Alara estaba esperando por el resto de los invitados de la reunión en una sala de juntas en la Universidad de Coruscant, estaba rodeada de soldados y jedis. A su lado estaba Satele intercambiando una mirada con el encargado de la seguridad. Los Grises habían estado ocupados el último mes, habían liberado Corellia de las manos del Imperio. Para la galaxia los jedis habían triunfado, pero ellos no peleaban por la fama, peleaban por la justicia y seguridad de la República, en este caso. Ganaron al Batalla de Hipus y reconquistaron las planicies de Huan. Ahora era su turno de ayudar. Alara había juntado a todos con una sola idea, retomar la Joya. No necesitaba explicar que estaba en juego, ya que toda la República sabía que Malgus era el enemigo por vencer. Su ritual había sido interferido y no tenía forma de encontrar las piezas que ellos habían tomado. Ella solo quería rescatar a Shin y nada ni nadie iban a detenerla. El primero en llegar fue Vaner seguido por Mirabella, ambos se sentaron junto a ella. Satele saludó a su padre con respeto para luego sentarse a su lado. Luego de los saludos apareció Shura junto al Comandante Krishu para terminar la reunión con el Canciller Supremo. Lyndon tomó la cabecera de la mesa mientras ella miraba con desdén al comandante. El hombre estaba ignorándola por completo. Ella estaba pensando en lo ciertas que eran las lecciones de su prometido, ahora solo sentía un fuerte rencor por él, pero ya no quería arrancarle la cabeza con sus propias manos, incluso sabiendo que muchas personas habían muerto por su culpa. Lyndon presentó a todos para empezar la junta con prestancia, Alara ya sabía lo que iba a decir.
“Maestra, estamos aquí para anunciar nuestra negativa en persona. No nos parece oportuno atacar una fortaleza como lo es la Joya en estos momentos.” Decía con elegancia Lyndon. “Por otro lado, nos encantaría formar un plan de batalla a futuro junto a ustedes.”
“Nosotros no podemos ayudarlos en nada, Alara.” Dijo con seriedad Shura. “No es nuestro trabajo atacar al Imperio.”
“Ningún soldado de la República peleará por los Grises.” Dijo con severidad Krishu.
“Lamento decir que no puedo ir en contra de los deseos de la mayoría de la República, maestra.” Dijo con respeto Vaner. “Están solos en esta misión.”
Alara cruzó los brazos para mirar al comandante.
“Supongo que tendremos que hacernos cargo de sus errores.” Dijo pensante la maestra.
Krishu tuvo que tragar sus palabras.
Alara se puso de pie para marcharse sin decir nada y escuchar a Satele gritarle hipócrita a Shura para seguirla de cerca. Ambas caminaron un rato hasta llegar a un balcón.
“Sabías lo que iba a pasar, Satele.” Dijo pensante Alara.
“Lo sé, me sigue molestando.” Dijo ofuscada Satele. “Deberíamos ser proactivos en estos momentos, es la primera vez que la República tiene alguna ventaja en esta estúpida guerra… ¿Por qué hiciste esta reunión si sabías que no quieren ayudarte?”
“Todo lo que hagamos ahora es por su culpa, Satele. Oficialmente hablando, ellos se han negado a resolver el problema más importante que tenemos ahora. Malgus armó una fortaleza en la Joya, sabemos que detuvimos sus planes y sabemos que el resto de su ritual está en ese lugar. La decisión lógica es recuperar la estación para tener el control de lo que podría salir de ahí… ya sabemos que pasó cuando Krishu abrió la compuerta, perdimos soldados contra una pequeña vanguardia de máquinas asesinas, pero aquí estamos, discutiendo su inacción.”
“¿Cómo estás tan tranquila?” Preguntó con curiosidad Satele.
“Mirabella estuvo hablando conmigo estos días, anunciándome lo que todos iban a hacer. La Orden se llevó el apoyo de la gente en Corellia y la República, así que estamos solos en esto.” Dijo pensante Alara. “Shin tenía razón, el odio te ciega por completo, ahora solo siento lástima por Krishu, pero debería pagar por la muerte de los soldados de la República y el Imperio. Su venganza solo trajo más muerte…”
Satele se giró ofuscada.
“Yo voy a pelear con ustedes.” Dijo sin mirarla. “No puedo quedarme ajena a lo que haga ese monstruo.”
