La fiesta en la casa del gobernador iniciaba con la habitual algarabía que caracterizaba las noches de diversión del tirano. Algunas jóvenes que se prestaban para atender a sus peticiones como su único medio de sustento, llegaban con sus mejores trajes y una sonrisa puesta en su rostro, aunque la amargura las consumiera por dentro. La música resonaba estruendosamente anunciando el comienzo de la velada y dentro de la casa el gobernador recibía a sus invitados animosamente entre risas y baile.
Su expresión maliciosa se acentuó aún más al ver que llegaba Isabel Moncada acompañada de su hermano Juan y del general Torrealba. Definitivamente, esa sería una de sus mejores veladas ya que disfrutaría de la compañía de la bella joven a la que se le notaba el esmero para lucir impecable y resaltar su belleza esa noche. Juan Moncada se alejó intencionadamente de su hermana para que el gobernador se sintiera más confiado dejando que ella se acercara sola con el general Torrealba para saludar al anfitrión.
- ¡Bienvenidos a mi casa!, especialmente usted Isabel, está muy hermosa hoy, espero que se quede a mi lado toda la noche. Nada me daría más placer que disfrutar de su compañía- se adelantó a decir el gobernador sin disimular la lascivia en sus intenciones mientras observaba a la joven quien, entallada perfectamente en un vestido ajustado y con un toque sensual, sonreía coquetamente simulando sentirse halagada ante sus palabras.
-Con el mayor gusto señor gobernador, es mi deber atenderle y demostrarle mi admiración-respondió Isabel inclinando la cabeza en señal de respeto y conteniendo el desprecio que le inspiraba ese hombre. Si había accedido a estar presente en esa casa era por el amor que le tenía a Sebastián y por salvar a su familia de la ruina, lamentablemente su padre había caído en las trampas del gobernador y ella no quería sufrir el mismo destino de los que ya habían sido desalojados de sus propiedades injustamente. Además, no quería perderse el primer lugar como espectadora de la derrota del gobernador.
-General, póngase cómodo-dijo el gobernador tras percatarse de haber ignorado al acompañante de la joven Moncada-Le confieso que me sorprende que este aquí porque siempre rechaza mis invitaciones, pero sé que después de esta noche su presencia será infaltable en mis jolgorios.
-Sí, creo que me hace falta algo de diversión- respondió el general con una risa bastante animosa que sorprendió al propio gobernador por ser un gesto inusual en él-por eso aprovecharé la velada en su honor.
Mientras el general recibía un trago y observaba sigilosamente todo el territorio como un tigre en cacería, Isabel iniciaba la nueva pieza de baile con el gobernador haciendo una actuación que superaba lo planeado al bailar de una manera coqueta y divertida para aquel hombre miserable. El gobernador no podía sentirse más feliz ufanándose de su poder y de los placeres que aún podía disfrutar a pesar de su edad. Sus ojos concentrados en la belleza de Isabel no le permitían ver más allá de la presencia de esta mujer y su mente solo se dejó llevar por la imaginación de todo lo que pasaría aquella noche cuando terminara el baile y la joven accediera a cumplir todos sus deseos.
Entretanto, Juan Moncada simulando también la diversión propia del evento no dejaba de vigilar a su hermana, estando atento a cualquier situación que la pusiera en peligro. No dudaría en defenderla ante cualquier acción amenazante o propasada del gobernador, así eso implicara dañar el plan que habían fraguado. El general percibiendo la preocupación de Juan, tocó su hombro con ánimo de tranquilizarlo y manifestarle que todo saldría bien. Juan asintió esperando que el plan se cumpliera tal cual y sin inconvenientes.
Isabel continuó con su papel de señorita complaciente bailando con el gobernador hasta la medianoche, cuando ya él le manifestó sentirse cansado. La joven le sugirió que se sentaran a descansar y departir con los demás invitados, nada le sentaría mejor que una charla amena y un poco de trago. El gobernador aceptó totalmente extasiado con la actitud de Isabel y su deseo de hacer que se sintiera bien. Ella lo condujo hacia el lugar donde el general y Juan compartían unas copas, pidiendo que les compartieran de la botella.
-Señor gobernador, le propongo que usted y yo nos tomemos cada uno una botella de ese trago de una sola bebida, ¿Qué le parece? -dijo Isabel con ánimo retador-y el perdedor le cumplirá un deseo al ganador, la verdad sería algo muy divertido.
-Había escuchado que era una mujer atrevida, pero no pensé que tanto. No creo que sea bueno para usted, podría quedar en un estado total de inconsciencia-respondió el gobernador pensando en lo conveniente que sería esa situación para sus propósitos, pero disimulando ante el general y Juan Moncada.
-Me subestima gobernador, ¿Cree que no puedo competir con usted? -Inquirió Isabel fingiendo sentirse ofendida-creí que estaría dispuesto a complacerme esta noche en todo lo que yo le pidiera.
-No lo dudo Isabel, veo que está decidida en su propuesta, además, no hay mayor deseo para mí en este momento que complacerla, así que pidamos las botellas y veamos quien gana-respondió el gobernador aceptando el reto de la joven.
- ¿Estás segura de lo que vas a hacer? -intervino Juan conociendo la poca afinidad que tenía Isabel con el trago.
-No te preocupes, todo estará bien- sonrió Isabel con un gesto maldadoso que su hermano pudo comprender-Además, tú vas a cuidarme.