La primera dama de Villa Torrente

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En el trayecto a Villa Torrente, Aquileo como general al mando puso al tanto a Paloma y Felipe de la situación que se había vivido en los últimos días dentro de la prisión.  Gerardo Marroquín había explotado de ira al enterarse que por elección popular Felipe era ahora el nuevo gobernador de la región. Sus gritos ensordecedores amenazaban con romper los tímpanos de todos sus compañeros y de los guardias del lugar. Ese día había sido bastante difícil, ya que a pesar de las reprimendas de quienes le custodiaban, su ánimo voluntarioso era tan persistente que decidieron dejarlo solo en su celda para que se desahogara.

Sin embargo, al día siguiente su comportamiento había sido totalmente diferente. Entre risas eufóricas simulaba beber de una copa en su mano y bailaba por todo el patio de la prisión como si estuviese en una de las fiestas nocturnas que organizaba en su casa cuando aún era un hombre libre. Incluso sus compañeros le siguieron el juego cuando él se acercaba a ellos invitándoles a ser su pareja de baile, bailando incansablemente desde la mañana hasta el anochecer con cada uno de ellos. La situación había sido extraña pero divertida, al punto que todos entre burlas y gestos ridículos se referían a su locura y al partido que podrían sacar de esta para hacer más amena su estadía en ese lugar.

Los días habían continuado con sucesos atípicos dentro de la prisión, como si se tratara de un montaje de circo en el cual Gerardo Marroquín hacía el show principal, teniendo como espectadores y partícipes a sus compañeros de encierro. Sin embargo, un día antes de su fuga, las cosas se salieron de control cuando todos los prisioneros lo comenzaron a perseguir por el patio de la prisión simulando que cabalgaban e imitando relinchos. Gerardo aterrado había comenzado a gritar pidiéndoles que se detuvieran, pero ellos intensificaron las burlas llevando a su víctima a una situación extrema en la que, ya siendo incapaz de soportar, había comenzado a agredirlos con todos los golpes que le era posible atinar. En respuesta, sus compañeros comenzaron a golpearlo y arrastrarlo por todo el patio de la prisión como si fuera un trapo viejo sin ningún tipo de valor.

Los guardias se vieron obligados a intervenir para controlar la situación, llevando a Gerardo nuevamente a su celda donde quedó aislado por completo de los demás prisioneros. Esa noche, sus gritos solo repetían la misma frase: ¡Te mataré Paloma, pagarás por lo que me has hecho!, haciendo que el eco de estas palabras retumbara por todo el lugar.

Felipe y Paloma estaban atónitos escuchando todo lo que Aquileo les contaba, no esperaban que algo así sucediera en su ausencia. Aunque siempre había sido un hombre de excesos, ella no imaginaba que él pudiera llegar a ese extremo de locura, tal vez su orgullo y arrogancia no podían soportar la pérdida del que consideraba su dinero, además de su poder, ese con el que había sometido a Villa Torrente y que ahora estaba en manos de Felipe Torrealba. En ese momento hasta sentía lástima de él, aparte de ese golpe bajo para su dignidad, su vida era tan vacía que no tenía nada más a que aferrarse.

Felipe estaba más preocupado por cuidar a Paloma, aunque sentía que ella no tomaba con seriedad la amenaza que representaba Gerardo para su vida, él no se confiaba, ya había estado a punto de perderla por culpa de ese miserable, pero esta vez no permitiría que se le acercara, se había propuesto mantenerse cerca de ella todo el tiempo para protegerla.

Cuando llegaron a Villa Torrente, fueron recibidos por el ejército comandado por Aquileo y por el grupo de jinetes entrenadas por Paloma, quienes no paraban de abrazar a su líder y celebrar por su regreso. En conjunto evaluaron las rutas de escape y los posibles lugares en los cuales podría ocultarse el prófugo, organizando diferentes grupos para cercar las salidas de Villa Torrente. El general Torrealba, aunque ya no ejercía su cargo se ofreció como apoyo a la búsqueda adelantándose con un grupo de soldados para cubrir los puntos más estratégicos, aprovechando la experiencia que tenía sobre el terreno de la región.

Ya organizados, cada grupo avanzó hacia el punto que le correspondía cubrir. En las calles el miedo era latente, la gente tenía temor de que su pesadilla pudiera revivir para volver a atormentarlos. Paloma a su paso saludaba dando parte de tranquilidad e indicando que se resguardaran en sus viviendas para evitar cualquier situación lamentable. Felipe a su espalda la seguía como su sombra, evaluando permanentemente el entorno, no quería que nada los tomara por sorpresa, sentía que su misión era proteger a la que ahora sería su esposa.

Sebastián llegaba en compañía de Juan Moncada y todos los hombres que se habían unido a Paloma y a él en su lucha contra el exgobernador, estaban decididos a no permitir que ese hombre malvado volviera a hacer de las suyas. Sebastián saludó a Paloma y a Felipe alegrándose de verlos juntos, evidentemente ese tiempo a solas les había ayudado para definir al fin su situación sentimental.

Luego informó sobre la ronda nocturna que habían hecho por la montaña sin ningún resultado satisfactorio. Reportó la zona sobre la cual estarían haciendo vigilancia esa noche y se apartó nuevamente con su grupo para continuar con la búsqueda aprovechando las últimas luces del atardecer. Paloma creía que Gerardo no estaba lejos, era un hombre habituado a comodidades y lujos, él no sabía enfrentarse a las privaciones que implicaba estar entre las montañas sin nada de abrigo y alimento. Lo más probable es que si continuaba así no resistiría mucho, aunque sabiendo lo de su locura repentina cualquier cosa podía esperarse.



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En el texto hay: romanticismo, aventura

Editado: 30.03.2023

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