La primera dama de Villa Torrente

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Los días siguieron pasando con la tranquilidad ya recobrada en Villa Torrente. El sol resplandecía sobre la región con más fuerza dando luz a los nuevos tiempos y los lugareños retomaban poco a poco sus actividades totalmente agradecidos de poder retornar a sus hogares y de no haber tenido que abandonar su tierra. Esa mañana en especial tenía una energía diferente, todos habían sido citados a la plaza mayor de Villa Torrente para ser partícipes de un anuncio importante. Paloma aún intrigada por el motivo de la citación, terminaba de colocarse sus ropas de jinete para asistir al lugar, luego tomaría el camino hacia su nuevo destino, ya que había decidido alejarse un tiempo de Villa Torrente para solucionar un asunto en su tierra natal.

Aunque el general Torrealba le ofreció acogerla en su casa tal como lo había manifestado su padre en su última voluntad, ella no podía estar en paz hasta que no recuperara lo que por derecho le pertenecía. Además, aprovecharía esa lejanía para olvidarse de Felipe o al menos creía ingenuamente que así sucedería. Aunque ya no existían obstáculos entre los dos, ella quería sanar primero de todo lo que había sucedido con Gerardo, no quería que Felipe cargara con el peso de su dolor y también consideraba conveniente ese tiempo para que él reflexionara sobre sus sentimientos hacia ella.  Siendo sincera consigo misma, tenía miedo de darle rienda suelta a lo único que no había podido controlar en toda su existencia.

Hacia el mediodía, la multitud se aglomeraba en la plaza con inquietud y curiosidad sobre el anuncio que les harían. Paloma se bajaba de su caballo a la par que el general Torrealba se subía en la tarima para dar apertura al evento. Tras un saludo formal y enérgico, sus palabras comenzaron a entrecortarse y de manera nostálgica anunció su renuncia ante el público presente.

-Como general de su ejército estaba en la obligación de protegerlos, pero les he fallado-manifestó cabizbajo y con sincero arrepentimiento- los puse en peligro y permití los abusos de Gerardo Marroquín, todo por mi orgullo y arrogancia, sin pensar que terminaría siendo víctima de mis malas decisiones. Lamento mucho lo sucedido y suplico su perdón por cada uno de los malos momentos que tuvieron que pasar. Me alegra que la tranquilidad haya retornado y que la justicia se pasee triunfante por nuestra tierra. Hoy me siento agradecido de poder reconocer ante ustedes mis errores y de mostrarme tal cual soy sin máscaras, solo soy un simple hombre que ya no merece su respeto. Por eso, desde hoy ya no seré más el general que comande su ejército porque no soy digno de serlo, pero en mi lugar estará Aquileo Santos, quien con su preparación, fidelidad y buen actuar ha demostrado ser merecedor de este cargo. Además, como es de su conocimiento, dentro de nuestro ejército ahora estarán todas las mujeres que Paloma con esmero ha entrenado. Claro está, todo esto siempre y cuando ustedes lo aprueben así.

La multitud aplaudió eufórica ante las palabras de la cabeza mayor de la casa Torrealba, aprobando la decisión tomada y sin omitir el agradecimiento por haber contribuido en los últimos momentos a la derrota de Gerardo Marroquín. El posicionamiento de Aquileo en su nuevo cargo fue ovacionado fuertemente por los presentes al igual que la inclusión de las nuevas jinetes que ahora cuidarían a Villa Torrente.

Paloma quedó sorprendida ante la renuncia del general Torrealba, pero teniendo en cuenta lo sucedido consideró que era lo más justo que podía hacer para reivindicarse de algún modo con la comunidad por el daño causado. Se alegraba mucho por Aquileo a quien le tenía un agradecimiento especial por haber ayudado a salvar su vida y se sentía orgullosa de haber sembrado una semilla en Villa Torrente con una nueva generación de jinetes que al igual que ella eran mujeres fuertes y decididas. Definitivamente, la región no podía quedar en mejores manos.

Sin embargo, las novedades no terminaban ahí. El general Torrealba solicitó silencio para comunicar lo faltante. Aunque la mayoría de los presentes ya intuía la noticia, Paloma estaba totalmente ignorante de lo que podría ser ese último anuncio. Los días posteriores a la captura de Gerardo, los había dedicado a reflexionar en su casa sobre lo que sería su vida de ahí en adelante perdiendo totalmente la conexión con todo lo que estaba afuera. No se había enterado de la solicitud hecha por los lugareños de Villa Torrente y que ahora se iba a dar a conocer como una decisión unánime.

-Les anuncio que a petición de ustedes mi hijo Felipe Torrealba ha sido designado como el nuevo gobernador de Villa Torrente y Sebastián Santoyo como su consejero principal-finalizó el general abrazando a su hijo mientras lo felicitaba por el nombramiento.

Paloma se mostró sorprendida ante el anuncio, ignorando que los habitantes de Villa Torrente se habían confabulado para que ella siguiera siendo su primera dama. Sin desmeritar el aprecio que se había ganado Felipe en la región, todos apostaban para que su jinete de fuego no solamente siguiera cuidando sus tierras, sino que además fuera feliz al lado del hombre que evidentemente la amaba. Ella ya había sufrido mucho por todo el daño causado por Gerardo Marroquín y a los ojos de todos también merecía su recompensa y que mejor que estar al lado de Felipe Torrealba.   

Paloma simplemente se sentía dichosa porque los dos hombres que más quería llevarían las riendas de Villa Torrente y sabía que su labor sería justa y de beneficio para todos. Se unió al remolino de aplausos que inundaba la plaza mayor, festejando al unísono por la decisión tomada.

Luego se acercó a Sebastián e Isabel para felicitarlos y darles un abrazo de despedida, aunque Sebastián ya sabía de antemano la decisión de Paloma, el momento no dejaba de ser nostálgico para los dos. Antes de irse, Paloma vio a Felipe rodeado de la gente que lo felicitaba por ser el nuevo gobernador, manifestándole también las esperanzas que tenían en él. Tuvo la intención de acercarse para despedirse, pero no quiso interrumpir su momento de gloria, ni tampoco alargar lo que ya era inevitable. Simplemente, se subió a su caballo y comenzó a alejarse de la multitud sin mirar atrás para que el corazón no se le quebrara de dolor.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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