La primera dama de Villa Torrente

25

Paloma despertaba nuevamente abrigada por los brazos de Felipe Torrealba. Sus cuerpos completamente desnudos se habían convertido en su cobijo mutuo tras esas noches inagotables de placer en las que habían vivido al máximo la explosión infinita de todo su deseo. Felipe la observaba con una mezcla de ternura y apetito voraz en sus ojos, a lo que Paloma correspondió con un susurro en su oído pidiéndole una dosis más de ese fuego pasional antes de abandonar la cama. Felipe siendo totalmente complaciente con su jinete, la tomó nuevamente entre sus brazos haciéndola vibrar tras cada movimiento como una melodía infinita que aceleraba poco a poco su ritmo. Paloma extasiada de lujuria se contorsionaba bajo el cuerpo de Felipe, totalmente complacida ante ese estallido que sentía como una erupción volcánica que salía desde su vientre hacia el exterior. Felipe sonreía satisfecho tras ese clímax matutino que invadía su físico y su mente de tanto placer, deseando quedarse en ese momento para siempre. Estaba feliz, ya que ahora no quedaba la menor duda de lo que sentían mutuamente y sin ningún obstáculo existente entre los dos, todo sería felicidad de ahí en adelante en sus vidas.

Tras un baño juntos, tomaron el desayuno como todas esas mañanas, siendo infaltables en el plato de Felipe las pomarrosas que tanto le gustaban y que Sebastián siempre había conseguido en el jardín de la casa de Paloma, cuando iba a realizar sus visitas para informarle a su amiga como andaba todo en su tierra natal. Felipe no había querido tocar el tema hasta ese momento, pero consideraba que ya era hora de regresar a Villa Torrente, así que Paloma tendría que prepararse para ese regreso dejando nuevamente su casa, cosa que sabía le dolería mucho.

-Creo que ya es justo que volvamos-se atrevió a mencionar Felipe temiendo por la respuesta que Paloma le daría.

Ella pensativa, apoyó la taza de café que sostenía con sus manos sobre la mesa, sin atreverse a levantar la mirada.

-Lo sé, solo que me es difícil abandonar de nuevo esta casa, tú sabes que significa mucho para mí, aquí están mis raíces, siento que es el único lugar donde todavía puedo tener a mis padres cerca-respondió Paloma con tono nostálgico-mi corazón está dividido entre este lugar y Villa Torrente.

Felipe levantándose de su asiento, se acercó de manera comprensiva hacia Paloma, la abrazó con ternura y le susurró al oído.

-Podemos seguir viniendo aquí cuando quieras-le dijo con picardía-este lugar es nuestro mejor refugio y testigo de todo lo que sentimos.

Paloma sonrió manifestando estar de acuerdo con las palabras de su amado, nunca imaginó que la casa que le había permitido tantos momentos memorables en su niñez y adolescencia, ahora guardará también en secreto sus vivencias como mujer.

-Está bien, tal vez puedas convencerme de regresar a Villa Torrente, pero eso va a depender de que me ganes en algo-le manifestó Paloma con la intención de divertirse un rato.

- ¿En qué crees que no puedo ganarte? - inquirió Felipe entusiasmado por el ánimo retador de Paloma.

-En una carrera a caballo. Si me ganas, volveré a Villa Torrente contigo. De lo contrario, me quedaré aquí.

-Muy bien, que así sea-respondió Felipe totalmente de acuerdo con su jinete-pero quiero algo más.

- ¿Qué quiere mi hombre? – se acercó Paloma preguntándole de manera coqueta y seductora.

Felipe sin resistirse ante la provocación, la abrazó con fuerza mientras besaba sus labios, como si quisiera atraparla para siempre y no dejarla escapar. Le encantaba conocer esta faceta de Paloma y más aún, saber que él había logrado despertar tantas cosas en ella.

-Quiero que seas mi esposa, que sigas siendo la primera dama de Villa Torrente y que estés siempre a mi lado, ya no imagino mi vida sin ti-le susurró Felipe sin dejar de abrazarla.

Paloma sintió como el corazón se le agitaba ante estas palabras y aunque su boca quería pronunciar un sí inmediato, no quería perder la oportunidad de competir con Felipe, quería probar que a pesar de todo ella era mejor jinete que él.

-Está bien, acepto tu propuesta. Todo dependerá de quien gane la carrera.

Como buenos jinetes, los dos se prepararon con todo su atuendo completo, revisaron sus caballos y dispusieron la ruta que definiría la competencia. Iban a iniciar la carrera, pero Felipe le indicó que se detuviera.

-Primero debemos saber algo, ¿Contra quién compite Torpedo? -dijo palmoteando el lomo de su caballo.

- ¿A qué te refieres? – inquirió Paloma

-Ya conocemos tu identidad, pero no sabemos la de tu caballo, así la competencia es injusta, más cuando se anuncie al perdedor-manifestó Felipe con ánimo confiado.

-Ah ¿Crees que vamos a perder? -cuestionó Paloma levantando la ceja-pues te informo que este hermoso ejemplar se llama Ángel y va a ser el ganador de esta carrera.

-Teniendo en cuenta lo que se apuesta, lo más conveniente es que acepten desde ya su derrota-respondió Felipe sonriendo-y no pudiste ponerle un mejor nombre a tu caballo señorita Montemayor.

Paloma sonrió complacida ante la oportunidad de retarse con Felipe en lo que más amaba hacer. La carrera comenzaba con los dos jinetes mirándose de manera retadora, los caballos despegaron acelerando poco a poco sus galopes. El ritmo se hacía más intenso a cada paso, como si Torpedo y Ángel estuviesen debatiéndose entre la vida y la muerte y del resultado de la carrera dependieran sus propios destinos. Felipe guardaba la esperanza de que el impetuoso Torpedo lograra vencer al majestuoso Ángel en esa maratón de la que dependía que Paloma regresara a Villa Torrente y además aceptara ser su esposa, sin embargo, Ángel superaba con una gran ventaja a Torpedo.



#6136 en Otros
#656 en Aventura
#11210 en Novela romántica

En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.