“Toda esa gente muerta por una docena de espadas…” Dijo apenada Alara. “Los chicos están haciendo un gran trabajo en el Imperio, ya no debería haber más sacrificios…”
Cuando iba a seguir, ambas sintieron una perturbación en la Fuerza. Ambas miraron hacia una esquina particular del cielo para luego sentir los pasos de Thirin detrás de ellas.
“¿Sintieron eso?” Preguntó agitado el jedi, ya que había corrido hacia ellas.
“Shin…” Dijo al aire Alara. “En esa dirección está la Joya…” Agregó para cerrar sus ojos.
Alara había memorizado la ubicación de la Joya y podía encontrarla en cualquier lugar donde estuviera, lamentablemente no pudo sentir a su prometido en la distancia. Abrió los ojos para encontrarse con Vaner y Mirabella llegando hacia ellos.
“No sé porque estoy malgastando mi tiempo en este lugar.” Sumó mientras se giraba hacia ellos.
“Es lo que había que hacer, Alara. Estamos a tu disposición.” Dijo con seriedad Vaner. “No seremos muchos, pero…”
“Supongo que la flota va a ser una sorpresa.” Dijo jocoso Hussan mientras aparecía por atrás. “¿Sintieron lo mismo que yo?”
“Algo acaba de cambiar en la galaxia.” Dijo con seriedad Satele. “¿De qué flota hablas?”
“Nuestra flota.” Dijo divertido Hussan. “Me tomó un mes, pero recuperé varias naves de Shin que estaban varadas en espacio Imperial. Tenemos amigos del Imperio que necesitaban un nuevo hogar y están dispuestos a formar parte de los Grises.”
“Buen trabajo, Hussan.” Dijo pensante Alara. “¿Erdos y Shia están listos?”
“Todo está preparado para retomar la Joya, maestra. Solo falta nuestra líder.” Dijo con seriedad Hussan. “Esperemos que nuestros amigos de la República no se ofendan.”
“Ya llamé a los Vigilantes, nos esperan en el templo.” Dijo pensante Thirin. “Dicen que su jefa les sugirió seguir sus instintos en las batallas que se avecinan.”
“Están con nosotros, Alara.” Dijo pensante Satele. “Recibí el trabajo de Thirin, resulta que Shura no sabe qué hacer con ellos.”
“Yo voy con ustedes.” Dijo pensante Mirabella. “Cen estaba moviendo refugiados de vuelta a Corellia y anunció que estaba dispuesto a ayudar.”
“Ya ha hecho bastante estos días. Espero que estén listos para esto…” Dijo con decisión Alara.
“Prepara la flota, Mirabella. Hoy peleamos por los Grises.” Dijo sonriente Vaner. “Tenemos una sorpresa.”
“Información más que nada, el ataque Krishu desvió gran parte de la flota imperial lejos de la Joya. Este es el momento perfecto para atacar.” Dijo pensante la espía.
“Es cierto.” Afirmó pensante Hussan. “Todo está saliendo como lo planeamos, tengo algunos nombres importantes en la estación, así que deberíamos preparar el equipo de abordaje para fuerte resistencia sith. Malgus está en Dromund Kaas en estos momentos, está rearmando el esfuerzo bélico gracias a los últimos golpes que hemos dado. La derrota en Corellia ha hecho estragos en el Ministerio de Guerra. Malgus asesinó a alguien que le recordó a Ihsahan y todo se fue al demonio en la junta del Consejo Oscuro.”
“Es el momento, gracias por acompañarme, amigos.” Dijo pensante Alara. “Nadie va a ofenderse si alguien prefiere quedarse en casa…”
“No va a pasar, Alara. Todos queremos rescatar a Shin.” Dijo divertido Hussan. “Artemios está en el Guardian con Vatse vigilando los movimientos siths, nos mantendrán informados.”
“Entendido, voy a buscar a mis padawans y nos vemos en el Cóndor, Mirabella.” Dijo pensante Alara.
“Ahí estaré…” Dijo pensante la espía.
“Yo voy contigo, Alara. Tengo que ir a buscar mi armadura.” Dijo pensante Satele para seguirla de cerca.
Alara sentía una profundad dicotomía, quería rescatar a Shin, pero no quería poner en peligro a sus amigos para hacerlo.