento de su familia la propuesta del general Torrealba y se sentía totalmente halagada de que su futuro suegro la hubiese elegido como la mujer perfecta para su hijo. Sentía que había alcanzado el cielo con las manos, ya que no solamente tendría a un esposo joven y muy guapo, sino a uno de los herederos más apetecidos de la región. Siendo así, sería una esposa totalmente complaciente, tal como se lo había pedido el general.
Felipe evidentemente incómodo ante la situación, aceptó acompañar a Carlina mientras tomaban el desayuno. Su padre y su madrastra decidieron dejarlos solos para que pudieran conversar más íntimamente. Felipe comprendiendo el juego de su padre, solo quería marcharse de allí, pero no quería ser grosero con la invitada, finalmente ella no tenía la culpa de las ocurrencias del general Torrealba.
Cuando terminaron de desayunar, Carlina le pidió que la acompañara a dar una vuelta por el jardín, quería explorar aquella propiedad que había deseado visitar tantas veces. Felipe comedidamente decidió complacerla en su petición, pensando que así terminaría la visita pronto y podría seguir en sus actividades cotidianas. Mientras caminaban, Carlina se apoyó del brazo de Felipe con la intención de tener más cercanía con él. Comenzó a hablarle de todas sus virtudes y de lo bien que la habían educado para ser una buena esposa. Sin embargo, notó que lejos de impresionarlo y lograr su atención, el joven Torrealba apenas escuchaba sus palabras, como si su mente estuviera en un lugar muy distante al de su propia casa.
Molesta al sentirse ignorada, decidió que tenía que hacer algo para que Felipe atendiera a su presencia. De repente, se inclinó hacia un lado simulando haberse lastimado el pie y haciendo una mueca de dolor para que su trama fuera más creíble. Felipe reaccionó alzándola en sus brazos y llevándola de nuevo a la casa para que la atendieran. Carlina se dio cuenta que tendría que ser muy persistente y manipuladora para lograr que su futuro esposo solo tuviera ojos y mente para ella, ya que no toleraría que la siguiera ignorando o que estuviese pensando en otra mujer diferente a la que sería su esposa. A su lado, escenas como la ocurrida en la fiesta de máscaras, serían solamente parte de su pasado.
Paloma había logrado entrar a la casa Torrealba sin que nadie notara su presencia, gracias a las indicaciones de Sebastián. Tenía toda la intención de hablar con Felipe para darle claridad a ese remolino de sentimientos que la atormentaban, pero al verlo llevando en sus brazos a otra mujer, desistió de conversar con él. Se reprochó a sí misma por haber ido a buscarlo, se sintió torpe y pensó en que obviamente el hijo del general Torrealba no iba a desafiar a su familia para tener amores con la enemiga de su padre. Él tenía que buscar a alguien que estuviera más a la altura de sus intereses.
Con el corazón destrozado por la escena que había presenciado y el cuerpo ardiendo de celos, salió de la casa Torrealba pensando que no podía seguir perdiendo tiempo en cosas inútiles y que tenía que dedicarse a seguir con su misión sin permitirse distracciones.